Indigo danzante XII

Tanzendes Indigo

Fuertes dolores intestinales me sacan de mi sopor. Me retuerzo de un lado al otro en mi cama. Una ida al baño me podría ayudar. También allí me es difícil sostenerme. Los dolores que parecen cólicos son difíciles de soportar. Trato de relajarme. En vano. Mis entrañas se retuercen cada vez más. Cuando siento mareo, tomo el botón rojo y oprimo la alarma. Poco después Alwine está frente a mi. ¿Se acabó el papel higiénico? ¡Deja los chistes! Algo no está bien. Tengo la sensación que en cualquier momento explotará una bomba dentro de mi. ¡Espera! Le voy a avisar a la señora doctora. ¿Frida, hace cuanto tienes esas molestias? Desde hace un rato. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste digestión? No vale la pena mencionarlo. Excremento de conejo, si sabea lo que me refiero. Su mano fría toma mi pulso. Pulso nervioso. ¿Nervioso? Así es. Rápido y nervioso. ¿Cómo son las noches? Algo inquietas pero al menos puedo dormir algunas horas. La madera injuria a la tierra. ¿Eso qué quiere decir? ¡No escuches! Solo pienso en voz alta. Fuego del hígado que asciende. Ya es suficiente. Quédese con sus conclusiones. A mi no me ayudan. Tal vez también le sea posible hacer su examen médico en otro sitio. Me gustaría poderme alejar del lugar de mi fracaso. Estoy lista. Alwine te va a traer un té medicinal. Espero que la mezcla especial cumpla su promesa. Debería surtir efecto. En caso de que no sea así, me timbras. ¿No tiene alguna pastilla que me saque de circulación? El cuerpo habla contigo. Ah si, se me olvidaba. Verde veneno. Podría ahorcarla en este instante. En vez de ayudarme, me bombardea con jerigonza médica y dichos sabios. Está bien así, Frida. Deja salir tu desagrado. Ya va a ver a donde va a llegar con su serenidad cuándo realmente me salga de casillas. Casi que no lo puedo esperar. Pero por ahora debo ir a otra parte. Entonces, si no mejora, timbrar. Cuente con ello. Mis respetos. Le dijiste lo que piensas a la señora doctora. Sigue así, en el fondo a ella le gusta si reaccionas espontáneamente. Lo entendí. ¿Dejar salir todo, verdad? Antes de que pueda reflexionar qué es lo que estoy a punto de dejar salir. Frida, estoy orgullosa de ti. ¿Escucho un ligero tono de ironía? De ninguna manera. Al contrario. Aprende a respetar tus sensaciones naturales. Tal cual llegan. Nos gustan la alegría y la felicidad. Eso no nos parece difícil. Pero cuando surge el miedo, la rabia, el horror, la ira y el odio, nos alejamos rápidamente. No obstante esas emociones son una señal inequívoca en nosotros que algo pasa con nosotros o alrededor de nosotros que no nos permite seguir observando pasivamente. Precisamente las así llamadas emociones negativas nos advierten sobre algo. Son algo así como las señales de alarma de nuestro cuerpo. Nos acompañan desde hace siglos. Las situaciones inciertas y que no son claras las experimentamos como amenazantes. Si reaccionamos con miedo a algo, entonces no hemos podido decidir definitivamente si realmente nos está acechando un serio peligro o si podemos declarar el cese de alarma. ¿Piensas que mi rabia hacia la señora doctora fue una reacción adecuada a una situación ambigua para mi? Así es. En el fondo los síntomas del cuerpo no son más que señales. Aprendes rápido. ¿Y que me quiere decir mi maldito intestino? Tal vez haya situaciones en tu vida que no son fáciles de digerir. Con seguridad. Y sin embargo tuve la esperanza de deshacerme de ellas. ¿Eso nunca termina? ¿Frida, hace cuanto que andas por la vida cargando con eso? Algunos años. Entonces no esperes milagros de ti y tampoco de nosotros. Pero todo eso es molesto. Y eso es solo una descripción inofensiva de lo que siento cuando vuelvo a ser empujada al abismo. Entonces dilo tal y como lo vives. Muéstralo con todo lo que está a tu alcance. Ahora. ¡Ahora! Cierro los ojos y me concentro en mi herida profunda. Siento la succión del abismo. Siento como el piso se abre debajo de mi. Caigo. Cada vez más profundo. Me lleno de miedo y de pánico. Negro. Rojo. Doy golpes con mis brazos. Grito. Grito hasta quedarme