Si alguien es feliz, puede escucharlo
en el viento. Este le recuerda al
desdichado la fragilidad de su casa y
lo arranca de su sueño ligero y de su sueño
violento. Al dichoso le canta la
canción de estar protegido: el silbido furioso
anuncia que ya no tiene poder sobre él.
Theodor W. Adorno – Minima Moralia
El golpeteo de las persianas me saca de mi sueño ligero. Una mirada hacia el jardín me hace sentir la fuerza de una tormenta que se acerca. El jardín está vacío de gente. Una buena oportunidad para dar una vuelta al aire libre sin ser molestada. Me pongo un abrigo y salgo de mi habitación. Un viento cortante sale a mi encuentro cuando abro la puerta exterior que da al jardín. Levanto el cuello de mi abrigo y lo sostengo con ambas manos. El cielo está opaco. Parece que va a llover. Una razón más por la cual ninguno de los locos se deja ver aquí. El jardín es más grande de lo que pensé. El camino termina en una verja. Para mi sorpresa se deja abrir. No dudo. En una distancia no muy lejana me atrae mágicamente un pequeño bosque. Las historias de la abuela Vera me hicieron sentir miedo por mucho tiempo. ‚En el bosque rondan los fantasmas.‘ Por años evité cualquier grupo de árboles. Luego conocí los privilegios. En el aislamiento encontré de vez en cuando nuevamente mi paz interior. Sobre todo entonces cuando en la casa el ambiente estaba para cortar con tijera. Sobre mi se mecen las ramas calvas de un lado para el otro. Miro hacia arriba. Me da mareo. Eso siempre ha sido así. Decido emprender mi camino de vuelta. Hoy no me voy a convertir en un ave migratoria. Delante de mi habitación espera la señora del vestido negro. Ahora tiene un turbante blanco. La estaba esperando. Me dijeron que usted fue quien me socorrió cuando me desplomé delante de la ventana. Su delgada y delicada mano muestra en dirección de la ventana. ¡Gracias! ¡No hay de qué! No había nadie más. ¿No quiere acompañarme a mi habitación? Y nos preparo un té. Con gusto. Puede esperarme en mi habitación. La señora de vestido negro parece sorprendida por mi invitación. Me mira de manera interrogante. Usted de verdad es amable. Frida, mi nombre es Frida. Yo soy la señora Dieckmann, la madre de…Pia. Ya escuché lo que ocurrió. Lo siento mucho. Cuando regreso ella está parada petrificada frente a la puerta de mi habitación. ¿Usted no querrá realmente quedarse parada aquí afuera? Negación con la cabeza. Entonces, entre a mi nuevo reino. No hace mucho que estoy aquí. ¿Puedo preguntarte por qué estás aquí, Frida? Me siento incómoda. Me quería quitar la vida. ¿Por qué no encontraron a Pia a tiempo? Sollozos. ¿Solo tenía doce años? Si, aún tan joven. Pero de niña vivió cosas espantosas. Todos estos años me pregunté cómo pudo soportarlo. Estuvimos en donde varios psicólogos. Ninguno pudo ayudarle de verdad. Mi última esperanza era la señora doctora Maschwitz. Por casualidad escuché de ella y la contacté inmediatamente. ¿Puedo preguntar que le ocurrió a Pia? Su padre la… Rojo. Negro. Lo siento mucho. Por favor no siga hablando. Me siento… Rojo. Negro. Pierdo el conocimiento. Verde. Alwine esta parada al lado de mi cama. Tu haces unas cosas. La señora Dieckmann te manda saludos. Está en donde la señora doctora. Te va a visitar en los próximos días. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Tiene que ser? ¿Tiene que volver a surgir todo? Todos tenemos nuestra habitación negra. Nadie quiere entrar allí voluntariamente, porque sabemos que allí adentro es horrible. Y debo jugar a ser la heroína? Tu eres una. Mas bien me siento pequeña y débil. Me vienen las lágrimas. ¿Me puedes abrazar? Qué bien huele. Decido seguir siendo pequeña y débil por un rato más. ¡Frida! Me gustaría seguirme ocupando de ti. Sin embargo. Vete. Pero prométeme volver más tarde. Prometido. En la ducha abro la llave. Vapor mojado escurre por mi cuerpo. Dolor. Desesperada sujeto el jabón en la mano. Hasta ahora noto que restregué mi cuerpo como una salvaje. En todas partes veo manchas rojas y rasguños. En algunos sitios se abrió la piel. ¡Sal de una vez de la ducha! Es hora de la cena. ¿Frida, escuchas? ¿Quién va a pagar la cuenta del agua y de la luz? ¿Es todo lo que se te ocurre decir? ¿Creen que estoy aquí parada por diversión? Azul. Verde. Cierro los ojos. Escucho el rugido de las olas. Me sumerjo. Peces y aves han sido siempre mis animales preferidos. ¿Cómo será ahogarse? Amo el mar, pero no quiero morir en él. Entonces más bien saltar. Es un poco como volar. No, tonterías. Estás aquí para dejar toda la porquería atrás. Solo tengo curiosidad. ¡Déjalo! ¡Concéntrate en algo distinto! ¿Distinto? ¿Qué quieres decir? Hay una razón para que hayas querido huir de todo. ¿Ah, si. Eso es nuevo para mi? Hasta ahí también llegué. Pero no sirven ni las duchas ni el hablar sobre ello. Las imágenes surgen una y otra vez. A veces todo es tan real como si estuviera ocurriendo por primera vez. Puedes conseguirme un medicamento con el que pueda borrar todo de una vez por todas. Estás en un buen camino. En estos días algo se abre. ¿Que más debe abrirse? La herida abierta en mi pulsa todo el tiempo. Rojo. Negro. ¡Confía en ti! Nada es más fuerte que tu voluntad de sobrevivir a todo esto. La toalla está llena de sangre. Asustada miro mi cuerpo. Rojo fuego. Recaída en los viejos tiempos. ¡Ni hablar, estoy en un buen camino! ¿Quién acaba de hablar conmigo? Ni en el baño ni en el cuarto se ve a alguien. Estás en un buen camino. Me voy a volver loca ya. Me pongo la bata y tomo el botón rojo que está colgado a lado del inodoro. Verde. ¡Alwine, sálvame! ¿Qué te pasa? Te ves terrible. Por favor dame algo que me calme y que me saque por un tiempo de mi habitación negra. ¿Habitación negra? ¡Ah, nada! Te lo explico en otra ocasión. ¿Entonces, eres tan amable? Voy a hablar con la señora doctora. Ella va a tener algo para ti. Mientras espero el regreso de Alwine, me paro al lado de la ventana y escucho el viento. Blanco brillante.