Sermón en diálogo del domingo Israel

Sermón del 10. Domingo después de Trinitatis

La Epifanía – Ciudad de Guatemala

08 de Agosto de 2021

Predicador Hartmut Schostak – Pastor Thomas Reppich (cursiva)

Éxodo 19, 1-8

1 Los israelitas llegaron al desierto de Sinaí a los tres meses de haber salido de Egipto. 2 Después de partir de Refidín, se internaron en el desierto de Sinaí, y allí en el desierto acamparon, frente al monte, 3 al cual subió Moisés para encontrarse con Dios. Y desde allí lo llamó el Señor y le dijo: «Anúnciale esto al pueblo de Jacob; Declárale esto al pueblo de Israel: 4 “Vosotros sois testigos de lo que hice a los egipcios, y de que os he traído hacia mí como sobre alas de águila. 5 Si ahora vosotros me sois del todo obedientes, y cumplís mi pacto, seréis mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, 6 vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.” »Comunícales todo esto a los israelitas.» 7 Moisés volvió y convocó a los ancianos del pueblo para exponerles todas estas palabras que el Señor le había ordenado comunicarles, 8 y todo el pueblo respondió a una sola voz: «Cumpliremos con todo lo que el Señor nos ha ordenado.» Así que Moisés le llevó al Señor la respuesta del pueblo

Queridos hermanos,

la historia del judaísmo no se puede entender separada de la historia del antiguo pueblo de Dios. Cuando los padres judíos le cuentan a sus hijos sobre la fe en Dios, entonces hacen referencia a la historia de Israel. 

Una y otra vez se menciona el éxodo de Egipto, los años en el desierto, el recibimiento de las tablas con los mandamientos y finalmente la llegada a la tierra prometida. Hasta el día de hoy los judíos cimientan su unión con su país, el actual Estado de Israel, con su historia vivida allí. Tanto más dolorosa es la  larga historia de la persecución al judaísmo y todos los derechos territoriales hasta el día de hoy. El anti-judaísmo y el antisemitismo no se han superado hasta el día de hoy. ¿Cómo podemos entender hoy este texto bíblico que  acabamos de escuchar como lectura del Antiguo Testamento? ¿Cómo podemos interpretarlo como cristianos, sin privarlo de la independencia de ser uno los testimonios fundamentales del la fe de los judíos?

El sermón de hoy, en forma de diálogo, tendrá en cuenta ambos puntos de vista. Hartmut buscará un enfoque cristiano del texto y yo dejaré hablar el texto desde la perspectiva judía, sin querer presumir de poder presentar “el” punto de vista judío de manera completa y concluyente.

Quiero comenzar con una pregunta para ti, Hartmut: ¿Cuáles fueron tus primeras ideas después de leer el texto como cristiano?

Siempre tuve dificultades para entender por qué Dios, si es el Dueño de todo el mundo, escoge un pequeño pueblo en el oriente para prometerle fidelidad y lo elige como “su” pueblo. ¿No es más bien una forma humana de crearse su “especie”? Y además: ¿Quién escribió eso, y cuándo? Según nuestro texto para el sermón en Éxodo, primero se enumeran una serie de mandamientos y prohibiciones. Y muchos de ellos han dado lugar  a  problemas en las relaciones con judíos creyentes. ¿O fueron israelitas? ¿El reino del norte o el reino del sur?

Simultáneamente me disgusta explicar todo el Antiguo Testamento a través del Nuevo Testamento, en el sentido de: ahora como cristianos somos el real pueblo de Dios. Jesús también fue judío. Debe de haber algo especial detrás de eso, de las historias de Abraham, Jacob, Isaac y también Moisés y Elías. Pero ¿Qué estaba pensando Dios? ¿Se puede siquiera usar un término humano como “pensar” con Dios?

