
Sermón del domingo Rogate
Iglesia Luterana La Epifanía
Guatemala, 14 de mayo 2023
Pastor Thomas Reppich
1. Timoteo 2
1 Lo primero y más importante que insto a la iglesia a hacer es la oración. Es nuestra responsabilidad interceder por todas las personas con súplicas, ruegos y acciones de gracias, 4 porque Él quiere que todas las personas se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Queridos hermanos,
Quien está en Taizé para un tiempo de oración de la mañana, del medio día o de la noche, experimenta diferentes cosas:
Canto
Oraciones
Lecturas
Silencio
Los cuatro elementos se complementan maravillosamente y nos conducen de diferentes formas a la presencia de Dios.
Quien de nosotros ya ha estado allí, no puede realmente decir luego de un tiempo de oración, qué fue lo que lo atrajo especialmente:
- el canto, que llenó de manera única la iglesia;
- las oraciones en idiomas muy diferentes;
- una de las lecturas que nos conmovieron;
- o el silencio, en el que encontramos descanso y todas las voces dentro de nosotros en algún momento ya no se escucharon.
Cantos, lecturas y oraciones son muy familiares para nosotros por nuestras misas. No evitamos el silencio pero no tiene ese lugar fijo como en Taizé.
Rogate, ¡oren! Así se llama este domingo. Esta manera de nombrarlo se remonta a la antigua costumbre de orar por la siguiente cosecha en los días previos al Día de la Ascensión. Para ello se organizaban procesiones. En esos días de oración se surcaban los campos cantando y orando.
El domingo de hoy nos conduce de vuelta a la base de nuestro ser. En la oración completa, que como en Taizé incluye cantar, escuchar, reflexionar y silencio, permanecemos al lado de la fuente de nuestra vida. Entramos a un lugar en un espacio y en un tiempo que esta anclado al ahora.
Con frecuencia sentimos, como algo nos impide sumergirnos en esta experiencia que nos hace tanto bien. Estamos presos en un „tiempo psicológico“, como Eckhart Tolle lo llamó alguna vez (EckhartTolle, Ahora). Este nos obliga incesantemente a estar en el pasado y en el futuro. Recordamos el pasado porque lo bueno y lo malo nos persigue y nos ata. Los pensamientos se precipitan hacia el futuro, porque por un lado esperamos la continuidad de lo bueno en nuestra vida y al mismo tiempo estamos convencidos, que lo malo podría cambiarse por lo bueno.
La oración – y con ello cada tiempo de oración – no se salva de incluir el pasado y el futuro. Sin embargo, el poder de la oración se desarrolla en al aquí y ahora!
„¿En dónde estás?“ A veces escuchamos esta pregunta, cuando estamos en otro lugar con nuestros pensamientos. No nos damos cuenta lo que nuestra contraparte nos acaba de comunicar. Con frecuencia respondemos „¿Que en dónde estoy? Si estoy aquí“, y al mismo tiempo sabemos que eso no es del todo cierto. A la vez sentimos lo difícil que es para nosotros separarnos de los pensamientos. Reconocer que estábamos en otro lugar con nuestros pensamientos, nos puede traer de vuelta al presente.
Entonces, cuando la oración despliega su poder en el aquí y ahora, porque se deja llevar directamente a la presencia de Dios, entonces no se queda vacía. Durante cada tiempo de oración estamos con todos nuestros pensamientos con Dios: Agradecimiento y lamentación, preguntas y certezas.
Hay algo más que hace parte de la esencia de la oración: intercedemos con „peticiones, súplicas y acciones de gracias por todas las personas“.
Todo esto también ocurre en el aquí y ahora. Por eso la oración no es simplemente una reflexión de nuestra mente, un organizar las cosas que nos ocupan en este momento. En la presencia de Dios es posible liberarse de toda cavilación sobre el pasado y el futuro.
Las preocupaciones solo las conoce nuestra mente. En la presencia de Dios, la cual experimentamos en en el diálogo con Él, las preocupaciones retroceden. De la misma manera se diluyen. Es como si nunca hubieran existido, y si lo hicieran, entonces su existencia no es nada que necesitemos para mantener con vida por más tiempo.
Al orar nos dejamos caer en la presencia de Dios. En ella sentimos lo que somos espiritualmente: Seres sostenidos y llevados en brazos, a cuyo yo nada le falta.
Este es el fundamento para que Hélder Câmera alguna vez haya visto al abrazo como una oración (Tener sin retener, Munich 2009, página 38). Un abrazo – quien quiere negar esto – ocurre completamente en el aquí y ahora. A pesar de todo lo que experimento como una separación, al pensar en experiencias pasadas con alguien, a pesar de todo lo que debo esperar como un desplazamiento de lo mismo recurrente, al mirar hacia el futuro, me abro a otra posibilidad. Un abrazo me devuelve a la comunión. Como una oración, me da una sensación inmediata de comunión y de apoyo.
En un momento muy específico, seguramente sentimos esos abrazos, no solo como beneficiosos, sino como salvavidas.
En la oración como actividad afirmamos los fundamentos de nuestro ser. Experimentamos en comunión lo que significa estar en la presencia de Dios.
Es bueno que hoy celebremos juntos la santa cena. Se convierte en fiesta, porque orando podemos dejar todo atrás, podemos ir ante Dios, tal como somos ahora, y sentir claramente en su presencia nuestra vida como su regalo hacia nosotros.
La oración nos transforma. Aunque encontremos muchas o pocas palabras, si cantamos o hablamos, si callamos o escuchamos, al final vamos a agradecer a Dios y lo alabaremos por todo lo que nos acaba de regalar.
Y la prueba de mi fe
es lo que Él mismo promete;
que nada me arrebatará de su brazo fuerte.
Lo que promete, no lo rompe;
sigue siendo mi confianza.
Quiero alabarlo por siempre.
(Philipp Spitta, EG 374,4)
Amén.