Carta a los romanos, versículos 1-7
Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, apartado para anunciar el evangelio de Dios, que por medio de sus profetas ya había prometido en las sagradas Escrituras. Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana era descendiente de David, pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor.
Por medio de él, y en honor a su nombre, recibimos el don apostólico para persuadir a todas las naciones que obedezcan a la fe.
Entre ellas están incluidos también ustedes, a quienes Jesucristo ha llamado. Les escribo a todos ustedes, los amados de Dios que están en Roma, que han sido llamados a ser santos. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
Queridos hermanos,
Sin duda la persona de Jesús es el punto focal en Navidad y también hoy en el segundo día de Navidad. Cuando escucharon el texto para el sermón, tal vez se detuvieron al leerlo igual que yo. ¿Qué relación tiene el saludo de Pablo a la comunidad de Roma con la Navidad? ¿Qué intención tuvieron los que escogieron este texto para hoy?
Si soy sincero estuve tentado a no tener en cuenta este texto para el sermón de hoy. Es muy teológico y contiene declaraciones dogmáticas sobre el hombre de Nazareth. Me acordé de una declaración de un colega, quien hace un tiempo dijo que no se puede predicar sobre Pablo, es decir sobre sus cartas. Detrás de esa frase está la crítica hacia el primer apóstol de la cristiandad, sin el que seguramente la cristiandad no existiría. Pero hoy no quiero ahondar en la crítica, la cual no es completamente desatinada, relacionada con el hecho que Jesús haya aparecido inicialmente en los testimonios de los evangelistas o que Pablo haya producido del hombre de Nazareth a un ícono de la teología. Seguro sería interesante hacerle seguimiento a esta objeción.
Regresemos entonces al texto de nuestro sermón de hoy. Pablo saluda a los cristianos en Roma en nombre de Jesucristo, el que fue predicho por los profetas y según sus palabras elevado por la resurrección a ser Hijo de Dios. Ya en el saludo Pablo resume las afirmaciones principales de Jesucristo. El marca al inicio de su carta el punto de partida y el cimiento de su oficio como apóstol. Como esclavo de Jesucristo se siente llamado a exponer las principales declaraciones del Evangelio en su nombre ante los romanos.
Pablo finaliza su saludo con las palabras que nos son conocidas como el saludo del púlpito: Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
En oriente se suele saludar con un amable shalom o shalom aleiqum. La paz sea contigo. Los musulmanes responden al salam aleiqum, aleiqum salam.
Claude Montefiore, un sabio judío del siglo 19, dijo alguna vez:
‚La paz es lo único que nos reconcilia y fortalece, la que nos calma e ilumina nuestro semblante, la que nos libera del desasosiego y de la esclavitud de lujurias insatisfechas, la que nos da la conciencia de lo alcanzado, la conciencia de la duración en medio de nuestro propio carácter efímero y el de todas las cosas externas.‘
Hasta hoy casi no he encontrado una mejor descripción para la paz, tanto para la paz interior como la exterior.
Paz como reconciliación y fortalecimiento
Encontré la paz y me reconcilié con todo aquello que hasta hace poco me convertía las noches en días y lo que de día se apoderaba de mi, tanto que casi no me podía concentrar en otras cosas. Me deshice del agobio como de una camisa de dormir impregnada de sudor. Un peso se desprendió de mi y siento como recobro las fuerzas.
Paz que nos tranquiliza e ilumina nuestro semblante
Luego de tiempos de desasosiego me calmo. Al fin me atrevo a mirarme nuevamente al espejo. La piel del rostro está sin arrugas. Ojos llenos de luz me miran.
Paz que nos libera
Me siento libre y vivo como hace mucho tiempo no lo sentía. Los deseos y esperanzas incumplidos pueden quedar atrás. Puedo confiar nuevamente en la vida y aceptarla como lo que es: una maravillosa secuencia de posibilidades.
Paz como conciencia de lo alcanzado
Encuentro paz porque no me sigo estirando hacia lo que no alcancé, sino que me alegro y disfruto lo alcanzado. Me alegro por los numerosos gorriones que tengo en la mano y canto con ellos la canción de la vida.
Paz en medio de todo lo efímero
Me veo luego de un largo ascenso hacia la cima de una montaña, disfruto la amplia vista, siento mi carácter efímero ante el majestuoso paisaje y emprendo mi camino de regreso colmado y purificado. Digo sí a mi propio carácter efímero.
Esa clase de paz la encuentro escondida detrás de las palabras de Pablo a los romanos y la voy a encontrar en las numerosas historias sobre el hombre de Nazareth, el cual, desde mi punto de vista, no estaba conmovido por nada tanto como por la idea, que nosotros los humanos comprendamos nuestra propia vida primero como el camino de penitencia hacia la paz.
Y el hombre de Nazareth nos dice hoy:
Miren, el tiempo se cumplió y el reino de Dios está cerca. Regresen (arrepiéntanse) y crean en la buena nueva!
Alegrémonos hoy por lo que nos dice Jesús quien mueve nuestra vida entera y nuestro destino hacia el centro de la fe. Lo que esto quiere decir, lo que esto significa es tarea de cada uno de nosotros descifrarlo.
Mi vida como camino hacia la paz
Qué buena nueva. Vivo. Yo, criatura maravillosa de esta creación. Inconfundible y único. Y a todos los que creen saberlo mejor les confieso: Me alegro por ello. Cada día de nuevo por poder andar por ese camino de la paz. Amén.
Idar-Oberstein, 26.12.2018