1. Reyes 8,22-28
Después se puso Salomón delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo,dijo: ‚Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, tú que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón, que has cumplido a tu siervo David, mi padre, lo que le prometiste. Lo prometiste con tu boca y hoy mismo lo has cumplido con tu mano. Ahora, pues, Dios de Israel, cumple a tu siervo David, mi padre, lo que le prometiste, diciendo: ‚Nunca faltará delante de mí un descendiente tuyo que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden mi camino y anden delante de mí como has andado tú delante de mí‘. Ahora, pues, Jehová, Dios de Israel, cúmplase la promesa que hiciste a tu siervo David, mi padre. ‚Pero ¿es verdad que Dios habitará sobre la tierra? Si los cielos, y los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta Casa que yo he edificado?Con todo, Dios mío, tú atenderás a la oración de tu siervo y a su plegaria, escuchando el clamor y la oración que tu siervo hace hoy en tu presencia,
Queridos hermanos,
En la historia agitada de un pueblo, de una iglesia y de una comunidad se requieren lugares en los que podamos reflexionar sobre nosotros mismos y sobre aquello que es importante en la vida.
Nuestras iglesias son lugares así, siempre lo han sido. Casas de Dios. Lugares llenos de la presencia de Dios.
De antemano sea dicho que por supuesto hay otros lugares y otras formas de estar cerca de Dios. Voy a limitar hoy mi visión conscientemente a la iglesia como edificación.
Así, el texto para el sermón de hoy está integrado en informes detallados alrededor de la inauguración del primer templo en Jerusalén por parte de Salomón. Luego de muchos años de peregrinaje errático, el pueblo de Israel encuentra finalmente el lugar anhelado para poder erigir el templo, la casa de Dios.
Durante la inauguración Salomón dice entre otras cosas:
12. El Señor puso el sol en el cielo, pero ha dicho que habitaría en la oscuridad; 13. pero yo te he edificado una casa por morada, un sitio en el que tú habites para siempre‘.
Qué significa que Dios quiere habitar en la oscuridad. No creo que le tema a la luz. ¿Entonces qué significa? Preguntémonos a nosotros mismos. Cuando uno ingresa a una antigua iglesia, entonces casi todas tienen algo en común, y sucede algo muy especial. Salimos de la claridad de la vida cotidiana y entramos en la oscuridad de un espacio. Esto en un principio nos parece extraño. Con frecuencia nos tenemos que acostumbrar a esa oscuridad.
Nos podemos orientar dentro de una iglesia oscura por sitios en los que en la tenue luz de las velas sale a nuestro encuentro otra realidad, una realidad que percibimos pero que permanece invisible.
¿Pero, por qué tenemos que sumergirnos en la oscuridad de una iglesia para poder encontrar la luz de Dios? Para algunos es desagradable ese camino hacia la oscuridad dentro de espacios que contienen siglos de olores. Prefieren caminar a través de campos, praderas y bosques para encontrarse con Dios en medio de su creación. Y sin embargo, en ningún otro lugar podemos estar tan seguros de sentir la presencia de Dios, como en una iglesia.
¿Puede Dios habitar en la Tierra y además estar tan encerrado en los muros de una iglesia? Salomón también se lo pregunta a si mismo: Si los cielos, y los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta Casa que yo he edificado?
Probablemente es cierto. La existencia de Dios no se deja localizar en un lugar ni encerrar en muchos muros. Esto aplica también para nuestras construcciones mentales. El Espíritu de Dios se mueve donde Él quiere.
Por eso su presencia tiene algo de inestable. Abandonó algunas iglesias como lugares de su presencia, mucho antes de que nos diéramos cuenta.
Con ello llego a otro punto importante sobre la presencia de Dios. Una casa de Dios es más que un lugar de reunión en donde el ser humano se celebra a si mismo y su vida.
Por eso Salomón recalca:
35. ‚Si el cielo se cierra y no llueve por haber ellos pecado contra ti, y te ruegan en este lugar y confiesan tu nombre; si se vuelven del pecado cuando los aflijas, 36. tú oirás en los cielos, perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, le enseñarás el buen camino por el que deberán andar y enviarás lluvias sobre tu tierra, que diste a tu pueblo como heredad.
Como quiera que comprendamos el concepto pecado, en el fondo se trata de que seamos conscientes de nuestros errores, que los admitamos y con ello aceptemos la responsabilidad por decisiones y conductas erróneas. Por eso la oración de entrada de un culto se llama hasta el día de hoy confesión de pecados.
La casa de Dios es entonces un lugar en el que confesamos nuestra culpa, y propagamos en dónde hemos pecado contra otros pero también contra nosotros mismos. Un lugar en el que nos mostramos. Solo así pueden otros así como nosotros mismos, saber quienes somos.
Tersteegen encontró para ello palabras inolvidables:
Dios está presente, adorémoslo y respetémoslo
Dios está en el medio, todo calle en nosotros y se doblegue profundamente ante Él
Cuando entramos en la oscuridad de nuestro propio ser, involuntariamente callamos. Este momento lo adoptaron las antiguas iglesias intuitivamente. En esos momentos nos sentimos vacíos.
La iglesia es un lugar en donde nuestro propio vacío encuentra un hogar adecuado. Más allá de aquello que está lleno, repleto en nuestra vida, más allá de aquello en donde nuestra vida está rellena de vida.
Concentrarse en lo importante en la oscuridad. Ver en la oscuridad de un instante, de una fase de nuestra vida la fuerza de la tenue luz, sentir el poder de la luz del amanecer que comienza.
Quien viene a una iglesia le da un espacio a su alma. Así los muros externos dan protección y seguridad. Al mismo tiempo trabajamos en nuestro espacio interior. En ese espacio especial y santo organizamos en nuestras vidas: bautizar, confirmar, casar y estar de luto. Iglesia es un lugar de las lágrimas y de la alegría, de lamentaciones y de júbilo.
La iglesia como espacio de los testigos muertos, nos da a los vivos un albergue en la oscuridad de nuestras vidas. Por eso es apropiado el respeto, no solo cuando surge la pregunta si una casa de Dios será preservada en el futuro. No, desde siempre, cada vez que entramos en ella.
La iglesia es un lugar lleno de tesoros, un lugar en el que experimentamos lo que amamos y defendemos. El mundo necesita de iglesias, de lugares sagrados en donde podamos sentir y experimentar la presencia de Dios aquí en la Tierra. No solo en el día de la Ascensión, en donde, por decirlo así, el Cielo está ampliamente abierto.
Al final, después de la inauguración del Templo, dice en el 1 libro de los Reyes, capítulo 8: se fueron a sus moradas alegres y gozosos de corazón, por todos los beneficios que Dios había hecho a David su siervo y a su pueblo Israel.
¡Adelante! Así que vamos alegremente y con buen ánimo por nuestro camino, regresando siempre al lugar santo que es nuestra fuente.
Amén.
Oberstein, 30 de Mayo 2019