Robles de justicia

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Isaías 61

1 El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros, 2 a pregonar el año del favor del Señor y el día de la venganza de nuestro Dios, a consolar a todos los que están de duelo, 3 y a confortar a los dolientes de Sión. Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento. Serán llamados robles de justicia, plantío del Señor, para mostrar su gloria.

Queridos hermanos,

Qué bueno para aquel que puede decir de sí mismo que el Espíritu de Dios reposa sobre él. Para aquel que pretende que es un ungido de Dios, quien le trae buenas noticias a los que están en miseria, cura corazones rotos, da libertad a los presos y a los que tienen ataduras de toda clase para que sean libres.

El profeta Isaías lo hace. O hace, lo que hacemos siempre cuando queremos que nuestras palabras tengan efecto, nos referimos a autoridades, expertos, estudios que prueban que no somos nosotros los que hablamos sino, por así decirlo, por orden de un poder más alto.

Como predicadores de la palabra de Dios aún tenemos esa tradición, aunque ya no tenemos la misma autoridad que los profetas en su tiempo. Aunque la autoridad de los enviados del Señor en nuestro tiempo se ha perdido un poco, nuestro hablar sigue siendo por encargo de Dios.  

Sigue siendo un dilema fundamental: estoy convencido como predicador del mensaje de mi sermón? Creo mis propias palabras?

Es fácil eludir esta pregunta y no ocuparse de ella y en vez de ello hablar cada domingo sobre lo que dice en los textos que son propuestos. Esconderse detrás de las palabras a veces incomprensibles del idioma antiguo y mantenerse en lo dicho.

Cuando trabajamos en la interpretación, y llevamos la viejas palabras sobre la desagradable zanja de la larga historia, entonces se pone más difícil. Pero justo en eso consiste el desafío de cada sermón. Queremos no solo sostener el significado de las viejas palabras en el aquí y en el ahora, sino queremos interpretarlas de una nueva forma.

Nadie debe salir de la misa sin haberse sentido aludido. Pero aquí también surge la pregunta: puedo hablar para todos al mismo tiempo?

No son nuestros estados de ánimo demasiado diferentes como para poderlos describir en un solo sermón? Cierto?

Esto no puede detenernos a nosotros los predicadores de seguir justo dicha intención. Debemos proclamar por orden del Señor, el que fue y el que será. Y aquello que proclamamos es lo atemporal del tiempo. Y por eso es válido para cada uno de nosotros sin importar cómo le va a él o cómo le va a ella ni la situación de vida en la que se encuentra.

Nosotros los protestantes vamos más allá con cada forma de proclamación. Postulamos que cada uno y cada una tiene esa misión de proclamar. El así llamado “sacerdocio de los creyentes”. Si entendemos el texto bíblico para el sermón de hoy como mensaje para la próxima semana, qué querría decir eso? Qué es lo que le tenemos que decir a nuestra familia, nuestros amigos, nuestros colegas y nuestros vecinos?

Las afirmaciones del profeta Isaías son claras e inequívocas:

  • A los que están en miseria, los que tienen culpa por las razones que sean o que están en el piso por ser víctimas, a esas personas debemos decirles palabras que los alienten. O sea no decirles “Mira en la Biblia, tal vez encuentres algún versículo que te sostenga.” Nuestras palabras deben devolverles el piso debajo de sus pies. Para los que están en miseria es rápidamente claro si la persona que le está hablando utiliza su colección de citas de la Biblia o si vive de las palabras que cita porque fue atrapado por ellas. Si encuentro a alguien que tiene el corazón roto, porque tuvo mala suerte en el amor o porque no le corresponden en su sentimiento a ese alguien no lo puedo simplemente remitir hacia Dios. Soy el mensajero de Dios y bajo su autoridad debo actuar en su lugar. Tal vez voy a tomar a esa persona en mis brazos, si es posible, o simplemente escuchar los que tiene que decir para que se pueda desahogar. 
  • Frente a personas que viven realmente en prisión o aquellas que se encuentran en estructuras que los hacen sentir que algo los mantiene presos, voy a tener el mismo desafío de no hablar solamente de que Dios prometió a través del profeta Isaías la libertad a todos los presos. Eso está prohibido. Cuantas personas están presas hoy en día, culpables o inocentes, y sucumben ante esa situación o incluso mueren? Que les vamos a decir? Nos vamos a sentir superiores a ellos? No lo creo. Estamos llamados todos a apoyarlos.
  • Personas que en nuestros días se sienten atados, tal vez digamos solo, que no pueden sentirse a si mismos ni en sus vidas libres ni independientes. Personas que hab perdido su libertad y su derecho de autodeterminación. A esas personas las debemos enfrentar, según las palabras del profeta, como si fueran libres. Pero cómo, si nos deben algo. Si aceptaron responsabilidades frente a nosotros y nos hicieron compromisos y no los pueden o no los quieren cumplir? Lo notamos en todos los ejemplos que nos da el profeta Isaías: hay una gran diferencia hablar de algo y actuar en consecuencia. Es un reto liberar al otro de esa responsabilidad que me prometió, sin que nuestra relación se rompa permanentemente o esté en peligro de romperse.

En estos días leo el reporte actual de un conocido sobre su permanencia en Colombia. La politóloga Julia Sachterer lo cita como “la realidad se ve diferente”. Desde el histórico proceso de paz en Colombia y del desarme de las FARC, los asesinatos de activistas del proceso de paz no han cesado. La violación y el desalojo sobre todo de gente de las regiones remotas no ha cesado. Las casas de desmembramiento (casas de pique) están otra vez en el plan para personas que se encuentran con personas equivocadas. Siguen la intimidación y el chantaje por parte de los paramilitares.

Ser cristiano no ha sido fácil ni es fácil. Ser cristiano significa preguntarse a diario como nos reta el presente, qué hacer y qué decir?

Esto no es sólo válido para las regiones en crisis de este mundo. Es válido en todas partes. Y eso nos lo muestran personas, como los voluntarios en los devastadores incendios forestales en Australia, cuando arriesgan sus vidas e incluso las pierden por el bien de su país, de la población y de los turistas.

El cristiano, eso lo muestra la historia desde sus inicios, no teme al presente sino que, como lo dijo alguna vez Dietrich Bonhoeffer, agarra los radios de la rueda de la historia. 

Es menos el cristiano que ora los domingos, sino el cristiano que da testimonio cotidiano de un mensaje que ya está provocando cambios en su propia vida y en la vida de los demás a través de lo que dice y de lo que hace.

Lo que para cada uno y cada una quiere decir, que el Espíritu de Dios nos abra todos los sentidos, para que hablemos y obremos en donde seamos desafiados. Entonces reposará sobre nosotros el Espíritu del Señor y nos convertiremos en robles de justicia en medio del plantío del Señor.

Amén

Abteikirche Göttschied, 05.01.2020