En las manos de Dios

Sermón del domingo Judika

Congregación Luterana La Epifanía – Guatemala

26.03.2023
Pastor Thomas Reppich

Matthäus 27

45 Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad. 46 Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza: ―Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”). 

Queridos hermanos,

La pregunta por el “por qué” la conocemos.

“Si existe Dios, entonces ¿por qué permite esto?”

Cuántas veces he escuchado esta pregunta en mis años de servicio

… luego de un diagnóstico de cáncer

… luego de la muerte de un niño por un accidente

… luego de catástrofes naturales

… en personas que no pueden comprender lo que está pasando en el mundo.

„Si existiera un Dios entonces todo esto no debería suceder“, me dijo un alumno en la clase de religión de una forma casi burlona.

Son momentos en los que incluso yo lucho por encontrar una respuesta.

“A Dios le agradó, llamar al fallecido Kai de cinco años a su presencia”, estas palabras no quieren salir de mi boca. No puedo reconocer un sentido superior cuando una madre joven se convierte en viuda y sus hijos en medio huérfanos.

Algunos perciben en su impotencia aquellas palabras de Jesús como especialmente terribles. “Por lo menos él debería mantenerse firme en la fe en todo lo que le sucede”, replican desilusionados.

“Jesús está especialmente cerca de nosotros en su sufrimiento”, responden otros.

Pero ¿por qué escogieron, los que planearon la acción de ayuno de este año ese texto? Eso me lo pregunto e inicialmente estoy desconcertado.

¡Enciendan la luz!

De eso no pueden estar hablando.

Oscuridad absoluta.

No se ve ni un destello de luz.

Tiniebla absoluta.

Como en el primer día de la creación.

Dios, haz que haya luz…

… para aquellos que acaban de recibir una noticia horrible.

… para aquellos que buscan refugio de la guerra en un búnker.

… para aquellos que acaban de perder a un ser querido.

A través de la noche.

¿Cómo, cómo la superamos?

¿Qué es lo que mantiene vivos a los que llevan más de una semana sepultados bajo los escombros después del terremoto?

¿No sería tiempo de claudicar?

Hace horas Jesús está colgado en la cruz.

¿Realmente todavía hace parte de este mundo?

¿No se ha dado por vencido consigo mismo y con su vida hace mucho tiempo?

¿No es su grito una expresión de ello?

¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?

Y sin embargo algo me conmueve.

El grito sigue teniendo un destinatario.

Él le grita a Dios.

Él pregunta “¿Por qué?”

Un último destello de esperanza.

¿Qué va a encender?

Muchos años más tarde es Pablo quien va a tener el mensaje de la cruz como centro de su teología. Nada, realmente nada, ni siquiera la muerte nos puede separar de Dios.

A su manera expresa algo que Jesús solamente insinúa. En los momentos más oscuros de nuestra existencia permanece – ya no comprensible para nosotros – el Oculto.

„No puedes caer más bajo que solo en las manos de Dios.“ (EG 533)

Es un paso estrecho que tenemos que superar.

La luz, el destello de estas palabras no se produce inmediatamente.

Todavía hay una lucha dentro de nosotros. 

¿Por qué?, sigue resonando todavía dentro de nuestro interior.

¿Cómo podemos lograr deshacernos de toda pusilanimidad, como si se tratara de un vestido pesado que nos aplasta?

Es aquel salto, que conocemos de los días de infancia.

Un salto lleno de miedo y al mismo tiempo lleno de esperanza.

Aquellos brazos, extendidos hacia nosotros, nos recibirán.

„No puedes caer más bajo que solo en las manos de Dios.“

Por instantes cierro los ojos.

Salto.

Y efectivamente hay alguien allí que me recibe.

Estoy seguro que Jesús sintió esto en la hora más difícil de su vida.

„¿Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado?“

Un grito de desesperación y una declaración de fe al mismo tiempo.

Yo, si yo, no puedo caer más bajo que en las manos de Dios.

De eso quiero acordarme en las horas más difíciles de mi vida.

Amén.