Resplandor espiritual

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– Reflexiones sobre la noche de Pascua – 

Me llegan astillas de pensamientos, mientras que afuera me rodea la oscura noche:

A medida que envejezco las noches también se tornan más cortas. No es raro que el cine nocturno en mi mente sea el que me arranca del sueño. No siempre puedo volver a dormir mientras que la noche persiste. Una vez estoy realmente despierto, un pensamiento persigue a otro. Anhelo el amanecer que anuncia la luz de un nuevo día.

En estos días, en los que de alguna manera todo es diferente, quiero simplemente despertarme y poder decir: Estuve soñando. Los horrores de la noche se disipan con la luz del nuevo día.

Durante semanas nos hemos acostumbrado a las nuevas circunstancias. El temor de los primeros días y semanas de ser infectados por el virus no se ha hecho realidad para la mayoría de nosotros. Algunos ya piensan en convertir la así percibida noche persistente en día. Como si se pudiera reducir a la pandemia a fantasmas de una mala noche.

Somos ciegos para la oscuridad que ya no conoce la luz? Tenemos que haber pasado por el hoyo negro personal, que nos quita todo por un tiempo, todo rayo de luz, toda energía que nos permite vivir despreocupadamente?

Hay personas, que conocen esa situación, porque esa noche se grabado en sus vidas de tal forma que rara vez realmente amanece: esas personas que han perdido a su pareja; otros que han sido víctimas de la guerra; aquellos a los que les han roto la confianza básica por violencia intrafamiliar; otros que deben vivir en condiciones por debajo del nivel mínimo de subsistencia – en el pensamiento podemos seguir con la enumeración de manera casi discrecional.

Finalmente una última astilla de reflexión. Surge mientras aún es de noche a mi alrededor. Según algunos científicos el sol solo brillará por un tiempo limitado como estrella. Sin tener que ir al detalle, en algún momento estará extinto. La perspectiva de que esto ocurrirá en un par de billones de años no nos hace entrar en pánico. Oscuridad, que no es vivida de manera real, se deja de lado. En realidad no nos asusta. 

Quien ha vivido la oscuridad como amenaza existencial, no podrá regresar a la luz del día fácilmente, porque las condiciones y experiencias fundamentales de la propia vida son un hecho oscuro. Otros pueden no querer saber de ello y creen que a través de la prevención pueden evadir la oscuridad.

Pero eso también nos lo muestran estos días: la muerte se nos ha acercado de manera real como tema personal. Tan cerca que en algunos días es capaz de ahuyentar toda la luz. Muchos de nosotros no experimentan la restricción simplemente como una restricción de su libertad que de otro modo sería valorada. Entienden que su vida, que es tan valiosa, pasa sin poder disfrutarla como es costumbre. – un discernimiento, que aquellos que día tras día andan en la oscuridad, tienen hace mucho tiempo.

“No he de morir, he de vivir.” Salmo 118, 17

Si, comparto esta actitud del salmista. No puedo hacerlo de otra forma. De alguna manera eso hace parte de mi, al final ver lo bueno y esperar la luz y la felicidad. Lo necesito para poder pasar a través de oscuridades. Para poder decir al final: Mira, se acerca un nuevo día. Si, cada vez todo es más claro alrededor de mi.

Otra frase para todas las oscuridades de nuestra vida, me llama la atención para esta noche de Pascua:

“Si morimos con él, también viviremos con él.” 2 Timoteo 2,11

Se refiere al Cristo crucificado y resucitado.

Volvamos a las astillas de pensamiento inicialmente reunidas al azar. Percibamos nuestras oscuridades personales y sociales, también aquellas de la comunidad mundial. Si nos detenemos por un momento, tal vez si incluso cerramos los ojos, entonces ya no hay luz, solo un negro profundo. Absorbamos conscientemente por un momento ese negro. Perdámonos en él. Sintamos dentro de nosotros. Sintamos algo de eso que yo llamo “descansar en la oscuridad”.

Por qué? Cómo puede ser? No lo puedo decir. Presiento que tiene algo que ver con el ser básico, también tiene que ver con mi ser terrenal, aquel ser que inició en la oscuridad, una oscuridad que al mismo tiempo era seguridad.

Una contradicción de pensamientos? En todo caso un paseo por la cuerda floja. Pero una cosa en todo caso no: el intento de hacer ver las cosas feas de manera bonita.

Y sin embargo: hay algo sanador en esa franqueza con la que se nos acerca la muerte en estos días.

Nos damos cuenta de una verdad más profunda: tenemos que morir para poder vivir. O dicho en otras palabras: Experimentar su propia oscuridad, percibirla en los demás nos lleva a la luz.

Solo nos podemos levantar si antes estuvimos caídos en el piso. Podemos preferir, dicho en imágenes, cojear por la vida con las últimas fuerzas. Quien está en el suelo puede ver el rostro desnudo: podemos reconocer peligros y horrores de un mundo que hoy en día es así porque interferimos  en él y lo utilizamos irresponsablemente.

Seguimos tratando de evadir estos peligros y horrores de nuevo cada día. No quiere decir que los neguemos del todo. Los relativizamos y minimizamos. Y al final nos hacemos creer a nosotros mismos: No todo será tan malo. Si, y a mi no me va a afectar.

Puede ser sanador ser capaces de enfrentar las experiencias y verdades desagradables con humildad. La alegría sentida de forma profunda por la luz de un nuevo día es una alegría espiritual. Quien conoce la oscuridad no buscará la felicidad y el bienestar en ella sino buscará caminos para sobresalir de ella.

En el fondo, todo nuestro ser, cada una de las células de nuestro cuerpo  se estiran hacia esa luz espiritual. Eso también es pascua. Surgimos de toda oscuridad, porque hace mucho experimentamos que allí no se puede vivir.

Dios, enséñanos a considerar esto. Así podremos volver a la luz en estos días. La vida se abre y se despliega como una nueva oportunidad, una posibilidad. 

Asumamos la responsabilidad de una vida diferente junto con otros y en armonía con todos los fundamentos de vida.

Amén.

Idar-Oberstein, 11.04.2020