
Sermón del 5. Domingo después de Trinitatis
La Epifanía – Ciudad de Guatemala
17 de julio de 2022
Pastor Thomas Reppich
Génesis 12, 1-4a
1 El SEÑOR le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. 2 »Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. 3 Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!» 4 Abram partió, tal como el SEÑOR le había ordenado, y Lot se fue con él.
Queridos hermanos,
Todos conocemos una u otra partida en nuestras vidas. Aquellos entre ustedes, que emprendieron, algunos hace mucho tiempo, su viaje a Guatemala tal vez también podrán recordar cómo llegaron a tomar esa decisión – una decisión que cambiaría toda su vida futura hasta hoy.
No conozco exactamente sus motivos para salir de su país, sin embargo supongo que ninguno de ustedes puede decir que Dios mismo los animó a salir del país de sus antepasados como lo hizo con Abram.
Con frecuencia son motivos muy personales los que maduran una decisión y al final la hacen ver como un buen camino hacia el futuro. Ninguna ni ninguno de nosotros empaca sus pertenencias rápidamente, y deja atrás a familiares y amigos solo para comenzar aquí en Guatemala una „nueva“ vida. Esta decisión se considera detenidamente. Finalmente se rompen muchas relaciones habituales – y la pandemia nos ha mostrado en los últimos años, lo difícil que puede volverse un viaje, que se tenía en mente antes de salir del país.
La idea de que de alguna manera nos irá mejor en el nuevo lugar, también hace parte de las razones personales. Hasta ese momento vivimos en circunstancias que nos quedaron debiendo algo. Por eso más cosas deben cambiar.
Cuando el llamado de Dios llega a Abram, no es muy claro si él mismo y su clan están sufriendo necesidades. Más bien se debe partir de la base que allí en donde él vivía tenía su forma de subsistir. Como única „desgracia“ se puede ver el hecho que él y su esposa Sara todavía estaban sin hijos a pesar de su avanzada edad. Fue motivación suficiente que Dios les prometiera tierras y bienestar.
Conocemos la historia posterior de Abram. Sara sigue sin tener hijos durante mucho tiempo. Abraham tiene su primer hijo Ismael con su esclava Hagar. Cuando Sara después, a pesar de su avanzada edad, queda embarazada y nace Isaac, esto genera descontento entre las mujeres. A petición de Sara, Abraham manda a Hagar y a Ismael lejos de allí. La historia del sacrificio de Isaac desafiará a Abraham una vez más.
Abraham es considerado el padre de la fe en el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Él es el ejemplo brillante de un temeroso de Dios que deja atrás sus intereses personales y que actúa únicamente según las instrucciones de Dios.
Deja tu tierra, te bendeciré y serás una bendición.
Este es el núcleo del mensaje de Dios a Abraham. ¿Sentimos algo parecido cuando partimos? ¿Confiamos en la bendición de Dios o más bien en las propias posibilidades?
¿No reconocemos demasiado pronto que éstas son muy limitadas? ¿Qué ocurre entonces cuando tenemos que reconocer que la vida con todas sus diferencias en el fondo no es tan diferente? ¿Comenzamos a rediseñar el mundo que nos rodea para que sea posible transformar el nuevo entorno de tal manera que la propia patria y todos las hábitos asociados se vean reflejados allí?
Exactamente ese fue con frecuencia el punto de partida de la oscura época de la colonia.
Esto no se deja conciliar con una vida bendecida. „Serás una bendición“, le dice Dios a a Abram. Y me pregunto: „¿Cómo podemos ser bendición para la gente en ese otro lugar, lejos de nuestra patria?“
Esto hace que ahora la unión sea el centro de la consideración. Se trata de la convivencia pacífica. Si mi bendición se convierte en maldición para otros, entonces algo no está bien. Si impongo mi forma de vida a los demás, o incluso fuerzo a los demás, entonces lo que digo y hago nunca podrá ser de bendición. Continuaría – especialmente aquí en Guatemala – la funesta historia de la época colonial. Y no nos engañemos, todavía existe y todavía funciona en este país.
Tal vez uno debe nacer en el extranjero, en circunstancias, que reflejen de manera auténtica la situación de la mayoría de la población. Como „huésped“ o „recién llegado“, como también nos gusta decir hoy en día, se necesita tiempo, mucho tiempo.
Este „llegar“ a veces puede durar décadas, tal vez incluso generaciones. A veces incluso el pastor extranjero es cuestionado fundamentalmente. Pues cuando comienza a llegar a un país, hace rato que es tiempo de volver a irse. Ustedes, que ya están aquí desde hace muchos años pueden sentirse diferentes.
En esta circunstancia yace un impulso interior en mí. De vez en cuando, cuando siento que aquí me falta algo en mi ser, cuando no logro llegar más allá con mi mirada, me valgo de aquellos teólogos, que con frecuencia en su vida estuvieron solo en este continente. Ellos abordan el contenido teológico con el que estoy familiarizado, de una manera diferente.
Así como el por mí tan apreciado Hélder Câmera. Y así encontré estas líneas tan impresionantes:
„No puedo ser la puerta,
por la que pasa el semejante,
no lo debo llamar hacia mi,
obligarlo, a andar mis caminos,
hacer que mis acercamientos sean los suyos,
hacerlo depender de mis llaves.
Si mi puerta es Cristo,
es importante
ayudar a cada uno de los hermanos
para que encuentren el camino hacia el Padre
en el que sigan siendo ellos mismos.
(Hélder Câmera, Haz de mi un Arco Iris, Zurich 1982, página 79.)
Si tenemos esto en cuenta entonces estoy seguro que nuestro ser en otro lugar también será una bendición.
Amén.