
Sermón del 3. Domingo después de la Epifanía
el 23.01.2022
La Epifanía
de Pastor Thomas Reppich
San Mateo 8, 5-13
5 Al entrar Jesús en Capernaún, se le acercó un centurión pidiendo ayuda. 6 ―Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis y sufre terriblemente. 7 ―Iré a sanarlo —respondió Jesús. 8 ―Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo quedará sano. 9 Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores, y además tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace. 10 Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían: ―Os aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe. 11 Os digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12 Pero a los súbditos del reino se les echará afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes. 13 Luego Jesús le dijo al centurión: ―¡Ve! Todo se hará tal como creíste. Y en esa misma hora aquel siervo quedó sano.
Queridos hermanos,
Todavía hoy muchos viajan cuando se han enfermado y no hay esperanza de una cura. Los médicos ya no pueden hacer nada. Cuando los enfermos buscan su última oportunidad, con frecuencia reciben solo un movimiento negativo con la cabeza. Los familiares y amigos no entienden muy bien, por qué se confía en cualquier charlatán dudoso. „¿Por qué no puedes simplemente aceptar que cualquier ayuda llega demasiado tarde? Sencillamente acepta tu enfermedad. Goza el tiempo mientras puedas y aprovéchalo. En algún momento ya no lo vas a poder hacer.“
Las hay. Esas personalidades. Ningún problema, ningún golpe del destino los llevará a perder la esperanza y a no buscar una salida. Se rebelan y luchan incluso contra el peor pronóstico de los médicos. A veces sin éxito. Pero simplemente claudicar no es parte de su naturaleza. „La esperanza es lo último que se pierde.“ No se cansan de recalcar esto. Algunos incluso en su lecho de muerte. ¿Realmente queremos desearles más comprensión de lo inevitable?
El evangelista Mateo nos habla de un centurión. Este escuchó de las habilidades especiales del predicador itinerante llamado Jesús. Uno de sus siervos está tan gravemente enfermo que el médico de la guarnición lo dio por perdido, eso es de suponerse.
¿Qué hacemos en una situación sin esperanza? Algunos se rendirán a su destino. Otros buscan una salida. El centurión de Capernaún no quiere darse por vencido.
Por eso hay tres cosas que admiro en el comportamiento del centurión. Por un lado está dispuesto a confiar en el poder de una persona completamente desconocida. Observemos la pintura de Paolos Veronese que incluí en el programa (https://www.oel-bild.de/Der-Hauptmann-von-Kapernaum-vor-Christus~41470.htm).
Muestra a un centurión posicionado justo en la mitad del cuadro, que se arrodilla ante Jesús. Todo su poder solo alcanza para encontrar el camino hacia Jesús y arrojarse a sus pies. La mirada de los apóstoles es cualquier cosa menos complacida, como tantas veces, cuando Jesús se acerca a personas que no encuentran la aprobación de ellos. „Deja al centurión“ piensan seguramente. „Él tiene todo el poder. Que se ayude a sí mismo.“ Los apóstoles aún no han reconocido, o no quieren aceptar que Jesús vino por aquellos, que no forman parte de la gente creyente, sobre todo por aquellos que le hacen la vida imposible al pueblo y merecen todo el odio.
Cuando Jesús se entera del siervo enfermo del centurión, accede a acompañarlo. Lo que el centurión responde a ese ofrecimiento, incluso a Jesús le sorprende. „Les aseguro que en Israel no he encontrado a alguien que tenga tanta fe.“ El centurión está convencido que Jesús solo tiene que decir una palabra para que el siervo sea sanado y pueda levantarse de su lecho de enfermo.
„Pero basta que digas una sola palabra.“ Estas palabras son tan importantes en la historia de la iglesia, que fueron incluidas en la liturgia católica y encontraron su lugar en cada eucaristía.
