Maravillosas historias

Sermón del 7. Domingo después de Trinidad

La Epifanía – Ciudad de Guatemala

18 de julio de 2021

Pastor Thomas Reppich

1 Reyes 17: 1-16

1 Ahora bien, Elías, el de Tisbé[1] de Galaad, fue a decirle a Acab: «Tan cierto como que vive el Señor, Dios de Israel, a quien yo sirvo, te juro que no habrá rocío ni lluvia en los próximos años, hasta que yo lo ordene.» 2 Entonces la palabra del Señor vino a Elías y le dio este mensaje: 3 «Sal de aquí hacia el oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, al este del Jordán. 4 Beberás agua del arroyo, y yo les ordenaré a los cuervos que te den de comer allí.» 5 Así que Elías se fue al arroyo de Querit, al este del Jordán, y allí permaneció, conforme a la palabra del Señor. 6 Por la mañana y por la tarde los cuervos le llevaban pan y carne, y bebía agua del arroyo.

7 Algún tiempo después, se secó el arroyo porque no había llovido en el país. 8 Entonces la palabra del Señor vino a él y le dio este mensaje: 9 «Ve ahora a Sarepta de Sidón, y permanece allí. A una viuda de ese lugar le he ordenado darte de comer.» 10 Así que Elías se fue a Sarepta. Al llegar a la puerta de la ciudad, encontró a una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: —Por favor, tráeme una vasija con un poco de agua para beber. 11 Mientras ella iba por el agua, él volvió a llamarla y le dijo: —Tráeme también, por favor, un pedazo de pan. 12 —Tan cierto como que vive el Señor tu Dios —respondió ella—, que no me queda ni un pedazo de pan; sólo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en el jarro. Precisamente estaba recogiendo unos leños para llevármelos a casa y hacer una comida para mi hijo y para mí. ¡Será nuestra última comida antes de morirnos de hambre! 13 —No temas —le dijo Elías—. Vuelve a casa y haz lo que pensabas hacer. Pero antes prepárame un panecillo con lo que tienes, y tráemelo; luego haz algo para ti y para tu hijo. 14 Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “No se agotará la harina de la tinaja ni se acabará el aceite del jarro, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra.” 15 Ella fue e hizo lo que le había dicho Elías, de modo que cada día hubo comida para ella y su hijo, como también para Elías. 16 Y tal como la palabra del Señor lo había anunciado por medio de Elías, no se agotó la harina de la tinaja ni se acabó el aceite del jarro. 

Queridos hermanos,

¿Cómo manejamos la historia milagrosa de Elías? Parece tan inverosímil, que se podría creer que se trata de un cuento de los hermanos Grimm.

Uno que otro podría objetar directamente: para Dios no hay nada imposible, ¿por qué no debería haber alimentado a Elías a través de los cuervos en ese entonces?

Pienso en alguno que otro cuervo que vi al trotar por los campos hace años y que espanté siempre al acercarme. Nunca me he podido acercar a un cuervo realmente.

Leí que en la mitología, los cuervos simbolizan sabiduría. Odin, el padre de los dioses, siempre tiene a los dos cuervos Hugin y Munin sobre sus hombros. Ellos fueron sus fieles compañeros y siempre le informaron lo que estaba ocurriendo en el mundo. Al mismo tiempo me acuerdo de un juego de mi temprana infancia en el regazo de mis padres, tías y tíos. En la canción de la cabalgata sobre el regazo dice: “Salta, salta, jinete. Si se cae grita. Si cae al foso los cuervos lo comerán. Si cae en el pantano el jinete hace ‘paf’ (ruido de alguien al caerse).” Nosotros los niños lo disfrutamos aunque en el fondo nunca entendimos su sentido del todo. 

En el uso del idioma también se encuentran los cuervos. Hay días negros como los cuervos (negro como el azabache), los padres cuervos (malos padres) , pero también los cuervos de la mala suerte (ave de mal agüero).

Me gusta recordar a la “pequeña bruja” de Otfried Preußler con el cuervo llamado Abraxas, sin duda un acompañante simpático, que siempre podía dar un buen consejo.

Entre los animales impuros en el Antiguo Testamento se mencionan junto con las águilas, los halcones, los cisnes y los búhos (Deuteronomio 14,14ff.). Se le prohibe a los seres humanos consumirlos.

