Una melodía de Dios

Sermón del domingo Cantate

La Epifanía – Ciudad de Guatemala

02 de mayo 2021

Pfr. Thomas Reppich

San Lucas 19, 37-40

37 Al acercarse él a la bajada del monte de los Olivos, todos los discípulos se entusiasmaron y comenzaron a alabar a Dios por tantos milagros que habían visto. Gritaban: 38 —¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor![3] —¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! 39 Algunos de los fariseos que estaban entre la gente reclamaron a Jesús: —¡Maestro, reprende a tus discípulos! 40 Pero él respondió: —Os aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras.

Queridos hermanos,

En el principio era la palabra.

Con palabras describimos nuestro mundo.

Con palabras los escritores crean un mundo.

A esta interacción entre la descripción y la creación de nuestro mundo se une otra fuerza creadora, de la cual el evangelista Juan dice:

Al principio estaba ahí, la palabra.

Y esta palabra estaba con Dios.

¿Cómo es audible algo así? Me pregunto ¿Cómo puedo escuchar lo que sale de la boca de Dios?

Me detengo, porque percibo que el lenguaje, las palabras, no pueden describir lo que Dios es, lo que lo distingue y cómo él se muestra en el tiempo y en la eternidad.

Y sin embargo busco palabras, quiero describir y hacer tangible, lo que sobrepasa nuestro entendimiento y es parte de nuestro ser.

En el canto se eleva nuestra voz cantando por encima de nuestro ser, se apresura a encontrarse con Dios. Una melodía nos muestra el camino, el tacto nos da el ritmo.

Cuando Jesús llega a Jerusalén, llega a sus oídos el canto.

La esperanza descansa sobre sus hombros y le gritaban:

¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! —¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!

Espontáneamente esto me recuerda a Luis Carlos Galán, aquel senador que en 1989 unió a las masas en las calles y las plazas. Se convirtió en el portador de esperanza para una Colombia nueva y diferente, lejos de las maquinaciones del poder y de la infamia del cartel de las drogas. Poco antes de las elecciones fue víctima de un atentado.

La serie de aquellos que se convirtieron en portadores de esperanza de un tiempo nuevo y mejor y que fueron eliminados porque los poderosos no querían ese cambio, no termina. Hasta nuestros días hay nombres.

Uno de esos nombres también es Oscar Romero, al cual recordé en mi breve sermón de ayer. Él dijo alguna vez: “Sé que soy un pensamiento de Dios.”

Hoy quiero decir: “Sé que soy una melodía de Dios.”

Y esto me recuerda a otro nombre, a quien su iglesia rechazó y quien aún hoy vive. Para muchos se convirtió en portador de esperanza en una iglesia que obviamente, como él dijo alguna vez, se perdió a si misma y su destino.

Para él era importante que el alma de un ser humano volviera hacia él y en ese proceso  también a Dios.

“Lo más importante que podemos aprender en la vida es: encontrar nuestra propia esencia y serle fiel. Eso es todo lo que importa. Y solo de esta manera servimos a Dios completamente: que comprendamos quienes somos y tengamos el valor de vivirnos a nosotros mismos. Pues hay melodías, hay palabras, hay imágenes, hay cantos que solo duermen en nosotros, en nuestra alma, y es la tarea principal de nuestra vida de testificar y cantar. Solo con este propósito fuimos creados; ninguna otra tarea es más importante que la de descubrir qué abundancia habita en nosotros. Solo entonces nuestro corazón estará completo, solo entonces nuestra alma se volverá amplia, solo entonces nuestro pensamiento será fuerte. Y solo con todas las fuerzas que tenemos, servir y alabar a nuestro Dios como él lo merece.” Eugen Drewermann

Cuando alguien habla de esa manera y si otros lo hacen callar, entonces hablarán las piedras… o la música.

Amén