Éxodo 3, 1-7
Un día en que Moisés estaba cuidando el rebaño de Jetro, su suegro, que era sacerdote de Madián, llevó las ovejas hasta el otro extremo del desierto y llegó a Horeb, la montaña de Dios. 2 Estando allí, el ángel del Señor se le apareció entre las llamas de una zarza ardiente. Moisés notó que la zarza estaba envuelta en llamas, pero que no se consumía, 3 así que pensó: «¡Qué increíble! Voy a ver por qué no se consume la zarza.» 4 Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: —¡Moisés, Moisés! —Aquí me tienes —respondió. 5 —No te acerques más —le dijo Dios—. Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa. 6 Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Al oír esto, Moisés se cubrió el rostro, pues tuvo miedo de mirar a Dios. 7 Pero el Señor siguió diciendo: —Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces, y conozco bien sus penurias.
Queridos hermanos,
Otra vez una historia que hace encender las mejillas de los niños. Moisés y el arbusto ardiente, un clásico como Adán y Eva, José y sus hermanos, Jonás y la ballena. Historias maravillosas que son muy apropiadas para misas para niños. Para nada mas?
No del todo. Pues nosotros también reconocemos el ser fuego y llama por algo. Entrar al fuego, jugar con el fuego, pero no ser consumido.
Acercarse a Dios es jugar con el fuego.
Dios se le presenta a Moisés en un arbusto ardiente, cuando éste está cuidando de sus ovejas. Es decir escucha una voz desde allí que le dice: Soy quien soy. ¿Eso qué quiere decir? Otra pregunta que no resulta en entendimiento. Voy a ser quien voy a ser. Más nebuloso aún.
¿Qué cuenta alguien que experimenta algo así, sin dejar en el otro una impresión extraña?
Hay cosas que son difíciles de transmitir con palabras. Explíquele a su esposa o esposo por qué la/lo sigue amando después de tantos años. Comenzamos a tartamudear. No porque no tengamos nada que decir. Sino porque las palabras que elegiríamos no serían diferentes al murmullo del viento. El lenguaje de palabras con frecuencia tiene un límite.
¿Entonces cómo hablar de Dios si no le podemos decir a nuestro más amado/a nuestra más amada lo que aún sentimos por él/ella?
El que se acerca a la vida, arde – sin quemarse
Cuando perforamos el núcleo de la vida, entonces se esfuman las palabras. ¿Qué le dice un moribundo a sus familiares después de que se entera que ya no va a vivir mucho tiempo?
¿Qué le dice un hijo a sus padres cuando ha cometido un error garrafal en el trabajo y ha puesto en peligro su ascenso?
¿Qué le dice una amante a su adorado, cuando tiene que admitir que sus sentimientos no pueden ser?
¿Qué dice un empleado a su superior, cuando reconoce que éste está dispuesto a tomar una decisión cuestionable?
En nuestro tiempo se forman e intercambian muchas palabras. Y sin embargo, esto lo escucho cada vez con más frecuencia, las palabras significan cada vez menos.
Sin buscarlo, nos encontramos en situaciones que nos exigen demasiado. Moisés busca en la sequía las próximas o tal vez las últimas briznas de hierba para sus ovejas. Y qué encuentra: a Dios, es decir a aquel quien dice de si mismo que es quien es.
Muy en serio, cómo puede uno enfrentar a otro con algo que uno mismo no comprende. En el mejor de los casos voy a obtener una explicación, pero no una comprensión para aquello que de alguna manera permanece inexplicable.
Fuego – aterrador y anhelado a la vez
Acerquémonos de otra manera. Sintamos los que Moisés tuvo que haber sentido.
En primer lugar: Moisés no sintió temor por sus ovejas. Él no las lleva a un lugar seguro antes de acercarse al fuego.
Cuando la vida viene hacia nosotros, entonces nos cautiva.
Perdemos la razón y hacemos por otros a veces cosas incomprensibles. Pero ante todo una cosa: perdemos todo miedo. No pensamos en las posibles consecuencias.
La vida misma no destruye
Moisés siente, estoy a punto de experimentar algo muy especial. Y solo voy a poderme acercar a ello si me aproximo con el debido respeto, es decir si me quito los zapatos.
Moisés solo siente miedo cuando Dios lo manda de regreso a donde su pueblo. ¿Qué debe decir y quién le va a creer?
Hay experiencias que…
Si, ya lo dije. Existen experiencias que al final las queremos mantener para nosotros porque no sabemos qué y cómo describir, lo que experimentamos.
A riesgo de no poderle contar a nadie sobre ello, el fuego nos va a atraer de todas formas. Y nosotros nos vamos a acercar con respeto.
Se cuenta sobre un buscador…
… que se puso en camino para estudiar a fondo su ser y para encontrar a Dios. Al final se encuentra a sí mismo en medio de una vida que lo hechiza. El cronista escribió sobre él: En pensamientos surgió la imagen de un paisaje que ejerció una enorme fuerza de atracción en su extensión. ‚Así es la vida‘, se dijo a si mismo. ‚Nos arrastra hacia la existencia!‘ Entonces comenzó a arder algo en él como un fuego devorador.
La vida un fuego devorador – aterrador y gratificante a la vez
Es bueno despertar cuando se ha tenido un sueño refrescante y las perspectivas del nuevo día son calmantes y felices.
Qué alegría es ser creyente y ya desde el momento del despertar, sacrificar los primeros minutos del nuevo día al Creador y Padre.
También me gustaría despertar a alguien para darle buenas noticias. Noticias que son mejores que los más magníficos sueños.
(Helder Câmera, Haben ohne festhalten, S. 105)
¡Despertemonos unos a otros, una y otra vez, cada día de nuevo con la plácida y positiva intención de conferir magnificencia a la faz de la Tierra!
Amen.
Kirchenbollenbach, 27.01.2017