Por eso parece extraño que Elías haya obtenido lo necesario para vivir del pico de un animal impuro. ¿El creyente no se debe mantener alejado de todo lo impuro? Pero ¿cómo se decía?: para Dios no hay nada imposible.

Dios a veces toma caminos extraños, para revelarse. Se manifiesta en situaciones y ocasiones que a nosotros apenas nos parecen posibles. Maravilloso, como todo lo que nos parece raro en el mundo de los mitos y leyendas. Allí lo esperamos.

En la segunda mitad de la historia Elías se hospeda hambriento en la casa de una viuda en Sarepta, luego de que el cuervo lo hubiera alimentado por un tiempo. Ella utiliza su última harina y su último aceite para hacer pan para Elías. Sorprendida comprueba que la harina no se consumió y que la jarra del aceite continúa llena. Otra señal de que Dios nutre al ser humano de manera maravillosa – también en los tiempos de escasez, en los que lo necesario está apenas disponible.

Hasta aquí llegué hace días, al escribir el sermón, cuando nos alcanzó la noticia de la catástrofe por tormenta especialmente en el oeste de Alemania. Los informes nos dejaron incrédulos cuando fuimos testigos de una desgracia inimaginable. Ante mis ojos internos todavía veo las imágenes y no puedo creer lo que vi allí.

Avergonzado me di cuenta, que leí casi descuidadamente unas pocas líneas del texto de nuestro sermón de hoy. Habla de un año en el que no hubo rocío ni lluvia. El cronista describe que hubo un arroyo que se secó completamente por falta de lluvia.

Simultáneamente se abre un entendimiento diferente para el texto que hasta ahí había comprendido como una historia maravillosa.

En su angustia Elías se pone en camino. Nos podemos imaginar que deja atrás todo aquello que constituyó su vida. Incluidas sus pertenencias y posesiones. Solo la perspectiva de encontrar en otro lugar algo que le ayude a sobrevivir, lo impulsa.

En Alemania mucha gente ha tenido que dejar todo atrás en estos días, para primero llegar a un lugar seguro. Allí a donde llegan, los esperan personas con los brazos abiertos. Personas que les abren las puertas de sus casas, les ofrecen protección y refugio a aquellos que todo lo perdieron.

Podrían, así como la viuda, simplemente referirse a que lo que poseen no va alcanzar. Pero es aquí en donde ocurre lo maravilloso de la historia. La viuda acoge a Elías aunque tendría suficiente motivo para ahuyentarlo. 

“En tiempos de necesidad la gente se mantiene unida”, me dijo mi abuela hace muchos años cuando me contó sobre los tiempos de guerra. Casi no comprendí la dimensión de lo que ella me contó una y otra vez. Hay algo que sí comprendí en ese entonces cuando tenía siete años. En tiempos de crisis es importante mantenerse unidos. Que la necesidad de otro se vuelve mi propia necesidad. Y, que hay una manera de salir juntos de dicha necesidad.

Cuando veo a las personas haciendo el trabajo de poner todo en orden, como sacan la suciedad de sus casas, como se acumulan cosas que ya nadie va a poder usar, delante de las puertas, entonces vuelvo a pensar en mi abuela cómo me habló de las “mujeres de escombros” después de la segunda guerra mundial.

Recuerdo los años de escasez, sobre los que me habló, en los que cambiaban carbón por papas, huevos y tocino. Y al mismo tiempo veo como muchos años después todos estamos sentados al rededor de una mesa repleta de manjares y brindamos por la vida que trajo consigo tantas dificultades.

A veces nos arrollan tiempos en los que se trata solo de nuestra supervivencia. Qué bueno si entonces hay personas como la viuda que nos abren las puertas de sus casas y hacen suya nuestra propia necesidad.

Sorprendente como una historia que al comienzo catalogué como demasiado maravillosa, me habla de una manera totalmente nueva después de milenios. Y al mismo tiempo pienso: Si, nosotros los adultos las necesitamos, esas maravillosas historias, para que despertemos a aquello que realmente cuenta.

“¡Ayúdame Señor de mi vida, que yo no sea en vano, que no esté aquí en la vida en vano!”

Amén.