De los sucesos narrados a continuación no tengo ningún recuerdo consciente. La señora doctora y algunos otros fueron los que me contaron. De lo último que me acuerdo desde mi ojo interior es que hojeo en mi libro de sueños esperando con hambre la cena. Luego de eso negro profundo. Película rota. Más de una hora después de la cena llegó un mensaje del casino de que yo no aparecí para cenar. La enfermera Carmen, quien remplazó a Alwine al final del turno, fue a buscarme inmediatamente. Encontró la habitación completamente revuelta. Primero se tomó el trabajo de buscarme entre el desorden. Los muebles estaban regados por el suelo. Las cortinas habían sido arrancadas. Un vidrio de la ventana estaba roto. En el pasto encontraron más tarde una tabla del estante del closet. A mi me encontró finalmente enrollada en una bufanda de cortina debajo de la cama. Cuando me sacaron con la ayuda de otras enfermeras de debajo de la cama, dicen que Carmen se desmayó. La bufanda de la cortina estaba impregnada en sangre. Todo mi cuerpo estaba lleno de heridas. Si eran consecuencia de mis devastaciones o si yo misma me las hice, no es claro. Mi cuerpo estaba cubierto de cortes, levantamiento de piel y varios hematomas. Yo no respondía a nada. Inconsciente. Además, tenían la impresión que había perdido una cantidad considerable de sangre. Me llevaron rápidamente a urgencias en donde el médico en jefe me prestó los primeros auxilios. La señora doctora, quien se encontraba en camino de regreso a casa fue notificada y ordenó que más tarde me remitieran al hospital central. Allí me proporcionaron atención médica y me enviaron a cuidados intensivos para observación. Tuve que pasar allí unos días sedada, hasta que me enviaron a la enfermería de esta institución. Sólo recuperé la consciencia una semana después. Por Alwine supe, que sostenía en una de mis manos contraídas un librito azul oscuro. Otros pacientes curiosos y apresurados quieren haber visto como yo, mientras me examinaban por primera vez en mi habitación, me senté y grité con voz ronca: ‘¡Demonio, aléjate de mi!’ De acuerdo con el testimonio de otros, temblé por todo el cuerpo simultáneamente. Otra paciente dijo más tarde para el acta que mis cabellos estaban literalmente parados de punta y que escupí fuego en reiteradas ocasiones. Todo esto no pudo ser confirmado por las enfermeras que estuvieron presentes. La dimensión de la devastación hizo parecer todo como un campo de batalla e hizo surgir la pregunta de cómo pudo haber ocurrido todo pasando desapercibido. Finalmente fui encontrada mucho más tarde. Todavía no está definido si la enfermera en jefe es encontrada responsable de posibles descuidos en materia de supervisión. Más aún, no es claro en dónde quedó guardada la bufanda de cortina. Las conjeturas sobre todo de los pacientes no pudieron ser verificadas de manera oficial. Entre ellas está sobre todo el rumor que ésta desapareció de manera misteriosa de la habitación que está estrictamente bajo llave y en donde se guardan los objetos de ese tipo de sucesos, una especie de cuarto de evidencias. Lo que a su vez es la razón para la aparición de otro rumor según el cual fui víctima de un crimen violento, rumor que la dirección de la institución busca refutar señalando mi autoagresión. Una cosa es segura. A mi pasado abismal se unió una experiencia traumática actual. Lentamente comienzo a comprender la magnitud de éste, sin poder decir realmente qué fue lo que pasó de verdad. Sin embargo, su poder no es de subestimarse.