Dar lo más valioso

himmelwärts

Queridas lectoras, queridos lectores,

hay personas que no se pueden quedar con lo más valioso. Cuando ha llegado el momento están listos para darlo todo. Ni siquiera el hecho de que un extraño se haya beneficiado del propio movimiento libre, puede evitar que lo hagan.

“Deja eso!” Les gritan unos, “Todo puede empeorar”, otros. “No puedes saber lo que todavía te espera.”

Pero no es así: la buena obra que espera hoy a ser realizada, mañana ya no encontrará al destinatario.

Algunas cosas, tal vez mas de lo que podemos admitir diariamente, no se dejan posponer para mañana. Puedo mover la semana en mi cabeza de un lado al otro por días. Si pierdo el instante y en algún momento estoy convencido que ahora, ahora es tiempo, puede ser muy tarde.

El evangelio para hoy domingo retoma esta experiencia básica. Escuchemos las conocidas palabras sobre la unción en Betania (San Marcos 14):

San Marcos

 3 En Betania, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Simón llamado el leproso, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un  aceite muy costoso, hecho de nardo puro. Rompió el frasco y derramó el aceite sobre la cabeza de Jesús. 4 Algunos de los presentes comentaban indignados: —¿Para qué este desperdicio de aceite para unción? 5 Podía haberse vendido por muchísimo dinero[1] para dárselo a los pobres. Y la reprendían con severidad. 6 —Dejadla en paz —dijo Jesús—. ¿Por qué la molestáis? Ella ha hecho una obra buena conmigo. 7 A los pobres siempre los tendréis con vosotros, y podréis ayudarlos cuando queráis; pero a mí no me vais a tener siempre.

Estos días nos lo muestran muy claramente: hay instantes que es mejor no desaprovechar. Las medidas de seguridad, que hoy lanzo al viento, pueden llevarme en pocos días hacia una situación amenazante para mi vida. Una conversación que no tengo hoy, puede que mañana ya no sea posible.

Dar lo mas valioso va ser una cuestión de actitud en estas semanas. Algunos prefieren retraerse, por preocupación o por miedo de lo que pueda ocurrir.

Nuestra propia vida, más precisamente nuestra salud, se ha convertido en lo más preciado. Ponerla en juego no parece ser solamente tonto sino altamente peligroso. “Date un tiro, si no puedes mantener la distancia requerida.” Le dijo un comprador enojado a otro en la cola para pagar en el supermercado.

Pero también se ha vuelto lo más valioso aquello que ahora nos ayuda a mantenernos saludables, tomar medidas de precaución. Y si nos infectamos y al final nos recuperamos a pesar de todas las complicaciones, aparatos médicos, ropa protectora, así como tapabocas, son parte de eso.

En algunos lugares los individuos tienen que decidir a quién se le concede los más valioso y a quién no. Solo los pacientes con pronóstico de recuperación son conectados a los respiradores artificiales.

Al mismo tiempo las personas están dispuestas a dar lo más valioso de si. Exponen su vida todos los días al peligro de ser infectados. Trabajan en hospitales, hogares de ancianos y en muchos otros lugares. Con su trabajo están cerca de las personas, personas que se infectaron y que luchan con la muerte. Ellas contribuyen a que la dignidad de cada una y de cada uno sea mantenida. Ellas son las que aún pueden estar cerca de nuestros seres queridos, cuando a nosotros ya hace tiempo que no nos permiten verlos. Ellas hacen esto, no lo puedo decir con suficiente frecuencia, con entrega y una gran porción de valentía y despreocupación. No tienen miedo de infectarse ellos mismos.

Son como la mujer que derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Perfume que verdaderamente hubiera alcanzado para ayudarle a muchos pobres.

La humildad ante la dignidad de la vida de cada uno prohíbe tales cálculos. El costo de comprar un respirador artificial para la unidad de cuidados intensivos no puede compararse con otra ayuda humanitaria.

Quien toma en serio el desafío humanitario generado por la pandemia, se va a proteger, va a mantener la distancia y a acatar las medidas de prevención.

Pero no negará la dignidad del contacto a una persona enferma y moribunda. Ayudará y luchará por la supervivencia hasta el último aliento.

Aquí viene a mi memoria una estrofa de una canción. La conocen?

En donde personas se entregan

Consideran el amor

Y comienzan de nuevo

Completamente de nuevo

Allí se tocan el cielo y la tierra para que la paz sea con nosotros

Allí se tocan el cielo y la tierra para que la paz sea con nosotros*

 

Por eso en estos días se trata sobre todo de lo siguiente:

Nos levantamos para alcanzar lo que parece imposible

Bajamos lo infinito del cielo

Para fortalecernos y levantarnos de nuevo

 

Oremos:

SEÑOR, Eterno Maestro

Enséñanos a alcanzar lo infinito

Aquella luz en el horizonte

Que le ayuda al Cielo a bajar a la Tierra

Y a la Tierra

A elevarse hacia el Cielo.**

Amén.

 

*   Texto: Thomas Laubach Melodía : Christoph Lehmann
**  Hélder Câmera, Tener sin aferrarse, Texto para un mundo mejor, Munich 2009, Página 146.