Indigo danzante XXVII

Tanzendes Indigo

¿Tiene algo para mi? ¿Algo? Usted ya sabe. ¿No me puede dar algo para que todo pase? Todo a mi alrededor está oscuro. Y cada vez que pienso que todo va mejor, me alcanza nuevamente el negro. No hay nada que anhele más que dejar todo atrás de mi. Eso no es posible. ¿Qué? No puedo darte nada. Rojo. Negro. ¿Qué se lo impide? Usted seguramente también quiere que la sociedad sea liberada de gente como yo. ¿Oh, Dios, de qué estás hablando? Hubo un tiempo en el que no nos trataron de una forma tan hipersensible. No te puedo seguir. ¡Usted puede! Me repugna. Toda la vida me repugna. ¡Póngame fin! ¡Se lo pido! Unos ojos me miran estupefactos. Percibo una leve contracción de los rabillos de sus ojos. ¡Hágalo ya! La señora doctora se levanta, se aleja y va hacia la ventana. Cuando se voltea tiene lágrimas en los ojos. Realmente sabes. Su voz se quiebra. La miro. Ella jadea. ¿Sabes? ¿Que tengo que saber? ¡Hable de una vez! Percibo que ella está a punto de perder la serenidad. ¿Que es tan reprochable de mi deseo? No quiero más. Y ya no puedo más. Usted ha hecho un gran esfuerzo conmigo. Pero no va a funcionar. Ella tiembla en todo el cuerpo. ¡Hagámoslo ya! Estoy lista. Tu no sabes lo que dices. ¿Tienes idea? Ella cae al suelo. ¡Mierda, señora doctora! ¿Eso qué significa? Se trata de mi y no de usted. Rojo. ¡Deje ya de hacer una escena! Ella está tendida delante de mi. Como un animal cazado. Me agacho hacia ella. Mi mano va intuitivamente hacia su cuello. Como un comisario compruebo su pulso atropellado. ¿Señora doctora, puede escucharme? Extraño cómo mantengo la calma. Que estire la pata si no me puede ayudar. Rojo. Un calor indomable se esparce de manera eruptiva por mi cuerpo. Corro velozmente hacia la ventana y la abro bruscamente. El aire frío del invierno fluye hacia mi. Hasta ahora me percato que anoche nevó. El jardín está cubierto por una gruesa capa de nieve. ¡Frida, nevó! De verdad. ¡Ven y mira! ¿Vamos a montar hoy en trineo? Ya. No, más tarde. Voy a tratar de llegar antes del trabajo. A eso de las tres. Entonces tendremos tiempo antes de que anochezca. ¡Uy si! Después del colegio puedes sacar el trineo del sótano para preparar las cuchillas con corteza de tocino. Así lo haré. ¿No podemos ir ya? Más tarde. Lo prometo. ¡Frida! Cierro la ventana precipitadamente y me doy la vuelta. ¡Señora doctora! ¿Me puedes ayudar a levantarme? Le estiro mi mano. Tambaleante toma asiento en el sofá del consultorio. ¡Ven, siéntate a mi lado! ¿Qué le pasó señora doctora? Déjame terminar de volver a mi. Un ligero temblor pasa por su cuerpo como una réplica. ¿No se siente bien? ¿Llamo a alguien? Déjalo. Ya me siento mejor. Yo no tengo esa impresión. Si, si. El pasado, quiero decir, mi pasado. ¿Qué pasa con él? Me acaba de alcanzar. Estoy sorprendida. No, señora doctora, todo esto solo está bien escenificado. Usted solo me quiere. ¡Frida, escúchame! No me querrá hacer creer que la señora doctora hecha y derecha también tiene sus precipicios. ¡Frida! Me mira con una expresión seria. ¡Perdóneme! De verdad pensé. Que te estaba tomando del pelo. Si. Para distraerme. Y de alguna forma lo logró. No es así. Tus palabras generaron en mi, no puedo decir por qué, o tal vez si. En todo caso abrieron una vieja herida. Todavía no sé muy bien si le puedo creer. Ella parece adivinar mis pensamientos. Es diferente a lo que estás pensando. ¿Estás dispuesta a escuchar algo confidencial?  Adelante, soy toda oídos. ¿Queda entre nosotras? Queda entre nosotras. Prometido. Atenta la miro profundamente a los ojos. Ella sostiene mi mirada. Hay pocos que saben por qué trabajo aquí. A mi padre le hubiera gustado más si hubiera entrado a trabajar con él en su consultorio tan pronto terminé mis estudios. ¿Cómo? Después del tiempo oscuro, él abrió su propio consultorio. Su deseo era que yo me encargara después de él. ¿Y? Creo que tengo que comenzar más atrás. Mi padre era médico como yo. En el tiempo oscuro. ¿De qué habla, tiempo oscuro? Hablo de la guerra. Entonces dígalo. Usted también espera que se digan las cosas por su nombre. En la guerra el fue médico aquí. ¿Aquí? Si, aquí. Ella pasa saliva. Aquí ocurrieron cosas horrorosas. Hasta el día de hoy no he podido descubrir si mi padre participó en ellas. ¿Participó? En aquella época querían purificar la sociedad. Señora doctora, por favor hable de tal manera que yo pueda entender. Frida, no me resulta fácil. Hace una pausa. Trato de recordar lo que sé sobre el tiempo oscuro. Cosas terribles. Esto lo considero una atenuación. Fue espantoso lo que pasó. Al comienzo vine aquí porque pensé que podría encontrar respuestas en viejos expedientes. Pero todos los expedientes fueron destruidos a tiempo. Mi padre nunca quiso hablar sobre aquella época. Solo muchos años después, cuando yo ya estaba aquí, retomaron casos antiguos. Se iniciaron procesos en los que también cayó el nombre de mi padre. Hasta hoy no sé que fue lo que pasó realmente. ¿Por qué está aquí todavía? Hay cosas más agradables que ocuparse de nosotros los chiflados. Con personas como yo que no logran poner en línea su vida. A mi me llena el trabajo con ustedes los chiflados. ¿Puede ser que quiera enmendar algo? Ella no responde inmediatamente. ¡Pillada! Tal vez. ¿Pero eso es importante? Ya son tantos años aquí. Hace mucho que enmendé la culpa de mi padre. ¿Culpa? Pensé que usted no sabía. No, no tengo pruebas. Pero lo percibo. Algo estuvo pesando como una sombra sobre él desde que tengo uso de razón. En todo caso, cuando hace un rato comenzaste a decir que te diera algo, hizo click dentro de mi. Eso es seguro. Aquí también fueron asesinadas personas porque se les consideraba parásitos, indignos de seguir viviendo. Ahora comprenderás que no puedo, bajo ninguna circunstancia, cumplir tu deseo expresado espontáneamente. Azul verde. Blanco. Me avergüenzo. ¿Entonces ahora me va a mandar a donde el doctor Wittig? No, mi querida. Me caes bien. Y deseo para ti que pronto te puedas ir de este lugar con la frente en alto. ¿Ya sabes a dónde quieres ir? A una isla solitaria. Titubeo. En todo caso lejos de aquí. ¿Quiere venir conmigo? Lo voy a pensar. ¡Pero ahora discúlpame! El tiempo se acabó hace rato y yo debería arreglarme un poco. Me siento como un zombie. ¿Zombie? Usted, señora doctora, de ninguna manera.