Divididos por causa de Jesús

Sermón del 21. Domingo después de Trinidad

La Epifanía – Ciudad de Guatemala

24 de octubre de 2021

Pastor Thomas Reppich

San Mateo 10

34 »No creáis que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada. 35 Porque he venido a poner en conflicto “al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; 36 los enemigos de cada cual serán los de su propia familia”.[5] 37 »El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. 39 El que encuentre su vida, la perderá, y el que la pierda por mi causa, la encontrará. 

Queridos hermanos,

el texto para el sermón de hoy está en contexto con el sermón de envío por parte de Jesús a aquellos  que lo quieren seguir. Por eso esto es tan importante porque el texto que siempre ha generado irritación , no es comprensible fuera de su contexto.

Jesús no pone en tela de juicio las relaciones especiales dentro de una familia ni intenta socavar el cuarto mandamiento. Solamente intenta describir lo que les espera a los apóstoles en su función.

Antes de que Jesús envía a sus apóstoles a su misión, les da algunas instrucciones y consejos prácticos para su servicio y el tiempo que les esperan a todos. Con su autoridad deben ponerse en camino y sanar enfermos y echar fuera malos espíritus. Jesús envía a sus apóstoles a donde las ovejas perdidas de la casa de Israel. La misión de los paganos todavía no la tiene en cuenta. El mensaje es claro y preciso: „el Reino de los Cielos está cerca.“ (V. 7) 

Durante el viaje ellos deben vivir de aquello que otros les dan por su trabajo. Jesús es consciente de que envía a sus discípulos a una misión peligrosa. „Os envío como ovejas en medio de lobos.“ (V. 16) Jesús tiene claro que los van a perseguir, a tener prisioneros e incluso es posible que los condenen. 

Lo que Jesús tiene para decir, de ninguna manera son perspectivas de color rosa para sus discípulos. ¿Quién de nosotros se dejaría convencer de Jesús para su causa bajo estas condiciones?

Todo suena tan diferente a nuestra vida cotidiana que encontramos en nuestras congregaciones. Nuestras invitaciones al culto o a otras reuniones siempre se formulan de tal manera que otros realmente se sientan invitados. Cuando obtenemos un no como respuesta, no nos „sacudimos el polvo de los pies“ demostrativamente (compárese con versículo 14) y seguimos nuestro camino. Mostramos comprensión y luego decimos en la congregación: „pues, los intereses simplemente son otros.“

Seguramente no podemos comparar aquel tiempo con el nuestro. ¿Pero por qué no? Nosotros también debemos admitir que perdimos a algunos. Miembros de la congregación, que todavía aparecen en mi lista con su nombre; todos aquellos que alguna vez admitieron que quieren formar parte de esta congregación, se nos perdieron a lo largo de los años. Para ello hay razones muy diferentes. Sí, uno o la otra no estaban de acuerdo con el desarrollo que mostró la congregación. No encontraron en la vida cotidiana de la congregación lo que estaban buscando. Los conflictos personales también son un motivo, así como la simpatía y la antipatía hacia algunos.

Si ponemos algo de lo que Jesús les dijo a los discípulos que envió, en una balanza, cuando se planteó la cuestión de si nuestro ministerio debía llevarse a cabo y cómo, entonces tendemos a asustarnos.

En la familia también hay dificultades y conflictos incluso sin el tema de la fe. Entonces para qué alborotarla con un tema que para muchos no es el punto central de sus vidas.

Jesús no quería simplemente invitar a las personas a un culto en la sinagoga más cercana.  En general estaba menos preocupado por tener más bancas ocupadas. Lo que tenía para decir no era nada menos que:  «Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos y creed las buenas nuevas!» (Marcos 1,15)

Con este mensaje hacía sus recorridos. Las personas se unían a él y se ponían a su servicio. Pero de nuevo, aquellos que entonces estaban de camino, no eran recibidos de manera amable en la puerta ni eran invitados a un café o un pedazo de torta. Con demasiada frecuencia les cerraron la puerta en la cara y así tenían que ir a dormir hambrientos y al aire libre. 

Cómo se volvió de cómodo y confortable. Nos acomodamos bien – y yo mismo no me puedo quejar, hago parte de los mensajeros a los que realmente les va muy bien. Pero antes de que sigamos pensando en ello: ¿No tenemos que cambiar primero los papeles? ¿No somos los perdidos, a los que Dios tiene que acudir antes de que consideremos ponernos en camino? El Evangelio se acerca a nosotros. ¿Escuchamos su llamado?

Un día (Texto: Alois Albrecht)

Un día alguien vino,
que tenía magia en su voz,
un calor en sus palabras,
un encanto en su mensaje.

Un día alguien vino,
que tenía alegría en sus ojos,
una libertad en su actuar,
un futuro en sus señales.

Un día alguien vino,
que tenía esperanza en sus milagros,
una fuerza en su ser,
una franqueza en su corazón.

Un día alguien vino,
que tenía un amor en sus gestos,
una bondad en sus besos,
una hermandad en sus abrazos.

Un día alguien vino,
que tenía a un padre en sus oraciones,
a un ayudante en sus miedos,
a un Dios en sus gritos.

Un día alguien vino,
que tenía un espíritu en sus actos,
una fidelidad en su sufrimiento,
un sentido en su muerte.

Un día – quién sabe, tal vez ya estuvo aquí y si no podemos tener la esperanza de que ese día llegue – sí, un día él también va a golpear en nuestra puerta. Allí hay alguien parado y pide que lo dejen entrar. Vamos a dejarlo entrar y echar fuera a todos los demás de la casa.

Un día alguien vino (viene),
que tenía un tesoro en su cielo,
una vida en su muerte,
y una resurrección en su fe.

Amén.