Somos vistos

Sermón del domingo Okuli

Congregación Luterana La Epifanía – Guatemala

12.03.2023
Pastor Thomas Reppich

Mateo 5

14 »Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. 15 Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. 16 Así brille vuestra luz delante de todos, para que ellos puedan ver vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en el cielo.

Queridos hermanos,

¿Hacia dónde va este mundo? Me pregunto cuando leo detenidamente las noticias del mundo y de Guatemala. ¿Que pasará con todo?

Independientemente del hecho de que difícilmente podemos responder a esto porque el futuro siempre toma giros sorprendentes – gracias a Dios – esta pregunta es ante todo para nosotros: ¿Qué estamos aportando a la próxima generación? ¿Qué decimos de la vida? O haciendo la pregunta con las palabras de Jesús: ¿Cuáles son nuestras luces, que brillan tan claras que le muestran el camino a nuestros hijos, nietos y bisnietos?

Antes de responder a la pregunta, detengámonos un momento y observemos una de nuestras costumbres diarias que ya se impregnó en nuestra carne y en nuestra sangre: la mirada a nuestro celular. Se puede ver inmediatamente en la pantalla tan pronto como llega un correo o un mensaje a través de diversos proveedores.

Las dos horas y media que pasamos diariamente en promedio a nivel mundial en las redes sociales, influyen en nuestra manera de ver el mundo y finalmente también en la manera de vernos a nosotros mismos. ¿Quién no se alegra cuando recibe prontamente una respuesta a un mensaje acabado de enviar a familiares y amigos – mejor aún – provoca una respuesta favorable?

Nos podemos imaginarnos bien que esto con el tiempo no se mantendrá sin tener influencia sobre nuestro comportamiento. No es desatinado imaginarse que prontamente corremos el peligro de hacer una preselección de lo que queremos compartir. ¿Por qué compartir algo que no le interesa a nadie? Entonces es mejor enviar una foto impresionante que deslumbra a todos y así recibimos muchos pulgares mostrando hacia arriba (like).

Ahora se hace demasiado evidente que aquello con lo que brillamos realmente hoy en nuestro mundo público y privado se vuelve cada vez más importante. ¿No ocultamos más bien, lo que, según Jesús, debería resplandecer claramente para los demás? Lo que muestro a los demás ¿realmente deja claro lo que me hace brillar? Me refiero a lo profundo en mi, no a lo superficial.

Precisamente en el Sermón del Monte, Jesús dijo al pueblo en general en las Bienaventuranzas, en qué se reconoce a alguien que lo sigue. Habla de manera general de que la luz del Evangelio no debe ser colocada bajo un cajón. Luego explica, y concreta lo que es para él el actuar de manera ética en algunas situaciones específicas de la vida cotidiana.

Sin embargo, quedémonos en la imagen de Jesús que nos describe como la luz del mundo. ¿Que identifica ese resplandor y en qué consiste?

Sin duda, en primer lugar, es algo que no puede limitarse a obtener el apoyo del mayor número de personas posible y que crece cada día. Es más bien algo tan elemental, que en su efecto fundamentalmente puede abarcarlo todo y no está destinado a la aprobación. 

Para estudiar a fondo en qué consiste este resplandor, puede ser de ayuda, encontrar otras palabras. Cuando brillamos, mostramos a otros lo que nos apasiona, lo que muy en el fondo de nosotros nos mantiene y nos da calor.

Si quiero, como Jesús lo solicita, promover la paz, mostrarme misericordioso y trabajar en pro de la conservación de la creación, entonces debo centrar mi vida en un objetivo como con una brújula. 

Este objetivo se describe de manera muy general para nosotros los cristianos como un ser en la presencia de Dios

En relación con la costumbre mencionada anteriormente, podemos darnos cuenta que rara vez o nunca hablamos de nuestra orientación en la vida, es decir de nuestra fe. ¿A qué le tememos? ¿Qué nos lo impide?

Se me ocurren algunos ejemplos, que sin duda merecen ser mencionados. Son momentos de nuestra vida cotidiana que nos hacen brillar a nosotros y a los demás porque iluminan un momento dentro y a partir de la presencia de Dios.

Ante mis ojos aparecen personas especiales:

  • La abuela que lleva a su nieta a la iglesia. Se quedan un buen rato sentadas en la banca en silencio, miran las ventanas de colores y permiten que su entorno actúe sobre ellas. En algún momento la abuela dice: “¿Sabes? Me gusta estar aquí porque puedo sentir calma. Puedo reflexionar sin que nada me distraiga o alguien quiera algo de mi. Y puedo hablar con Dios, así como hablo con una buena amiga o como ahora  lo hago contigo. Aquí he recibido respuestas a muchas preguntas en mi vida.“
  • Pienso en una mujer madura, que conocí en mis visitas a El Incienso. Siempre que visitamos la escuela, parqueamos el carro o la moto en frente de su casa y ella los cuida. En algún momento tuvimos una conversación. Ella me contó que le gusta ayudarle a otras personas. El amor al prójimo para ella no es solo una expresión. Ella recibe gente en su casa, que conoce por casualidad. Con frecuencia son desplazados de Colombia o como aquella pareja que vino de El Salvador y vivió casi un año en su casa. Reconoció abiertamente que nunca aprendió a leer ni a escribir. Pero Dios le dio otras posibilidades y otros dones. 
  • Finalmente aparece ante mi aquel organista que conocí hace años en una iglesia y a quien a primera vista consideré un hombre de la calle. Tenía puestas unas sandalias muy gastadas y no parecía que fuera a participar en el funeral que comenzaría pronto. Entonces, sin embargo, se presentó. En el transcurso de los años lo aprendí a apreciar como músico y como persona. Para mi siempre fue como el Jesús músico. Sus improvisaciones eran para muchos dolientes en innumerables funerales como un bálsamo que se posaba sobre sus almas y los dejaba descansar en todo su dolor.

Hay historias, de eso estoy seguro, que otros podrían contar sobre nosotros. De acontecimientos que son inolvidables para ellos. Momentos que fueron especiales, llenos de amor y entrega, que desencadenaron luces brillantes en nuestro a veces muy oscuro mundo.

Somos vistos y percibidos.

Eso nos lo recuerda Jesús. Se trata menos de nuestro llamado moral “¡ahora brillen!” Es más bien una indicación de que nuestra existencia no ocurre en lo oculto. Somos luz para el mundo y somos percibidos como tal.

Cada luz es importante y tiene su propio valor. Un día sin luz es un día en el que no vivimos realmente.

¡Brillemos! Cada día de nuevo con todo lo que nos sea posible.

¡Que Dios nos conceda su bendición para ello!

Amén