Indigo danzante – Prólogo

Tanzendes Indigo
El joven estaba tendido intranquilo sobre su lecho
Y pensaba en el forastero
Y en sus narrativas
No son los tesoros los que despertaron en mi
Un deseo tan indecible
Se dijo;
Lejos de mi está toda codicia:
Mas deseo ver la flor azul.
Novalis – Heinrich von Ofterdingen

 

Negro. No es realmente un color y sin embargo despliega un impacto increíble. Se había posesionado de mi un negro profundo. Llegó como un velo gris. Me atemoriza la oscuridad. Me da miedo. Como los pensamientos oscuros que me vienen sin querer desde un lugar en donde la luz ha perdido su efecto. Si existen los huecos negros del Universo y nosotros somos parte del Universo, entonces un hueco de esos está dentro de mi. Hacia afuera aparento estar relajada. El negro sin luz me corroe. Me conozco. Una sola palabra, un pensamiento que forma una frase, puede hacerme caer a la profundidad. Un furor, mares de llamas hacen estragos. Los paisajes que florecieron alguna vez se convierten en escombros y cenizas. Hace algún tiempo leí una frase, que se grabó ardiente en mi mente como un dolor de cabeza que perfora. El verdadero lugar de nacimiento es en donde uno por primera vez se ve a si mismo de manera clara. Durante un tiempo me pregunté en dónde podría ser mi lugar de nacimiento. No encontré respuesta alguna. En vez de entendimiento se mostró el desconcierto. Poco después se apoderó de mi la tristeza. Comencé a volverme extraña para mi misma. El miedo era mi respiración. Algo parecía disolverse dentro de mi. Tambaleante sin piso firme, busqué apoyo. Sin embargo caía cada vez más profundo. Por un tiempo intenté no pensar en esa frase, su efecto era demasiado destructivo. Puede uno disolverse en su propio pensamiento? Me persuado: mantente relajada! No tiene sentido enloquecerse a si misma. Casi por casualidad me preguntan semanas después en la oficina sobre mi lugar de nacimiento. Digo que no lo sé. La funcionaria me mira sorprendida. Alguna vez podré responderle, le explico disculpándome. Querida señora, usted debe saber en dónde nació. Sólo entonces supe lo que me había preguntado. No es raro que yo responda preguntas no pronunciadas y ni siquiera me doy cuenta. Sólo cuando me lo señalan. Negro cruel. Desde aquella visita en la oficina la pregunta recorrió todo mi ser. Vagabundeaba dentro de mi. No encontró sitio para alojarse. Día y noche me afligía. Es posible que el escritor sólo se hubiera equivocado en la elección de las palabras, trataba de convencerme. El hablaba de lugar de nacimiento, pero realmente quiso decir hora de nacimiento. Yo fallé – se convirtió en mi mantra. La falta de perspectivas me hizo saltar. Luego de mi intento de suicidio estuve hospitalizada. Me acompañaba el negro inconsciente. Negro durmiente me ayudó a encontrar serenidad. Ser sin pensamientos. Respirar y sudar, semanas enteras. Los colores se buscaron entre si, se encontraron, se rechazaron y al final siempre de nuevo ese negro devastador sin viso blanco. Un índigo danzante fue mi salvación.