Sean misericordiosos

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Sean misericordiosos así como vuestro Padre es misericordioso. 

Lucas 6,36

Queridos hermanos,

„Desayuno en vez de oración“, así se puede leer en en un artículo de la radiodifusión de Alemania – Deutschlandfunk – a finales de Octubre (29.10.19).  Si ya casi nadie viene entonces se pudiera abolir la misa del domingo, dice en el titular provocador del artículo.

Thies Gundlach de la EKD (por sus siglas en alemán, Iglesia Evangélica de Alemania) es citado con las palabras: “La misa del domingo es una ceremonia central, pero no la única”. El señala un paisaje de misas cambiante, nombra misas temáticas dirigidas a grupos específicos y ofertas espirituales para parejas con deseos de tener hijos, para niños en edad de gatear. La gente va cada vez menos a la iglesia, eso es fácil de constatar y por eso es hora de que la iglesia vaya hacia la gente.

La historiadora, Dorothea Wendebourg se opone a esa idea diciendo: “No hay una iglesia como comunidad si no es definida y llevada a cabo en un encuentro regular por la palabra, el sacramento, la oración. El lugar se desintegra completamente si no lo seguimos haciendo.” Sin la misa del domingo la comunidad pierde su centro y todo se desmorona. Esa es su conclusión.

La misa será uno de los temas que nos ocupará más tarde en la reunión de la comunidad.

Sean misericordiosos así como vuestro Padre es misericordioso.

Mis reflexiones las quiero poner en el contexto de este versículo del Evangelio de hoy. Y para comenzar quiero preguntar: Nos reconocen como comunidad, vista desde afuera, como una comunidad de personas para las que sobre todo la misericordia entre si tiene un gran significado.

Misericordia es una virtud del ser humano, así se encuentra definida en el diccionario. Un ser humano abre su corazón y se compadece de las miserias ajenas. (Wikipedia). Quien quiere negar, que tener corazón para la necesidad del otro es uno de los pilares del estar el uno con el otro, sobre todo o especialmente en una comunidad que se sabe sostenida por la misericordia de Dios.

En nuestros días ya no es tan fácil de comprender quién está necesitado. Incluso aquí en Nahbollenbach el estar el uno con el otro ha cambiado. Ya no es tan claro y preciso el conocimiento que se tiene sobre la vida de los demás.

Para mi que vengo desde lejos esto es aún más válido. Puede ocurrir que no se me conozca o reconozca como pastor. Me echan de la casa en donde intento felicitar a la madre por su cumpleaños, porque me consideran un bribón peligroso.

En una caminata hace algún tiempo vi un lugar pintoresco ante mi. Por un instante me imaginé que era de noche. Podía ver las luces en las casas, la iglesia iluminada, el letrero luminoso del restaurante y las numerosas luces del alumbrado público. Desde ese punto elevado tenía una buena vista general. El lugar estaba en frente de mi y yo me podía preguntar quién vive allí y que tipo de vida llevan las personas en ese momento.

En un texto maravilloso con el título Sinfonía de la vida, Hélder Camera escribe (Cita: Tener sin aferrarse, Página 67 y siguientes): “Seguramente hay casas en las que reina la felicidad: alguien tiene cumpleaños y los amigos lo celebran… En la casa allá, quien sabe, se siente alegría por el nacimiento del primer hijo o si es la casa de los abuelos, por la llegada del primer nieto…

Allí explotan los corchos de las botellas de champán: el dueño de casa fue promovido en la empresa en la que trabaja…

Cuando uno observa la ciudad desde aquí arriba, hay por supuesto casas felices. También hay que orar por las personas felices y no solo porque la felicidad es como un pájaro miedoso que llega y en un momento se vuelve a ir sino también porque al tener horas felices hay que pensar en Dios y darle las gracias! Al mismo tiempo presiento, desde esta elevación de nuestra ciudad, bajo los techos que se despliegan ante mi, la necesidad y el sufrimiento, que esperan nuestra oración fraternal. En muchas casas yacen enfermos que son cuidados por su familia. La vida lucha con la muerte… Bajo los techos que veo allí, en las casas y conjuntos allí adelante; cuantos dramas se estarán desarrollando?… Alguna vez ha reflexionado sobre lo duro que debe ser llegar a casa y tener que decir que fue despedido?… 

O llegar a casa y tener que decir que anduvo todo el día de la seca a la Meca y no encontró empleo en ninguna parte?…

Sean misericordiosos así como vuestro Padre es misericordioso.

Nuestras iglesias se han quedado tan vacías y nuestros salones comunales con frecuencia cerrados porque ya casi no sabemos nada uno del otro, porque casi no tenemos parte del destino de otras personas? O los tiempos en los que llevábamos nuestros destinos a la iglesia para orar ya pasaron definitivamente? Preferimos estar a solas en nuestra habitación?

La misa es para mi sobre todo un lugar vivo en el que celebramos los logros en nuestras vidas y también los momentos duros encuentran su lugar… y esto es en la presencia del Dios vivo que acompaña nuestros pasos con misericordia.

Misericordia no es para mi una exhortación moral señalando con el dedo índice, ni un “Sean misericordiosos, como su Señor Jesucristo fue misericordioso”. Misericordia es más bien un vivir en comunidad en donde unos saben de los otros.

Los seres humanos, esa es mi experiencia, siguen sacando el tiempo para lo que para ellos es importante. También los domingos en la mañana. “Desayuno en lugar de oración” parece haberse vuelto la alternativa. Comprar panecillos frescos y luego desayunar con calma. Entre semana no hay tiempo para sentarse con todos a la mesa con tranquilidad.

Misa entonces a otra hora… me pasa por la mente. Desecho la idea inmediatamente y no quiero proponer soluciones rápidas. Seguramente otros ya pensaron en eso y tuvieron sus experiencias en la implementación.

Allí en donde puedo estar, quiero decir yo, tal como soy, allí me gusta estar. Y si eso ocurre los domingos en la mañana, entonces es entonces. Ya pueden darse cuenta que tal vez se trata de algo más que de una alternativa, desayuno u oración, ni siquiera se trata de tiempos en los que nos encontramos con otros para la misa.

Se trata de nosotros, de nuestra visión, de nuestra manera de ver a las personas al rededor de nosotros. Comienzo nuevamente a percibir a mis vecinos y cohabitantes de mi localidad, a presentarme a los destinos de los demás. No porque tenga una mejor noción. No, es porque sé cómo hace de bien no estar solo en las subidas y bajadas de la vida.

Sean misericordiosos así como vuestro Padre es misericordioso.

Me gusta estar en un lugar en donde la mirada bondadosa y misericordiosa descansa sobre mi. En donde también me siento acogido en los días difíciles de mi vida.

En algún lugar, tal vez existe el punto, desde el que se puede mirar hacia  Nahbollenbach. En ese lugar estoy mentalmente y pronuncio las palabras de una oración familiar para mi:

Haz que abramos nuestro corazón y veamos en nuestra ciudad a todas las ciudades del mundo y permite que con tu ayuda y la de Cristo se eleve una nunca escuchada y magnífica sinfonía del mundo!

Amén

Nahbollenbach, 10.11.2019