¡Efatá! ¡Ábrete!

Sermón para el 12. Domingo después de Trinitatis

La Epifanía – Ciudad de Guatemala

22 de agosto de 2021

Pastor Thomas Reppich

Marcos 7, 31-37

31 Luego regresó de la región de Tiro y se dirigió por Sidón al mar de Galilea, internándose en la región de Decápolis. 32 Allí le llevaron un sordo tartamudo, y le suplicaban que pusiera la mano sobre él. 33 Él lo apartó de la multitud para estar a solas con él, le puso los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva.[9] 34 Luego, mirando al cielo, suspiró profundamente y le dijo: «¡Efatá!» (que significa: ¡Ábrete!). 35 Con esto, se le abrieron los oídos al hombre, se le destrabó la lengua y comenzó a hablar normalmente. 36 Él les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más se lo prohibía, tanto más lo seguían propagando. 37 La gente estaba sumamente asombrada, y decía: «Todo lo hace bien. Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Queridos hermanos, 

Hoy quiero presentarles a Jan. Jan tiene catorce años. Desde hace algún tiempo ya no habla. Y parece ser que tampoco escucha nada. Al principio el cambio casi ni se notaba en él. En el colegio los profesores algunas veces lo miraban asombrado cuando le hacían una pregunta, pero él no contestaba. Los profesores que lo apreciaban se decían: “Jan tiene un mal día.” Los profesores que no lo estimaban tanto, movían sus cabezas en señal de desaprobación y hacían una anotación en el libro de clases. 

El cambio no se notó en casa. Los padres estaban a) demasiado ocupados consigo mismos y b) ¿Qué más se puede esperar de un adolescente que no sea una retirada? Una retirada absoluta del mundo que lo rodea.

Si alguien le hubiera preguntado a Jan, el seguramente solo se habría encogido de hombros y habría callado… ¿Sí podía escuchar y solamente se hacia el sordo?

Había muchas razones para haberlo silenciado. No vale la pena enumerarlas, bueno sí, pero quien de nosotros no conoce los momentos en los que uno solo quiere disolverse en el aire y no tener nada que ver con nada ni con nadie. ¿Por qué? – una pregunta que uno tal vez aún escucha y sin embargo ya no la quiere oír porque hace tiempo que no la puede responder. 

Jan está en un punto de retorno en su vida. Su padre diría: “O lo logras ahora o puedes  dar tu vida por terminada.” A su madre hace rato que le faltan las palabras. Reacciona de manera emocional, llora y a veces le grita. 

Hace tres semanas que Jan no ha vuelto al colegio. El director del curso ha llamado varias veces, primero preocupado y luego cada vez más enojado. Puede escucharse que no funciona de esa manera. Al final amenazó con la expulsión del colegio. Los padres ya no saben qué hacer. Cuando el padre quiere confrontar nuevamente a Jan, éste huye. 

Cambio de escena: 

De una manera muy misteriosa el evangelista Marcos habla de alguien a quien le llevan a un sordomudo para que lo sane. ¿Por qué el texto griego original según Marcos no menciona el nombre del sanador, si es tan obvio que se trata de Jesús?

Tal vez Marcos retoma una antigua narrativa, en la que se quería evitar que fuera demasiado claramente visible de quién se trataba al hablar del sanador. Aunque Jesús obraba públicamente, la narración tuvo que hacerse en secreto durante mucho tiempo durante la persecución.

En todo caso Jesús abre los oídos y la boca del sordomudo. De manera central, para Marcos, en esta sanación se trata de la fe: sordo es aquel que no escucha el Evangelio o no lo quiere escuchar. Y mudo es aquel al que simplemente no le quiere salir la confesión de Dios de su boca.

“¡Hephata!“ “¡Ábrete!“ Con estas palabras Jesús cambia la vida del sordomudo profundamente. Tal vez él ya escuchó estas palabras muchas veces. Pero algo es distinto en el caso de Jesús. Él obra en poder de Aquel que lo envió, con el poder del Espíritu. Jesús hace de un ser humano introvertido, a alguien que vuelve a escuchar y que encuentra palabras para ponerse en contacto con otras personas.