Estoy casi seguro que si nosotros los cristianos nos limitáramos a la historia de Dios con los seres humanos, entonces notaríamos rápidamente qué problema tenemos. Seguro que un judío y una judía creyentes saben lo que Dios espera de ellos. Y los profetas no se cansaron de apelar a la conciencia del pueblo y de repetirles esto a lo largo de los siglos. Y sin embargo, en el judaísmo hace falta una enseñanza amplia sobre Dios. Me pregunté durante mi estudio si no es fundamentalmente incorrecto hacer de Dios el contenido de nuestra contemplación. Hoy me digo: solo puedo hablar de Dios, si hablo de mis experiencias con Él, mi historia personal con Dios. En las narraciones de unos a otros se cristalizará una “verdad” que lo conecta todo. No existe como una doctrina labrada en piedra y por todos los tiempos. Es experimentada cada vez de nuevo junto con los demás, también podría decir, puede ser encontrada. Así se manifiesta Dios hasta hoy. Se muestra en nuestra historia con Él.

En eso estoy de acuerdo contigo. La experiencia personal de la vida con Dios también es lo más importante para mí. Yo tampoco necesito de la teología para que me explique qué es Dios y dónde está y cómo es. Pero es importante para mí cuando me ayuda a situar textos, a entender conexiones. Probablemente podemos discutir y reflexionar durante muchos días sobre el por qué Dios escogió precisamente a este pueblo relativamente pequeño. Pero lo que es evidente es el gran papel en la vida cultural y científica que muchos judíos han jugado en muchos países del mundo. Y al mismo tiempo el gran rechazo que recibieron una y otra vez. Quizás esto se deba a su manera de aferrarse a las antiguas tradiciones cuyas reglas las podemos encontrar todas en los primeros cinco libros de la Biblia. Siempre me vuelvo a sorprender,  como, sobre todo los judíos ortodoxos, toman estos textos de manera literal, incluso hoy. Su apariencia y comportamiento a menudo los sitúan fuera de las sociedades en donde viven.

Pero justo allí es en donde veo el gran ejemplo de los judíos para nosotros: Siempre y a todo momento se puede ver qué fe profesan. En nuestro caso más bien no es así. No solo externamente, también en nuestro comportamiento en la vida cotidiana muchas veces no nos diferenciamos mucho de los no cristianos. ¿En dónde nos volvemos visibles como cristianos, fuera de nuestra participación en el servicio dominical una vez a la semana?

Al final de nuestro texto para el sermón de hoy dice algo significativo: «Cumpliremos con todo lo que el Señor nos ha ordenado.» Tú hablas de que nosotros los cristianos nos diferenciamos poco de los no cristianos en nuestra vida cotidiana. La conversación de Dios con Moisés, su comprensión de aquello que Dios exige de su pueblo, lo podemos comparar con nuestros servicios dominicales. Nos reunimos en la presencia de Dios, escuchamos su palabra y nos enteramos de esa manera aún hoy, lo que Dios espera de nosotros. Los servicios dominicales pueden ser pequeñas montañas de conocimiento, que escalamos. Que la pregunta: ¿Qué ocurre, cuando bajamos de esas montañas, cuando regresamos a nuestra vida cotidiana? ¿Hacemos  aquello que escuchamos? ¿O lo hacemos como lo hizo con frecuencia el pueblo de Israel en ese entonces y bailamos al rededor del becerro de oro?

Ese justamente es el punto. Tú señalas con razón, que el pueblo hablaba unánimemente. Pero esa unanimidad no duró mucho tiempo ni en el libro del Éxodo ni en los siguientes libros del Antiguo Testamento. No solo el becerro de oro es un ejemplo claro para la frecuente falta de firmeza del pueblo elegido. ¿Podemos contemplarnos como sus sucesores? No, no hay sucesión, porque el pueblo de Israel aún existe, igual que la promesa de Dios a ese pueblo. Él no la revoca. Si nos contemplamos como Ecclesia, como llamados de Dios, entonces solo podemos pensar en nosotros mismos como aquellos que están al lado del pueblo de Israel, es decir también como hijos de Dios. Y en términos de la falta de firmeza, seguro podemos acoger lo que hace el pueblo elegido. Es allí en donde la lectura del Antiguo Testamento nos puede servir de consuelo: A pesar de la inconstancia, Dios sigue apoyando a su pueblo. Y así se mantiene firme en sus promesas, las que hizo en el Nuevo Testamento y que son válidas para nosotros. 

¡Gracias a Dios!

Amén.