Salmo 126
Una canción de peregrinación
Cuando el Señor hiciere volver la cautividad de Sion,
Seremos como los que sueñan.
2 Entonces nuestra boca se llenará de risa,
Y nuestra lengua de alabanza;
Entonces dirán entre las naciones:
Grandes cosas ha hecho el Señor con éstos.
3 Grandes cosas ha hecho el Señor con nosotros;
Estaremos alegres.
4 Haz volver nuestra cautividad, oh Señor,
Como los arroyos del Neguev.
5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla;
Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
Queridos hermanos,
Algunas cosas las aprendemos a valorar cuando nos son negadas. Así me ocurrió a mi en estos días durante algunos paseos por los alrededores. Deben saber que desde mi infancia nunca fui alguien a quien le gustara hacer excursiones a pie. Me parecía muy fatigoso subir las colinas y montañas para más tarde descender.
En estos momentos disfruto de los paseos a lo largo del río Nahe con mi esposa y vencer una que otra pendiente. El verde fresco de los árboles y arbustos y el murmullo del río Idar me alegran.
El recuerdo es un bien valioso. Eso es lo que pienso a menudo en estos días. Por qué?
Los recuerdos retienen, nos traen a la mente lo que alguna vez fue. Sea bueno o malo.
En una conversación antes de un funeral me cuentan que a la fallecida le gustaba ir con su esposo a Ramsau.
Pienso en Ramsau y recuerdo aquellas vacaciones con mis abuelos en Austria. Vacaciones de excursiones a pie, y ya lo mencioné, nunca me han gustado realmente las caminatas. Y sin embargo, al recordar, surgen cosas muy distintas. El olor a heno recién cortado. El fresco mojado de un arroyo de montaña, sin olvidar al amado kaiserschmarrn (postre típico a base de panqueques desmenuzados).
Recordar quiere decir también por eso: traigo a mi mente lo que fue bueno, sin duda, hasta ahora durante mi peregrinación por la vida. Tan bueno que con gusto sigo el camino fatigoso hacia la cima de la montaña, porque hoy sé que lo vivido en aquel entonces fue más que un momento difícil.
“Es un sueño” solemos decir cuando estamos emocionados por algo. Estamos tan conmovidos por algo, por un acontecimiento, que no nos podemos imaginar que sea real. Todo lo que está ocurriendo lo consideraría como absoluto e irreversible.
El recuerdo me ayuda a ventilar la mente, a pensar más claro y a respirar más libremente porque tengo todas las razones con una gran porción de optimismo para confiar en la vida… y con ello en Dios.
El SEÑOR ha hecho grandes cosas por nosotros, y eso nos llena de alegría. SEÑOR, haz volver a nuestros cautivos como haces volver los arroyos del desierto. El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha. El que llorando esparce la semilla, cantando recoge sus gavillas.
Los tiempos seguramente son otros que en la época en la que el salmista encontró estas palabras. La alegría de vivir. La felicidad que podemos sentir cuando estamos realmente bien. Y la esperanza de que esto vuelva cuando no nos sentimos bien.
„Nunca te llegó la hora en la que una repentina chispa divina te golpeó y estalló todo este engaño, la moral, la riqueza, la política, las relaciones amorosas en nada total?“*
Esta pregunta me la hace el venerable poeta Walt Whitman y solo puedo responderla afirmativamente.
Alegrémonos con aquello que nos da todas las razones para ello y tomemos esta alegría como una promesa de Dios que los tiempos van a volver a ser otros.
Esto puede darle alas a nuestros pensamientos y sentidos para poder llegar a una orilla salvadora.
Amén.
Nahbollenbach, 19.04.202
* Cita en: Jörg Zink, Bajo el Arco Iris, Stuttgart 2001, Pág. 342.