
Sermón del 2. Domingo antes de la Cuaresma – Sexagesimä
Ev.-Luth. Epiphanias-Gemeinde
Guatemala – 12.02.2023
Pastor Thomas Reppich
Lucas 8
11 “Este es el significado de la parábola: La semilla es la palabra de Dios. 12 Los que están junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y les quita la palabra del corazón, no sea que crean y se salven. 13 Los que están sobre las piedras son los que reciben la palabra con alegría cuando la oyen, pero no tienen raíz. Estos creen por algún tiempo, pero se apartan cuando llega la prueba. 14 La parte que cayó entre espinos son los que oyen, pero, con el correr del tiempo, los ahogan las preocupaciones, las riquezas y los placeres de esta vida, y no maduran. 15 Pero la parte que cayó en buen terreno son los que oyen la palabra con corazón noble y bueno, y la retienen; y, como perseveran, producen una buena cosecha.”
Queridos hermanos,
¡La palabra de Dios ya ha hechizado a muchos! Ha hecho de ellos personas que en el primer instante miran sorprendidos al espejo y se preguntan a sí mismos: “¿Soy yo realmente?”
Cada uno y cada una de nosotros ya ha escrito una hoja de vida. De la manera que han cambiado en nuestro mundo digital, nada puede revertir la forma en la que inicialmente buscamos las palabras correctas de manera insegura e incluso a veces poco hábil. ¿Qué queremos destacar de nosotros y qué más bien callamos por varias razones?
Esto cambia poco en el patrón básico de una hoja de vida. Los datos personales son complementados por aquellos de nuestro tiempo de estudio en el colegio y en la universidad para finalmente incluir nuestra experiencia profesional. Algo de esto será abordado y apreciado nuevamente más adelante en nuestro servicio funerario.
Casi nunca se puede leer en estas hojas de vida formales algo sobre nuestros sueños y visiones, sobre nuestras ideas básicas que relacionamos con nuestras vidas, sobre las experiencias que a veces también fueron dolorosas y que nos llevaron a ser quienes somos hoy. Nadie nos reconocería realmente ni entendería nuestras acciones, si no supiera todo eso.
Por eso permítanme al comienzo contarles una historia. Trata de una mujer que busca al hombre de su vida y con ello su felicidad. La historia lleva el título “Encantamiento”:
Una mujer poco vistosa encontró el camino a donde una mujer mayor que vivía alejada de todos y de la que se decía que posee poderes mágicos.
“Tu eres mi última esperanza”, dijo la visitante. “Me gustaría experimentar el amor, pero soy poco vistosa como un alhelí. Los hombres buen mozos no se fijan en mi y me tratan como si yo fuera aire.”
“¿Y qué pasa con los hombres que no son tan buen mozos, los que son igual de poco vistosos como tú?
La joven mujer se sonrojó y tuvo que admitir que había ignorado a los hombres poco vistosos, así como los hombres buen mozos la habían ignorado a ella.
“¡No te fijes tanto en las ventajas externas de un hombre!” Le aconsejó la mujer mayor. “Lo que brilla hacia afuera con frecuencia es hueco y pobre. Abre los ojos a la belleza interior de un hombre. Y encontrarás el amor que tanto anhelas.”
La visitante besó la mano de la mujer mayor, le agradeció por su ayuda y se dio la vuelta para irse.
“¿Qué es lo que realmente querías de mi?” Le gritó la mujer mayor, cuando su visita ya estaba en la puerta.
“Quería pedirte que me transformaras en una mujer hermosa, pero me hechizaste de una manera completamente diferente.”
(De: Hans Krupp, Cada día es tu día, Münster 2011, 42)
La palabra de Dios nos hechiza, así como las palabras de la mujer mayor a aquella joven. Abre nuestra mirada a una realidad que con frecuencia es desconocida y muy diferente, que a menudo está tan alejada de todo aquello que vivimos todos a diario.
Cuando Jesús en aquel entonces les cuenta a sus discípulos la parábola del sembrador, no está muy seguro si lo entendieron. Por eso añade palabras explicativas.
Para los primeros, la palabra que escuchan es solo una palabra entre muchas. Seguro que no son ignorantes. Pero las palabras de otros tienen más peso para ellos. ¿Por qué? Esto debe tener diferentes razones y sería un tema en sí mismo. Las razones pueden variar desde lazos amistosos hasta experiencia con base científica.
Los segundos no escuchan con atención, están abrumados con dichas palabras y echan a correr para poner todo en su vida de cabeza. El resultado final es que les pasa a ellos como a los primeros, aunque tenían buenas intenciones. Las palabras escuchadas perdieron rápidamente su fascinación. Simplemente les faltan cosas basales en las que pudieran fundarse cuando tienen dudas sobre lo que escucharon en lo cotidiano. Rápidamente retornan a sus viejas costumbres. Solo queda el anhelo vago que ahí había algo más.
Tampoco a los terceros se les va a poder reprochar que no escucharon con atención. Lo que escuchan, sin embargo, pronto se ve eclipsado por las preocupaciones cotidianas. A aquellos les gusta decir: “Cuando haya llegado el momento, entonces…” Así pasan los años y el momento no llega. Tampoco en el caso de ellos al final la semilla de la palabra de Dios germinará.
Solo para los últimos, a quienes Jesús tiene en la mira, la palabra de Dios cae en buen terreno como él dice: „los que oyen la palabra con corazón noble y bueno, y la retienen; y, como perseveran, producen una buena cosecha..“ (V. 15)
Nosotros, queridos hermanos hacemos parte de estos últimos. Finalmente estamos hoy aquí, para reflexionar en la palabra de Dios. Pero ¿Podemos realmente negar que nuestras preocupaciones cotidianas, incluidos nuestros propios hábitos apreciados y nuestras valiosas experiencias y conocimientos, a menudo impiden que la semilla de la palabra de Dios brote?
La palabra de Dios ante todo debe hechizarnos. Vuelvo a regresar a aquel conocimiento fundamental. Aquella mujer joven buscaba algo que ella no podía encontrar así no más en su vida. Si no se hubiera encontrado con la mujer mayor, todo habría salido muy diferente. La transformación en su vida comenzó con otra manera de ver las mismas anheladas cosas. Cuando llegó donde la mujer mayor, aún no había dejado atrás la manera habitual de ver las cosas. Atrapada en ello cada día se sentía mas desdichada.
Cuando la palabra de Dios nos ha hechizado, entonces puede ocurrir una transformación en y con nosotros. Cuando permitimos que la palabra de Dios nos abra a esas verdades internas, a la vez abre una puerta hacia otro mundo.
Y con cada mirada y cada paso que damos la vida nos regala una nueva perla. Cuando comenzamos a contarle a otros las historias sobre estas preciosas perlas, seguramente veremos caras incrédulas. Finalmente, cuando se nos pregunte cómo llegamos a tener una vida tan plena, no podremos evitar confesar: escucha y participa en la palabra de Dios y experimentarás tu propio milagro.
Cualquiera que sea el lado en el que estemos personalmente en este momento, el lado del que habla o el lado del que escucha, que esto suceda y que Dios conceda su bendición para ello.
Amén