
Sermón del 11. Domingo después de Trinitatis
La Epifanía – Ciudad de Guatemala
15 de agosto de 2021
Pastor Thomas Reppich
Carta a los Efesios 2, 1-5
1 En otro tiempo vosotros estabais muertos en vuestras transgresiones y pecados, 2 en los cuales andabais conforme a los poderes de este mundo. Os conducíais según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. 3 En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos.[1] Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, 5 nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia habéis sido salvados!
Queridos hermanos,
la Biblia nos desafía todos los días. Tanto la historia del pueblo de Israel como la historia de los primeros cristianos. Hay que estar vigilantes y atentos al lidiar con algunos testimonios de los seres humanos. Demasiado fácilmente estaremos en peligro de caer en uno que otro abismo.
Cada uno de los tres textos tienen su mensaje:
Fijemos nuestra atención primero en el texto del Antiguo Testamento. Habla del vanidoso David, al que Nathan tiene que contarle una historia. Hay un hombre pobre que tiene solo una oveja y un hombre rico que posee una gran manada de ovejas. Cuando el hombre rico tiene que agasajar a alguien, éste es muy avaro y sacrifica la oveja del hombre pobre. David, quien escucha esta historia, se enfada. Pero antes de que pueda agitarse más, Nathan le ordena detenerse. “Tu eres el hombre”, objeta Nathan “Tu eres el ungido de Dios y sin embargo has hecho mal de muchas maneras,” explica Nathan. Al final David reconoce su culpa por lo que Nathan le otorga el perdón de Dios.
San Lucas nos cuenta la historia del fariseo y del publicano. Ambos van al templo para orar. El fariseo le da las gracias a Dios en su oración de manera presuntuosa, porque no es como la otra gente, ladrón, injusto, adúltero o como ese publicano. Resalta que periódicamente ayuna y da el diezmo. El publicano está de pie lejos de él. ¿Será que se da cuenta lo mal que el fariseo habla de él? Solo lo podemos suponer. La distancia que ha elegido tener entre ellos habla por s¡i sola. El publicano se muestra arrepentido. No resalta ninguno de sus méritos sino que confiesa todas sus culpas y pide a Dios que tenga piedad. Nosotros estamos del lado del publicano y juzgamos la actitud del fariseo.
¡Cuidado! Pienso yo y me acuerdo de un seminario sobre el Nuevo Testamento durante mi estudio. El tema central eran las tendencias anti-judías en el Nuevo Testamento. También hablamos sobre el fariseo y el publicano. Pues bien, a nosotros también nos pueden parecer sospechosas las personas estrictamente religiosas, porque viven su fe de manera clara e inequívoca y no se cansan de hacer referencia a que otros no lo hacen igual que ellos. ¡Cuidado! Pienso por segunda vez. ¿Estoy a punto de ser presuntuoso? ¿Estoy juzgando a alguien que es diferente a mi? ¿Más piadoso y más creyente de lo que he sido hasta el día de hoy? ¿Utiliza San Lucas una salvedad que ha crecido históricamente frente a fariseos y publicanos con la ayuda de la persona de Jesús ? Algo aprendí en aquel entonces en el seminario: los judíos y cristianos eran pequeños grupos en el imperio romano. En vez de fortalecerse mutuamente en una unión fraternal, prefirieron asegurar su propia supervivencia en aquel tiempo.
El mensaje del texto para el sermón de hoy, de la carta a los Efesios, es muy distinto. Independientemente de que esta carta haya sido escrita por San Pablo o se pueda atribuir a uno de sus alumnos, una cosa se puede sostener. La fe de un cristiano difícilmente se comprende en un contexto histórico concreto. La vida transcurre en un espacio que se extiende entre el Cielo y la Tierra (véase Rainer Schwindt: La Cosmovisión de la Carta a los Efesios, Tubinga 2002, página 33.). Esto es aún más significativo porque el destino concreto da un paso atrás en beneficio de un destino imaginado.
En relación con el sermón de la semana pasada, el domingo de Israel, también se podría decir: Al principio fueron las historias de la vida y la fe de los padres tribales y luego del pueblo de Israel que fueron atestiguados, ahora ha comenzado un tiempo sin nombre. Cada una y cada uno puede sentirse abordado, es desafiado a encontrar su lugar dentro del mundo de la fe de los cristianos. Esto puede inicialmente parecer una ganancia, porque el mensaje del Evangelio se contempla desde su mensaje central. Para nosotros los creyentes, así lo afirmo, es más bien un atrevimiento.
Naturalmente sabemos, que todos, así como lo dice el texto para el sermón, no llevamos una vida sin transgresiones o pecados, como lo dice la Biblia (V. 1) Andamos conforme a los poderes de este mundo y nos conducimos según el que gobierna las tinieblas. (V. 2) Nos dejamos impulsar por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. (V. 3) todos mereceríamos ser objetos de la ira de Dios, pero Dios sale a nuestro encuentro con su misericordia. (V. 3-4)
A veces pienso que en ocasiones lo hacemos innecesariamente difícil en nuestra relación con Dios, en nuestra fe. ¿Realmente es significativo si nos parecemos al fariseo o al publicano? Ambos tienen su historia con Dios – y la viven. ¿Cómo se ve nuestra historia con Dios? ¿Aparece en nuestra historia entonces cuando comenzamos nuestro día, luego hacemos nuestras tareas, cuando hacemos compras, cuando estamos conversando con otros, cuando compartimos el destino de otros, experimentamos cosas que nos conmueven hasta lo más profundo de nuestro ser, que nos irritan y nos hacen dudar, hasta el momento cuando el día se está acabando y nosotros lo observamos en retrospectiva con todo los que nos regaló a nos exigió?
Se necesita valor para dejar entrar a Dios en nuestra propia historia de vida. Y se necesita de aún más valor para hablar de esta propia vida en relación con Dios. Es más fácil reprimirse, callar y siempre aparentar que estamos en paz con la vida y con Dios
Claro que un Job puede reclamarle a sus amigos: “Ustedes atormentan mi alma con palabras.” (Job 19,2). ¿Pero no debería alegrarse de tener amigos así? Ellos crean el espacio para discusiones, quejas y alegría, ese espacio que con frecuencia extraño.
„Mis estrechos límites, mi corta vista
presento ante ti.
¡Transfórmalos en vastedad, Señor, ten piedad!“ EG 598,1
Amen.