Mística de la presencia de Dios

Sermón para el último domingo después de la epifanía, el 31.01.2021

La Epifanía del Pastor Thomas Reppich

2. Carta de San Pedro 1, 16-19

16 Cuando os dimos a conocer la venida de nuestro Señor Jesucristo en todo su poder, no estábamos siguiendo sutiles cuentos supersticiosos sino dando testimonio de su grandeza, que vimos con nuestros propios ojos. 17 Él recibió honor y gloria de parte de Dios el Padre, cuando desde la majestuosa gloria se le dirigió aquella voz que dijo: «Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él.» 18 Nosotros mismos oímos esa voz que vino del cielo cuando estábamos con él en el monte santo. 19 Esto ha venido a confirmarnos la palabra de los profetas, a la cual vosotros hacéis bien en prestar atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en sus corazones.

Queridas hermanas, queridos hermanos,

ante el conocimiento de muchas experiencias que tenemos en la vida, existe un velo, una especie de niebla, que nos impide ver. 

Con frecuencia sucede que no trascendemos hasta la esencia de una experiencia porque nuestra vista está bloqueada, porque queremos comprender las experiencias y al mismo tiempo no captamos que nos encontramos frente a una realidad completamente diferente.

Así le sucedió a Moisés, al que Dios se le manifestó en el arbusto de espinas en llamas. Moisés vio y a la vez no vio. Porque lo que vio era de otro mundo. Qué debería informarle más tarde  a su pueblo, excepto que:”Vi a aquel que dice de sí mismo: ‘soy quien voy a ser.’”

Marc Chagall – Moisés y el arbusto de espinas en llamas

Los discípulos, cuando vieron a Jesús transfigurado como una figura luminosa, no pudieron creer lo que vieron. Ellos tampoco comprendieron lo que vieron.

Siglos más tarde el autor de la segunda carta de San Pedro encuentra las siguientes palabras:

“Esto ha venido a confirmarnos la palabra de los profetas, a la cual vosotros hacéis bien en prestar atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en sus corazones.“

Como un hilo rojo algo atraviesa el testimonio de todos los creyentes: 

El conocimiento de Dios es y sigue siendo un misterio. Algo que se apodera de uno, se abre y simultáneamente se cierra.

No sin razón los místicos de todos los tiempos se retiraron, lejos de todo lo que pudiera distraerlos.

Un lugar místico para mí es el río Cutipay, no lejos de la ciudad de Valdivia, al sur de Chile, a pocos kilómetros del Pacífico.

Y un momento místico es la mañana. Poco después del amanecer, cuando el sol aún no ha logrado pasar por encima de la cordillera costera y las ráfagas de niebla están sobre el río Cutipay. Pero entonces, cuando el sol se les acerca, la niebla comienza a danzar.

Video: https://www.dropbox.com/s/xe2jbk6vjdusigs/170308%20Morgennebel.mp4?dl=0

Cuanto mayores nos hacemos, más taciturnos nos volvemos con lo que realmente reconocimos. Que Dios se manifiesta en nosotros, y toma forma, esa es una de esas experiencias de las que nos cuesta hablar, porque cada conversación alcanza rápidamente sus límites.

El alma de las cosas

me permite vislumbrar

las peculiaridades 

de mundos infinitos

Acongojado

busco el rostro

de cada cosa

y encuentro en cada uno

el misterio

Secretos me hablan

un lenguaje vivo

escucho el corazón del Cielo

palpitar

en mi corazón

Rose Ausländer 

(Citado según: Jörg Zink, Bajo el Gran Arco, Pág. 311)

Amén.