La fe difícilmente podría ser más incondicional y abierta. En el fondo el centurión actúa por recomendación de otros. Èl conoce a Jesús tan poco y no ha sido testigo de su poder con sus propios ojos. Con ello el evangelista fija un momento fundamental de la fe: quien cree, confía plenamente en Dios.
Por otro lado la circunstancia, que mencioné en la corta descripción del cuadro, es digna de atención y quiero referirme a ella nuevamente. ¿Por qué Paolos Veronese pintó al centurión como un hombre débil? Lo hubiera podido pintar como a un general fuerte, que tiene el poder de ordenarle a Jesús de sanar a su siervo. Tampoco un gobernador tiene que hacer todo él mismo.
El poder del centurión, que Veronese ilustra, es uno indirecto. Él mismo ya no se puede sostener en pie. Tiene que ser apoyado por dos soldados. Junto con el centurión, así lo quiere ilustrar el cuadro, su poder se va al suelo. Su gesto confiesa desalentado: „Mi poder ha llegado a su fin. Estoy arrodillado frente a ti con las manos vacías y solo me llena el deseo que tu las tomes y me salves.“
Más de uno ha perdido la cabeza de esta manera. Cuán grande debe ser la confianza del centurión para entregarse a Jesús de tal manera: sin seguridad, sin garantía.
Quiero resaltar un último punto que es notable, el hecho que el centurión se preocupe por el bienestar de un subordinado. „Solo es un siervo.“ Seguramente le reprocharon algunos, cuando expresó la intención de ir a buscar al predicador itinerante. „Seguramente encontraremos pronto a otro“, pudo haber objetado otro, para hacerlo desistir de ese acto de exponer su debilidad.
Hasta el día de hoy se considera fuerte a un gerente que muestra su poder en momentos importantes, deja ver a sus empleados sus posibilidades y no muestra ninguna debilidad.
Si nos miramos de manera honesta y a nuestra historia de vida, ¿No pasamos también mucho tiempo preservando nuestro poder y nuestra influencia? En ese proceso también nos asusta el comportamiento, que otros pudieran interpretar como debilidad, incluso entonces cuando dejamos de ser nosotros mismos.
Notemos nuevamente:
Quien cree, confía en Dios plenamente
Quien cree, tiene el coraje de saltar a lo desconocido
Quien cree, tiene en cuenta a otros
Un último momento decisivo, desde mi punto de vista, quiero complementarlo al final: creer significa tomar conciencia de toda la ignorancia y aceptar ese conocimiento.
Incluso el mejor testimonio de la Biblia, presentado de manera creíble y convincente, no nos hace conocedores.
Una canción maravillosa de Taizé puso esto en las palabras apropiadas. Describen los pensamientos de una persona que lucha en extrema necesidad con Dios, Dietrich Bonhoeffer. Se llama „Peru tú conoces el camino para mi.“ El texto de la canción se basa en una oración de la mañana de Bonhoeffer. Allí dice:
Dios, temprano en la mañana clamo a tí
ayúdame a orar y a ordenar mis pensamientos;
no lo puedo hacer solo
hay oscuridad en mi, pero en ti hay luz.
estoy solo, pero tú no me abandonas.
estoy desalentado, pero en ti hay ayuda
estoy intranquilo, pero en ti hay paz
en mi hay amargura, pero en ti hay paciencia
no comprendo tus caminos,
pero tú conoces el camino correcto para mi.
Padre Celestial,
alabado seas y gracias a ti por el descanso de la noche
Alabado seas y gracias a ti por el nuevo día
Alabado seas y gracias a ti por tu bondad y tu fidelidad
en mi vida pasada.
Me diste muchas cosas buenas,
déjame tomar también lo difícil de tus manos
No me vas a a imponer más de lo que puedo soportar.
Tú haces que todas las cosas sean lo mejor para tus hijos.
(https://www.dietrich-bonhoeffer.net/zitat/425-gott-zu-dir-rufe-ich-am-fr/)
Amén.