
Hoy quiero, mediante el fresco que se encuentra en la iglesia de San Jacobo en Urschalling, Alto Baviera, reflexionar sobre el domingo de hoy llamado Trinitatis.
La pequeña capilla es mundialmente famosa por este fresco. Observémoslo en detalle. Vemos tres figuras. A la derecha una figura con barba que probablemente representa a Dios Padre. A la izquierda, casi juvenil, ese será Cristo. Pero entre ellos ¿Quién está representado allí? Entre Dios Padre de cabello blanco y el Cristo con barba, nos sonríe una joven mujer con cabello largo y mejillas ruborizadas.
Estamos acostumbrados a que el Espíritu Santo sea representado en el arte cristiano la mayoría de veces como paloma. ¿Qué pensó el pintor del fresco al pintar? No es de extrañar que haya una discusión muy controvertida sobre la interpretación del fresco en Urschalling. Tal vez esa sea la razón de que haya permanecido escondida por siglos bajo una gruesa capa de yeso.
Aquellos que reconocen a la figura de la mitad sin duda alguna como mujer, hacen referencia con frecuencia a una circunstancia lingüística.
El término hebreo para el Espíritu de Dios es “Ruach“ y con ello una de las pocas palabras de género femenino en hebreo. ¿Fue esto lo que consideró el pintor del fresco en el momento de representar al Espíritu Santo?
Para mi la representación femenina del Espíritu Santo es en todo caso una clara evidencia, que también para nosotros los cristianos la idea de Dios, también la de la trinidad, la triada Dios, se ha transformado a través de los siglos.
La pregunta que nos sugiere el fresco sobre si Dios es masculino y si tiene rasgos femeninos en su espíritu quiero aplazarla. Es otra idea la que me parece determinante: Dios se manifiesta en nuestro mundo. Tomó forma en Jesús, tal vez también una forma femenina si nos regimos por el fresco.
Dios se muestra. Incluso podría decir, que siempre ha estado presente, es decir, no manifiesta su ser en ocasiones especiales para luego desaparecer. Hablando por los místicos, está y siempre estará presente en nosotros.
“Muchos tienen hoy problemas de abrirse a esta experiencia de fe.” Eso lo escribió Margot Käsmann* el año pasado en la revista “En medio de la vida”. Y además: “al mismo tiempo hay un gran anhelo por ello. Lo puedo experimentar cuando un coro de gospel emociona con su entusiasmo a la comunidad. Cuando una presentación de la pasión según San Mateo conmueve a la gente hasta las lágrimas. Cuando un poema me roba el aliento. Cuando después de una lectura hay un conmovido silencio. Cuando en un camino de peregrinación la naturaleza se convierte en la resonancia del acto de la creación de Dios. La fe necesita de lo sensorial, palabras que se convierten en carne, en tonos, contactos, colores e imágenes. Y todo eso solo son intentos de comprender lo que no podemos comprender. Nunca habrá imágenes claras de Dios, solo aproximaciones humanas de lo que no es palpable.”
Nuestra fe necesita de manifestaciones firmes, también se podría decir que tienen que encarnar. Para ser más exacto hay que decir: gracias a las muchas diferentes manifestaciones de Dios, ya sea en su Trinidad, podemos tomar un respiro. Somos liberados de discusiones dogmáticas sobre algo correcto e incorrecto. Dios también toma forma en nuestras vidas de maneras muy diferentes. ¡Echemos un vistazo de cerca! Si, también podría decir: abrámonos con todos nuestros sentidos a la presencia de Dios. Solo así podemos, más alla de lo que creemos saber, volver a sumergirnos en ella y dejarnos sorprender como por el fresco.
Tomémonos tiempo para observar las cosas al rededor de nosotros y dejémoslas actuar en nosotros. Miremos con detenimiento en estos días… Percibamos a nuestro entorno con todos nuestros sentidos… y relatémonos unos a otros después sobre esta experiencia, nuestra experiencia muy personal de Dios.
Amén
* Margot Käsmann, En Medio de la Vida Nr. 4/2019 Pág. 11.