En el contexto de la creación total

Sermón del domingo Jubilate
Congregación Evangélica Luterana La Epifanía
Guatemala, 8 de mayo 2022
Pastor Thomas Reppich

Génesis 1,26-28.31a
26 y Dios dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo». 27 Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, 28 y los bendijo con estas palabras: «Sed fructíferos y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; dominad a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo». 31 Dios miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno.

Queridos hermanos,

Uno de los titulares de la semana pasada me hizo poner aún más atención. Junto con el reportaje sobre la guerra en Ucrania y otros acontecimientos aparentemente más importantes de la historia contemporánea, el locutor de las noticias diarias „Tagesschau“ dio lectura a la noticia que Alemania, al final del día – era el 4 de mayo – ya agotó los recursos naturales para el año 2022.
Según los cálculos de organizaciones de protección del medio ambiente vivimos desde el miércoles de la semana pasada a „crédito“, es decir recurrimos a algo que ya no está disponible para nosotros. Dicho de modo figurativo: irrumpimos en la casa de nuestro vecino y nos dimos un festín con sus provisiones. Lo disfrutamos aunque no pagamos la cuenta. Vivimos a expensas de los demás.
Este entendimiento no es realmente nuevo. Mucho de lo que la Tierra nos proporciona es único en las dimensiones temporales en las que se desarrolla nuestra vida y en las que normalmente pensamos. Esto aplica para combustibles fósiles como para otros recursos que necesitamos para nuestro nivel de vida.

„La base para el cálculo del día de sobregiro para la Tierra“ o „Earth Overshoot Day“ es, así lo leo en „Deutschlandfunk“ (el 4 de mayo de 2022), „la biocapacidad de la Tierra – es decir, la capacidad de la Tierra de renovar los recursos gastados por los seres humanos y de descomponer los contaminantes como los gases de invernadero. La biocapacidad se puede comparar con la huella ecológica global, es decir cuántos recursos naturales consume la humanidad. Si el consumo de los recursos es mayor a la reposición, se habla de „overshoot“ – el endeudamiento ecológico.“

Durante miles de años el ser humano ha malinterpretado la historia de la creación, precisamente ese llamado de Dios para subyugar la Tierra y gobernar el mundo animal, como si el mundo hubiera sido puesto a nuestra disposición por Dios para un uso irreflexivo.

La indicación del teólogo Claus Westermann (1909-2000) es de ayuda. A él le llama la atención que la creación del ser humano en los cuentos sumerios-babilónicos sobre todo sirve para „cargar el yunque de los dioses.“ (C. Westermann, BK Génesis 1-11, Neukirchen-Vluyn, Tercera Edición, 1983, página 219)

En la historia de la creación es distinto. Al ser creado el ser humano es parte de la creación. Esta circunstancia es significativa. Ser parte de la creación, tiende a descartar una posición especial para los humanos.

Tampoco el „someter“ o „dominar“ manifiestan para Westermann la posibilidad de tratar irresponsablemente la naturaleza y el mundo animal (ibídem página 218 y siguientes).

El verbo hebreo radah, traducido con frecuencia como gobernar, no significa explotación. Pensemos mejor en el dominio, que conocemos coloquialmente como: dominamos un idioma, una habilidad manual, entre otras cosas. (Ibídem 220)

También el verbo hebreo kabasch, traducido como „dominar“ podríamos relacionarlo más bien con „cultivar“, para dejar todo lo explotador atrás. (https://de.wikipedia.org/wiki/Dominium_terrae)

En resumen podemos concretar: el ser humano, al ser creado por Dios, es colocado deliberadamente en el contexto de la creación total. Él no es la corona, sino parte de ella. Y aunque no se puede negar que tenemos una cierta posición especial, nuestro dominio y el someter-a-nosotros no es una carta abierta para una explotación. Estamos llamados a ser más cuidadosos. Estamos llamados a tratar con responsabilidad todo lo que se nos ha entregado en las manos.

Si entendemos el someter como un proceso de dominar, entonces queda claro, hasta qué punto toda intervención en el orden básico de todo lo creado por Dios es siempre un caminar sobre la cuerda floja.
Dicho de manera figurativa: podemos dominar tocar un instrumento. Sin embargo también nos es posible con el mismo instrumento producir eufonía o una desarmonía. Desarmonía sobre todo cuando en la interacción con la naturaleza y con el mundo animal, encendemos una energía destructiva que, como muestra claramente el cambio climático, pone en marcha procesos irreversibles.

Para complementar quiero hablar de una conclusión de Dorothee Sölle:
„Dios no creó al mundo como una alfarera una maceta de barro, o como un constructor construye su máquina – solo un objeto listo que se desecha cuando ya no funciona. La creación está determinada por un ritmo, un cambio que experimentamos como el día y la noche, verano e invierno, marea baja y marea alta, calor y frío, juventud y vejez. Cuando Dios al final de la historia bíblica por último ve todo como ‚muy bueno‘, entonces no se refiere a la perfección, duración eterna, inventario inmutable, sino a este ritmo de la vida.“ (D. Sölle, Sentir el Ritmo de la Vida, Freiburg 2001, página 11)

Vivimos en este ritmo año tras año. Donde permanecemos con la atención fija en nosotros mismos, donde convertimos la naturaleza y el mundo animal en una especie de „cantera“, nuestra desmesura nos lleva al borde del abismo y pone en tela de juicio nuestra propia existencia.

Podemos aprender de los errores. Dominar la vida como un instrumento es una tarea que dura toda la vida y nunca está libre de disonancias. Pero todavía lo podemos escuchar, el tono, que nos llena de alegría – como alguna vez a Dios, cuando al final pudo decir: „Y he aquí, todo fue muy bueno.“
Amén.