¡Comienza a andar!

Sermón del 4. Domingo antes de la Cuaresma

06.02.2022

La Epifanía – Pastor Thomas Reppich

Mateo 14, 22-33

22 En seguida Jesús hizo que los discípulos subieran a la barca y se adelantaran al otro lado mientras él despedía a la multitud. 23 Después de despedir a la gente, subió a la montaña para orar a solas. Al anochecer, estaba allí él solo, 24 y la barca ya estaba bastante lejos[1] de la tierra, zarandeada por las olas, porque el viento le era contrario. 25 En la madrugada,[2] Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. 26 Cuando los discípulos lo vieron caminando sobre el agua, quedaron aterrados. ―¡Es un fantasma! —gritaron de miedo. 27 Pero Jesús les dijo en seguida: ―¡Calmaos! Soy yo. No tengáis miedo. 28 ―Señor, si eres tú —respondió Pedro—, manda que vaya a ti sobre el agua. 29 ―Ven —dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. 30 Pero, al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: ―¡Señor, sálvame! 31 En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: ―¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? 32 Cuando subieron a la barca, se calmó el viento. 33 Y los que estaban en la barca lo adoraron diciendo: ―Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.

Queridos hermanos,

Recuerdo muy bien un examen en la escuela secundaria superior, grado 12 de la escuela Karl-Schiller-Berufskollegs, en el año 2007. Para los alumnos de la escuela superior de comercio solicité una tarea sobre una caricatura que imprimí de Thomas Plaßmann. En ella se ve a dos religiosos tomando un café y discutiendo sobre un artículo del periódico. El titular dice: „La fe se está desvaneciendo.“ Uno de ellos se rasca la barbilla pensativo mientras que el otro comenta: „Pues sí, eso sería genial… una vez más un milagro realmente hermoso.“

Es comprensible anhelar un milagro en momentos difíciles. Actualmente no nos encontramos – en realidad ya son años o incluso décadas – en una ola de simpatía como parte de esta iglesia mundial.

Hay historias en la Biblia, que como el texto para el sermón de hoy, nos ponen a prueba. Historias que separan. Tal vez esa ni siquiera fue la intención de sus autores. Pero si ahora nos sentáramos en un círculo y comenzáramos a hablar de esta historia, ustedes podrían ver cómo probablemente serían de controvertidas las diferentes opiniones.

La comprensión de esta historia de caminar sobre el agua es difícil de abordar, presumiblemente extraña. Se nos dificulta comprender esas increíbles historias de milagros. Que Jesús sanó enfermos y para ello utilizó fuerzas sobrenaturales, eso todavía lo podemos entender. Y quien no cree que Jesús disponía de fuerzas sobrenaturales, puede salirse con la suya que la fe produce milagros; de lo contrario las sanciones a través de la homeopatía o en la cueva de Lourdes no podrían entenderse. Hay una interacción ente cuerpo y alma que no podemos explicar con la ayuda de las ciencias naturales. Si un alma enferma puede enfermar el cuerpo, entonces un alma curada puede curar el cuerpo. Pero una historia, en donde alguien camina sobre el agua, así como así: ¿qué hacemos con eso?

Tal vez nos pueda ayudar un chiste. Es una broma interna entre teólogas/teólogos y trata de Karl Barth, Rudolf Bultmann y Dorothee Sölle. 

Karl Barth, el teólogo, que como ningún otro, tomó muy en serio los milagros de los que habla la Biblia sin volverse un biblista;

Rudolf Bultmann, quien intentó como casi nadie, explicar los milagros y hacerlos comprensibles y Dorothee Sölle, para quien las historias de milagros eran una molestia particular, porque se daba cuenta cómo estas historias de Jesús pueden ser hoy un obstáculo para la fe – porque nadie camina sobre el agua.

Así que estos tres están en una barca en el lago Genesaret. Entonces Bultmann dice: „Olvidé mi tabaco“, se baja de la barca, camina sobre el agua y regresa con el tabaco. Un poco más tarde dice Barth: „Olvidé mi pipa preferida“, también se baja de la barca, camina sobre el agua y regresa con la pipa. Acto seguido Sölle se levanta y dice: „Voy a traer una botella de vino“, se baja de la barca y se hunde.
Entonces Bultmann se vuelve hacia Barth y dice: „Debimos de haberle dicho en dónde están las piedras“ – a lo que Barth lo mira asombrado y pregunta: „¿Cuáles piedras?“.

Para Bultmann hay algo claro, sin las piedras se hubiera hundido. Barth piensa, qué tontería, ahí no había piedras. Solo cuenta la fe. Y para Sölle todo es solo una molestia fastidiosa.

¿Con quién nos quedamos?

¿Es tan fácil e inequívoco dar una respuesta?

¿Qué podemos saber, qué podemos creer, que podemos esperar? Estas tres preguntas nos ocupan a nosotros los humanos. Todos las conocemos en diferentes contextos.

Y con el conocimiento todos tenemos nuestros problemas. Lo que para uno es posible,  la otra lo pone en duda.

Sobre todo los niños. Con sus preguntas del por qué, son los escépticos natos. ¿Por qué esto, por qué aquello? Al principio nos da mucha alegría poder responder las preguntas de los pequeños.  Hasta que, sí, hasta que un día surge de repente la pregunta: „¿Dios existe? ¿Qué hace todo el día? ¿Va a trabajar como tú, papá? ¿Cuál es su profesión?“ Notamos que nos falta el aire, ¿cómo evitamos una respuesta que no nos defina, sino que nos deje un espacio para interpretaciones?

Hay tiempos en los que nos queda más fácil responder a ciertas preguntas sobre la fe. Nos sentimos seguros y de alguna manera llevados en brazos. „Claro que Jesús caminó sobre el agua.“ Honestamente eso no se puede cuestionar. En otra ocasión sentimos cómo la vida nos arranca el piso debajo de los pies. Nos golpeamos, perdemos el valor y nos hundimos.

Pero todo es más que un truco psicológico. En la historia de la caminata sobre el agua, Jesús sale al encuentro de Pedro y Pedro al encuentro de Jesús. Hasta que, si, hasta que…

¿Se acuerdan de cómo aprendieron a montar en bicicleta? ¿Si? „¡Solo conduce!“ Decía la invitación del padre o de la madre „¡Solo conduce, aquí estoy!“

Eso iba bien durante algunos metros. Hasta que el padre o la madre ya no estaban en el campo de visión y nos asaltaba el miedo.

Y sin embargo, a pesar de todo el temor, aprendimos a montar en bicicleta y nos montamos hoy en día, por supuesto sin miedo, en la bicicleta.

¿Y si esto es similar a lo que ocurre con la fe?

Es como una invitación a montar en bicicleta y Dios nos dice: ¡Comienza a andar, estoy contigo!

Puede ser, que al comienzo nos caigamos con frecuencia. Pero en algún momento, si, en algún momento, la fe nos soporta. Y algunos incluso se permiten algún juego malabar. Se ponen de pie durante el viaje en bicicleta sobre el manubrio, levantan primero una pierna y luego sueltan una mano. Atrevido, podrá pensar alguien. ¿Ingenuo?

Dios nos invita a montar en bicicleta. Qué metáfora para nuestra fe. Quien no se sube en la bicicleta de la fe, nunca aprenderá a andar en bicicleta. ¡Así que vámonos!

Dios con nosotros.

Amén.