sin voz. Siento el dolor. La vergüenza. El terror. Jadeo. Grazneo. Me retuerzo. Grazneo. Agotada me desplomo en la cama. Alwine me tapa. ¿Cómo van tus dolores de estómago? Mejor. ¡Peculiar! Entendible. El cuerpo quiere que lo percibas. ¿Te puedo volver a dejar sola? Claro. ¿Alwine, a ti a veces tampoco te va muy bien? ¿Tu qué crees? Si quieres cuéntame alguna vez sobre ello. Tal vez entonces no me sienta tan mal conmigo misma. No te quiero dar falsas esperanzas. Estamos obligados a dejar todo lo privado fuera del día a día laboral. A lo que me refiero es a lo que acabas de mencionar. Podemos hablar sobre muchas otras cosas. Qué lástima. Te has vuelto tan familiar para mi. Casi como una amiga, si puedo decirlo así. Tenemos muchas posibilidades, más allá de los límites, de tratarnos amigablemente. Una relación con una amiga de verdad es y será algo diferente. Tienes razón aunque se haya acabado de sentir diferente. Te puedo entender. Pero entiéndeme tu a mi. Debo mantener una distancia profesional. De lo contrario dentro de poco estaré acostada a tu lado. Eso no sería lo peor. Alwine se ríe por un momento, se despide y se va. Una mirada hacia la ventana muestra que la tormenta se calmó. El huracán anunciado no tuvo lugar. En cambio dentro de mí enfurece más violentamente. Oprimo nuevamente el botón rojo. ¿Frida, qué más necesitas? Alwine, discúlpame, sólo quería saber qué ha pasado con el tablero mágico. Lo necesito más urgentemente que nunca. Mañana tengo la mañana libre y me puedo ocupar de ello. ¿Será que aguanto hasta allá? Seguro. Pero déjame preparar la mezcla especial antes… No pintes al diablo en la pared. El té tiene un sabor al que es difícil acostumbrarse. Su sabor me recuerda a mi infancia. Hubo épocas en que metí mucho verde en mi boca. Algunas veces me sentí tan mal que tuve que vomitar. En la cocina de la abuela vera había colgadas varias hierbas. Ni se te ocurra envenenar a Frida con tus hierbas de bruja. Mi madre estaba visiblemente preocupada. Pero entre más preocupada se veía, más me provocaba seguir con mis propios experimentos. Solo cuando estuve por varios días gravemente enferma en cama a raíz de peligrosos síntomas de intoxicación, mi abuela se alarmó. En la siguiente oportunidad me dijo por dónde sale el sol. Y lo hizo de una forma tan seria que desistí de los experimentos. Me termino la taza de té con disgusto. Asustada por mi recuerdo espero lo peor. ¿Será que de verdad saben lo que nos administran? Escucho dentro de mi. No sucede nada. Al contrario. Siento un agradable alivio en mis dolores de cuerpo y estoy calmada. La tarde de extiende sin fin. Por aburrición tomo mi libro de sueños. Está debajo de una cantidad de inmundicias en mi cajón de la mesa de noche. Viejo y manoseado alberga más de una anotación. ¡Anótalo! De lo contrario las imágenes de tus noches se pierden. Creo que tenía diez años cuando seguí la invitación de mi abuela. Desde entonces anoté sinnúmero de secuencias de sueños. A veces sólo una imagen, una palabra. También fue mi abuela quien me regaló este pequeño librito. Azul oscuro con estrellas centellantes. Lo abro y reconozco inmediatamente su letra. ‘Sin los sueños seguramente envejeceríamos más temprano, y así el sueño, aunque no se da directamente desde arriba, puede considerarse como un regalo divino, un compañero amistoso en la peregrinación al Santo Sepulcro. Ciertamente, el sueño con el que soñé esta noche no fue una coincidencia ineficaz en mi vida, porque lo siento llegando a mi alma como una rueda ancha, y alejándola en un impulso poderoso.’ * ¡Aprende a interpretar tus sueños! Son el espejo de tu alma. Tu abuela Vera. Al seguir hojeando me percato de lo largas que fueron los intermedios en los que no escribí. La última anotación es de hace dos años. Evidentemente no he podido utilizar debidamente el don divino. Tal vez es tiempo de un nuevo comienzo. Porque un punto en común entre mis recuerdos y mis sueños es demasiado obvio. Ambos cuentan muy rara vez una historia coherente. Sin embargo su poder no es de subestimarse.

* Novalis – Heinrich von Ofterdingen