Lachendes Spiegelbild

Sermón para el cuarto adviento – 20 de diciembre 2020
Queridos hermanos,
La alegría, la profunda alegría que llena nuestro corazón y nos hace resplandecer. La alegría por algo que nos gusta compartir con otros, como las palabras de San Pablo que escuchamos al inicio: Alegraos siempre en el Señor. Insisto: ¡Alegraos! El Señor está cerca. (Filipenses 4, 4,5)
La sonrisa de una persona no solo expresa cómo se siente esa persona. La sonrisa de otro puede ser contagiosa. A veces es como una invitación a hacer lo mismo que el que está sonriendo.
En una capacitación adicional para asesoramiento en línea para padres de familia, aprendí lo elementalmente importante que es la sonrisa de los padres para el desarrollo del hijo. No por casualidad los padres le sonríen a sus hijos con tanta frecuencia. Si las ventosidades lo atormentan demasiado, intentan consolar al niño con una sonrisa.
Si uno observa a personas más de cerca, si uno se fija en su expresión facial y su mirada, entonces a veces se puede ver en lo más profundo de su interior. En algunas personas se ve un brillo y la idea que en el momento se están sintiendo bien, que experimentaron algo bello, no es difícil de imaginar. En otras personas la mirada se ha oscurecido de tal manera que nos decimos interiormente: esta persona tiene poco de qué reírse en este momento.
A veces vemos en le rostro de una persona incluso después de años todavía una sombra. Nos recuerda una experiencia traumática, un acontecimiento que cambió completamente el propio mundo.
“Un día sin risa”, dijo Charlie Chaplin, “es un día perdido”
Tengo que pensar en la imagen de una mujer mayor. Se ríe y abre su boca de tal manera que se ve su único diente. Qué lindo, pienso yo, cuando uno puede reír incluso si se ha perdido mucho en la vida.
La risa aparece en muchas frases:
Agarrarse la barriga de tanto reír
Reírse a costillas de otros
No hay nada de qué reírse
Tienen que reírse las gallinas
Ya se te pasarán las ganas de reírte
Y muchas frases mas
El aparte bíblico para el sermón de hoy también habla de la risa (Génesis 18, 1-2, 9-12)
1 El Señor se le apareció a Abraham junto al encinar de Mamré, cuando Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda, a la hora más calurosa del día. 2 Abraham alzó la vista, y vio a tres hombres de pie cerca de él. Al verlos, corrió desde la entrada de la tienda a saludarlos. Inclinándose hasta el suelo.
9 Entonces ellos le preguntaron: —¿Dónde está Sara, tu esposa? —Allí en la tienda —les respondió. 10 —Dentro de un año volveré a verte —dijo uno de ellos—, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo. Sara estaba escuchando a la entrada de la tienda, a espaldas del que hablaba. 11 Abraham y Sara eran ya bastante ancianos, y Sara ya había dejado de menstruar. 12 Por eso, Sara se rió y pensó: «¿Acaso voy a tener este placer, ahora que ya estoy consumida y mi esposo es tan viejo?»
Este episodio de la vida de Abrahán y Sara nos hace sonreír. Sonreímos por ellos, tal vez porque en la Biblia generalmente todo es muy serio y a veces seguramente nos hemos preguntado: “¿no hay nada de lo que podamos reírnos?”
“Cristo nunca se rió” así cita el monje Jorge al padre de la iglesia Juan Crisóstomo en la novela de Umberto Eco “En Nombre de la Rosa”. Eso no puede ser, pensamos nosotros. Jesús fue un ser humano, completamente. ¿O no?
A veces se dice de los creyentes estrictos que tales impulsos son prohibidos para ellos. Y si ello les ocurriera de manera pecaminosa, entonces se irían al sótano para reírse.
No puedo evitar imaginarme a Jesús riendo o por lo menos sonriendo. La vida es tan torcida que uno solo puede sonreír. Esto no es una burla, es mas bien el discernimiento que incluso Dios solo puede afrontar nuestras actividades con una sonrisa.
Una risa alegre es a veces la única oportunidad de lidiar con la amarga seriedad de la vida. No niega lo que está ocurriendo, pero se rebela contra un mal ambiente que nos quiere arrebatar la alegría de vivir.
Uno de mis chistes favoritos es el siguiente y estoy seguro de que por lo menos los hará sonreír por la profundidad de su contenido:
Un rabino le dice a Dios: “Ayúdame, mi hijo se volvió cristiano ¿qué puedo hacer?”
Dios le contesta: “No te preocupes, mi hijo también se volvió cristiano.
El rabino pregunta: “¿Y qué hiciste?”
Dios responde: “Escribí un Nuevo Testamento.”
Se necesita de mucho humor para arreglárselas con nosotros los humanos, con lo que nos permitimos todos los días.
Me alegra que Dios pueda reír sobre nosotros y lo resume así al final del día: “Así son ellos, mis hijos.”
Amén