De vuelta a Jan:

Jan está desde hace tres meses en el área cerrada de la psiquiatría. Se podría decir que él mismo se ingresó. En la noche de su huída en algún momento entró a la sala de urgencias. Los médicos de turno comprendieron rápidamente que algo no estaba bien. Jan no llevaba nada consigo que pudiera determinar su identidad. Ahora sus padres ya saben en dónde está y accedieron a su estadía allí. De alguna manera no parece importarles. Solo lo han visitado una vez, al comienzo, para llevarle ropa. 

Jan sigue sin hablar. Cuando alguien le habla entonces a veces parece asombrarse.

Hace poco Paul se sentó junto a Jan afuera en la banca del parque.  Jan inicialmente no le prestó atención, tal como lo hacía con los demás. Miraba fijamente al frente. En algún momento Paul comenzó a leer de un libro. 

Jan al inicio pensó – qué palabras tan extrañas, cuando comenzó a escuchar más y más de lo que Paul leía hasta que sintió que algo pasaba dentro de él. Se sentía como si alguien hubiera abierto la puerta hacia su interior y todo el aire viciado de los últimos meses, no, de los últimos años al fin pudiera escapar.

Paul leyó poco a poco la historia de un hombre, que vivió en el pasado distante, debieron de ser siglos. Cuando él leyó la historia que extrañamente le recordaba a sí mismo, ocurrió algo inimaginable.

Con las palabras “Hephata” interiormente es conmovido por algo. Jan abre la boca y un grito sale de su interior. Se tapa los oídos, pues parecen estar a punto de estallar. Buscando ayuda mira a Paul. Este de alguna manera se mantiene relajado. Jan todavía no comprende cada una de las palabras. Se siente como si Paul le hubiera dicho “No tengas pánico, hermano.” 

Volvámonos nuevamente a Jesús:

Antes de que Jesús le dice al sordomudo “Hephata”, mira al cielo y suspira. El cielo es la fuente de la que él vive. En su interior probablemente hizo una oración de súplica: “Que este hombre encuentre fuerza en la fe.” Luego dice: “¡Hephata! ¡Ábrete!”

Al fin – pudo haber pensado este… al fin hay alguien que realmente me ve, ve mi ser y reconoce mi necesidad y me habla. 

Jan sigue en la psiquiatría. Los médicos están asombrados con su cambio. Creen que la modificación en uno de los medicamentos es la que ocasionó el cambio. Jan lo sabe mejor.

Paul y Jan se volvieron amigos y se ocupan mucho de los demás jóvenes. Todavía no está claro, cuánto tiempo más tendrá que estar Jan allí. En el fondo no tiene importancia, porque siente que la vida real tiene lugar en otros contextos. A veces Jan y Paul se sientan en la banca en el jardín y forjan planes para el futuro.

Queridos hermanos,

Puede pasar mucho tiempo antes de que una persona, o más bien debería decir nosotros seamos sanados. También tenemos historias en las que el ser y el tiempo se densifican, en las que repentinamente e inesperadamente podemos sanar después de mucho tiempo. ¿Cuándo ocurrirá esto con cada uno de nosotros? nadie lo sabe. Tal vez ya ocurrió hace mucho tiempo y también nosotros forjamos planes para el futuro como Jan y Paul. Tal vez no ha llegado ese día, en el que alguien nos diga: “Hephata” y nosotros pensamos en nuestro interior “¡Al fin!”. Pero va a llegar ese día. Eso es seguro.

Esta también es la profunda razón por la que debemos escuchar una y otra vez estas viejas historias… hasta que llegue el día… el día en que algo se abre en nosotros… para cada uno de nosotros… y algo cambie profundamente en nosotros. En ese día cada uno de nosotros podrá entonar la antigua palabra del salmista: 

“¡Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero!”

Amén.