Indigo danzante IX

Tanzendes Indigo

Nadie se va a quejar nunca,
Nadie deseará irse
Quien ha estado feliz
En nuestras mesas llenas
Ya no se escuchan lamentos,
Ningún milagro se ve ya
Ninguna lagrima que enjugar 
Por siempre anda el reloj de arena
Novalis – Heinrich von Ofterdingen

 

En el pasillo me encuentro con una mujer de vestido negro. Su cabello gris está recogido por una cola de caballo. En las órbitas oculares pálidas sus ojos azules han perdido el brillo. Su andar es pesado. La sigo con la mirada.  Al final del pasillo se queda parada frente a la ventana y mira hacia afuera al jardín. De pronto se desploma y se golpea fuertemente en la cabeza. Corro hacia ella. La sangre brota desde una herida abierta. Miro alrededor de mi buscando ayuda. ¡Alwine! Grito tan fuerte como puedo. La mujer esta acostada desmayada en mis brazos. Un olor muy fuerte a hierro casi me roba el aliento. Me da mareo. En mi campo visual aparece verde. Alwine, al fin. ¿Frida que pasó? Las palabras me llegan a través de un grueso velo. ¡Suelta! Palabras enérgicas. Yo me encargo. Me levanto y tambaleo hasta mi habitación. Pasa un rato hasta que puedo volver a pensar claramente. Negro. La mujer estaba vestida de negro. Como alguien que está de luto. Anoche una niña se quitó la vida en la habitación 23. Tenía solo 12 años. Parece que aquí nadie está a salvo de si mismo. Su nombre era Pia. Ayer la vi con pez bola en el jardín. Parecían tener confianza entre si. Negro. La mujer debe ser su madre. Madre. Es la primera vez después de mucho tiempo que pienso en ella. Hace mas de diez años que no nos vemos. Para ser exacta desde que me fui de casa. ¿Qué es eso? me pregunto. Un lugar de protección, el que para muchos se ha convertido en un lugar de perdición. La casa es en donde están mis amigos. Esta frase está anotada en color rosado en alguna parte de mi libro de notas. Es la expresión de una amiga, me gustó y por eso la anoté. Así o así. Parece que Pia no tenia un hogar.  Ningún lugar en donde encontrar protección y amor. Ningún lugar en donde poderse dejar caer. Probablemente su cuerpo está en Medicina Legal. Piel fría sobre metal frío. Miro con curiosidad hacia afuera desde la puerta de mi habitación. El pasillo está vacío. ¿Realmente ocurrió algo?  Es nuevamente mi imaginación, como mi madre solía decirme, cuando se le acababan los argumentos. O no estaba dispuesta a mirar de frente lo obvio. Como hace años en aquella noche. Rojo. Negro. La sangre se me sube con fuerza a mi cabeza. Te odio. Me dejaste sola.  En algún momento me dijo, un tiempo después de que mi padre se había ido de la casa, ahora yo soy tu familia y tu casa. En ese momento sali corriendo al baño a vomitar. ¿Cómo puede alguien que traiciona a su propia hija ser un hogar? Te odio hasta hoy por lo que me hiciste. Pero sobre todo por lo que no hiciste. Ella me traicionó, me abandonó, justo en el momento, cuando la necesité con más urgencia. Escucho su voz. Frida, te hice panqueques para el desayuno. Te gustan mucho. Incluso cuando los tiré al suelo seguiste sonriendo. Querida, que te pasa? Dormiste mal? Rojo. Negro. Rojo. Negro. Te odio. ¿En dónde está papá? Mi padre no estaba aquella mañana. De viaje de negocios. Con que de viaje de negocios. No me hagas reír. Anoche lo… No salió nada más de mi boca. Esa mueca sonriente. ¡No me mires así! Sabes de lo que estoy hablando. ¿Querida, qué es lo que te pasa? Estás fuera de ti. ¿Quieres que llame al médico? ¿Para que me ponga una de esas inyecciones? Ella quiere abrazarme. Yo doy un salto. ¡No me toques! En el marco de la puerta me volteo. Te odio. Su sonrisa se pierde en en una mueca petrificada. ¡Te odiooooo! Me cuesta tragar. Mi garganta arde. Hoy después de tantos años. Me refresco la cara con el agua fría del lavamanos. Tomo un sorbo del agua de la llave. Conoces la verdad. Miro mi imagen en el espejo. Me veo terrible. Las mejillas encendidas y rojas y a la vez oscuras ojeras. Rojo. Negro. ¡Debes mirar tus recuerdos de manera crítica! Pero fue como fue. No hay duda. No voy a dejar que me tilden de loca, ni mi madre ni nadie. Fue él, eso es seguro. Mi héroe. ¿Por qué no lo puedo odiar como a mi madre, a pesar de todo? Finalmente él realmente. ¡Frida! En el resquicio de la puerta aparece la cabeza de Alwine. Ella me sonríe. Gracias por tu ayuda espontánea hace un rato. De lo contrario quien sabe cómo la hubiéramos encontrado. Se hizo una herida abierta considerable. ¿Es la mamá de Pia? Ya escuchaste sobre ello. Si, Pia se estranguló anoche con su sábana en la manija de la ventana. ¡Mala suerte! Frida, deja las bromas. Eso es inoportuno. Perdona. Claro que es inoportuno. Sin embargo es de alguna manera una ironía del destino. Venimos como yo aquí, porque quisimos ponerle fin a nuestra vida. Nos protegen de nosotros mismos, dicen ustedes y entonces pasa esto. No podemos fijarlos a sus camas. Para la señora doctora eso no funciona de ninguna manera. Tal vez Pia estaría viva si las cosas fueran así. No tengamos un debate médico sobre ello. Cómo te va hoy? Si ignoro que mi cabeza me presente constantemente viejas películas, me va bien. Y si no tuviera ese calor y a la vez frío me iría aún mejor. Alwine me mira de manera interrogante. No me mires así. El horror en persona. ¿Qué? No es suficiente el haber vivido cosas horribles. Además hay que recordarlo todo el tiempo. Dímelo tu. ¿Cómo? Solo tu sabes por qué es así. Yo niego con la cabeza. Creo que esto es demasiado. Si tu tiempo lo permite entonces tráeme por favor de la mezcla especial. Tal vez más tarde esté más dispuesta para hablar. En el momento solo quiero mi tranquilidad.