Estoy tendida sobre mi cama, clavo los ojos en el techo. Veo el techo sin tratar de verlo bonito. Sobre mi ranuras y manchas. A veces, cuando estoy horas enteras acostada sobre mi cama, mi mirada se hunde en un paisaje imaginario. Reconozco muecas. Miran hacia abajo hacia mi. Caras llenas de dolor. Caras que se ríen maliciosamente. Intento evadirlas. En vano. Mi mirada está literalmente pegada en ellas. Trato con mi mente de concentrarme en algo diferente. Tampoco lo logro. Cierro los ojos. Siento palpitar mi corazón. Me siento solitaria. Ya casi no se asoma la cara amable de Alwine en la puerta entreabierta. Me he vuelto demasiado para ella. Pienso yo. En algún momento todos se alejan de mi. Mi pesadez es demasiado para ellos. Desde hace mucho tiempo que es demasiado para mi. Negro. Presiona como la muerte misma. No puedo escapar de mi misma. Será que la señora doctora aunque sea entendió eso? Se ha vuelto tan desinteresada. O soy yo? Porque mi mirada hacia el mundo afuera ya solo es posible a través de un velo. No me hago pequeña, martillea en mi cabeza. Me he encogido más allá de la desfiguración. Rojo sangre. Surge la rabia. De dónde? Veo a alguien delante de mi. La cara es ininteligible. Temerosa alzo la mirada. Una boca, abierta de par en par, se desocupa sobre mi. Me hago pequeña como si pudiera huir de los parlamentos. Quiero salir corriendo. Las piernas son pesadas como de plomo. Me falta la fuerza. Persevero. En algún momento tiene que pasar. Ojos abiertos de par en par me miran fijamente. Su mirada me traspasa. Me desplomo. Trato de gritar. Mi nooooooooo, no se escucha. Estoy acurrucada en el piso. Algo hala de mi. Me quiere hacer levantar. De pronto una patada en un costado. Se me va el aire. Jadeo y trato de respirar. Eso fue todo? Al fin. Más tarde estoy sola. Aún estoy viva. Mi costado duele. Me incorporo. Miro alrededor. No hay nadie. El silencio tiene algo aterrador. Me subo con dificultad a mi cama. Busco protección debajo de mi cobija. Cuando abro nuevamente mis ojos, el crepúsculo ha invadido mi habitación con un gris opaco. Las caras sobre mi. Ya no las veo. Debo tomar una decisión. Rojo. Mi corazón palpita. Tomo aire profundamente. Trato de incorporarme. Me caigo de lado. Toma otro camino. Veo a la señora doctora delante de mi. Me mira desinteresada. Por qué está aquí, si cuando está trabajando solo está ausente? Tengo alguna opción? Toma otro camino! Para usted es fácil. Usted regresa todas las noches a su casa. Yo no tengo casa. Se necesita de una meta cuando se quiere tomar otro camino. Rojo. Me tapo los oídos. Cierre la boca de una vez! No mejora si cada vez vuelve a repetir la misma frase. Se podría pensar que usted… Ah, dejémoslo. Con las últimas fuerzas me levanto y tambaleo hacia la ventana. El invierno aún lo tiene todo bajo control. Sobre el pasto hay una gruesa capa de nieve. Todo está muy gris. El sol, en algún lugar debe estar. Me gustaría poderme levantar por encima de todo como un pájaro. Subir a las alturas en donde los rayos del sol me reciben con su fuerza. Hace mucho que no voy a donde ella. Será que aún espera el saco para boxeo tan anhelado? Debería visitarla. El cambio me hará bien. Será que todavía está. Por qué no? Aunque parecía frágil en ella aún quemaba el fuego. Yo lo podía sentir claramente. Regresan las fuerzas inesperadas. Casi saltando tomo los escalones de la escalera mientras cierro mi chaqueta. En el jardín me recibe un viento helado. Me pongo la capucha sobre la cabeza y corro hacia la puerta del jardín. Como la última vez, se deja abrir. Estoy aliviada. Miro hacia atrás. Ningún ruido, ningún nada. Algo sin aliento llego a la casa de la anciana. Como es que se llama? Revuelvo en mis pensamientos. Me cuesta trabajo recordar. Mientras cavilo, toco la puerta. No hay reacción. Vuelvo a golpear algo más fuerte. Otra vez nada. Estoy a punto de darme la vuelta, cuando escucho un ligero arrastrar de pies. Luego de otra eternidad se entreabre la puerta. Quien es? Una voz ronca me sale al encuentro. Erna! Eres tu! No espero a nadie. Soy yo, Frieda. Frieda? No conozco a ninguna Frieda. No te acuerdas? Estuve aquí hace un tiempo. Tu jardín me gustó mucho. Ninguna respuesta. Yo, yo… tal vez recuerdas que conversamos. Sobre qué debimos de haber hablado? Te prometí organizar un saco para boxear. Un saco para boxear? La puerta se abre. Erna da un paso hacia adelante. Entra! Cierra la puerta detrás de ti! Ella va adelante. Yo la sigo. Una mano me indica el puesto. Me siento. Erna se deja caer resollando en la poltrona. Qué quieres? Pensé en ver cómo estás. No es necesario. Puedo ser honesta? Dale. Ahórrame los rodeos. Me siento solitaria. Y entonces tuve que pensar en ti. Es decir en nuestro último encuentro. Tuvimos una buena conversación. Con que si, la tuvimos? A mi por lo menos me hizo mucho bien. Estoy pasando por un tiempo difícil. Y pensé. Llega al punto. Crees que a mi me ocurre de otra manera? Entonces dime por qué debería perder el tiempo contigo. No sé. No lo sabes. Entonces desaparece y no me sigas molestando. No quiero molestarte. Tu me comprendes. Casi no nos conocemos. A mi me alcanza para poder decir lo que digo. No creas que me puedes enredar con palabras bonitas. Allí arriba aún todo funciona bastante bien. La señora doctora no me escucha y todos los demás han perdido su interés en mi. Y tu esperas que yo? Solo me escuches. Que podamos conversar un rato. Un chocolate caliente tampoco estaría mal. O algo con lo que me pueda calentar. Tengo taaantooo frío. En la nevera hay leche. No sé si aún esté fresca. Lo demás lo encuentras encima del estante de la cocina cerca de la estufa. Ten cuidado de no incendiar mi cocina. Sabes cómo se maneja el gas? No te preocupes, en mi casa también teníamos una estufa de gas.