
Sermón del 1. Domingo después de Navidad
2 de enero de 2022
La Epifanía – Ciudad de Guatemala
Pastor Thomas Reppich
- San Juan 1
1 Lo que ha sido desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto os anunciamos respecto al Verbo que es vida. 2 Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella, y os anunciamos a vosotros la vida eterna que estaba con el Padre y que se nos ha manifestado. 3 Os anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4 Os escribimos estas cosas para que nuestra alegría sea completa.
Queridos hermanos,
¿Qué significa „nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.“? Me quedo en esa frase.
Me pregunto: ¿Alguna vez estuvimos separados? Quiero decir, ¿Dios alguna vez ha renunciado a su pacto con nosotros los humanos?
»Mientras la tierra exista, habrá siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, y días y noches». (Génesis 8,22)
Cada vez que aparezca el arco iris entre las nubes, yo lo veré y me acordaré del pacto que establecí para siempre con todos los seres vivientes que hay sobre la tierra». (Génesis 9,16)
Esto fue escrito después del diluvio. Y hasta hoy podemos confiar en ello. La vida que Dios nos regaló a cada una y a cada uno desde entonces lo garantiza. Y de la misma manera la naturaleza y la diversidad de especies.
¿Cómo puede el autor de la primera carta de San Juan explicar que la vida había aparecido? Ya había existido y existirá por mucho tiempo. Pero somos nosotros los que nos olvidamos de esto con frecuencia y desde hace muchos siglos destrozamos nuestro sustento y con ello ponemos nuestra vida en peligro.
Somos nosotros los que creemos cada vez de nuevo que Dios debe manifestarse, aunque Dios desde su eternidad toma forma una y otra vez en el aquí y ahora y en el fondo nunca se ha separado de nosotros ni de todos los seres. Está aquí desde hace tiempo, solo que nosotros no lo percibimos con suficiente frecuencia. Por eso depende de nosotros cambiar esto.
¿Puede cambiar algo en nuestra actitud, si nosotros, como nos lo sugiere el texto de manera demasiado clara, nos detenemos ante las palabras „vida eterna“ – incluso nos limitamos a estas dos palabras?
Mentalmente esto podría lograrse. Nos podemos imaginar muchas cosas. ¿Pero también nos saciamos con ello? ¿Estamos generando con ello los cambios en el manejo de la creación, los cuales necesitan con urgencia para que pueda darse un respiro?
¿Debemos dejarnos consolar con la fe que está tan centrada en el más allá, que ya no queda espacio para un aquí y ahora? ¿Somos como niños pequeños, a quienes hay que calmar, que no todo está tan terrible en este momento, que el examen remedial de matemáticas no es tan importante porque en el fondo no importa si somos promovidos al siguiente grado escolar o no?
Nuestros problemas, con los que tenemos que lidiar diariamente, a veces más y a veces menos, los sentimos como muy existenciales. Son tan reales, que a veces nos pueden robar la respiración. Se posan de manera real sobre nuestro ánimo y oscurecen el día que estaba soleado.
Los pesimistas entre nosotros los humanos, eso es un hecho, siempre nos dicen la misma frase general: „¡Eso jamás va a ocurrir!“.
¿Qué? Me pregunto ¿Qué no va a ocurrir jamás?
¿El cambio climático?
¿El fin de la pandemia?
¿La promoción al siguiente grado, luego de un examen remedial exitoso?
¿La conversación reconciliadora en la familia?
¿El cambio en una enfermedad complicada?
¿El fin de todas las guerras?
Si los pesimistas tuvieran la razón, que dicen de sí mismos, que solo son realistas, entonces necesitan más fe, sobre todo más eternidad de lo que Dios está dispuesto a darles.
Estamos viviendo aquí y ahora. No significa fe por encima de todo:
… no dejarnos enredar con falsos consuelos
… creer que lo imposible es posible
… dar el primer paso con valentía y audacia
… no dejarnos vencer por los contratiempos
Aunque es fundamental para nuestra fe asegurarnos constantemente del evangelio testificado en la Palabra de Dios, nuestra fe depende aún más de cómo se manifiesta concretamente en nuestras vidas.
Hablar de la eternidad, sin partir del hecho, que esa eternidad también toma forma de Dios – aquí y ahora y no en un día lejano – eso es igualmente fundamental para nosotros los cristianos.
En la ética cristiana esto significa que estamos bajo la promesa y exigencia de Dios. La Declaración Teológica de Barmen de 1934 despertó de manera aguda la conciencia en esto, a quienes se descarriaron en esa época en los disturbios de la guerra,
Lleno de reconocimiento, Hélder Câmera habló sobre el sacerdote de un lugar en donde estaba de visita. Al final le dijo: „Comprendiste bien el nuevo tiempo. Tú sabes que la buena nueva – el Evangelio – hoy más que nunca tiene que ser proclamado con hechos, antes de que sea predicado en palabras.“ (Hélder Câmera, tener sin aferrarse, Munich 2009, Página 66)
¿Qué tal si en el año que comienza, proclamáramos el Evangelio más con hechos que con palabras? ¿Qué tal si actuamos primero y luego nos aseguramos de lo que ha sucedido frente al mensaje bíblico, o si es necesario, repensamos y reajustamos nuestro camino? Esto, según Câmera, hará del mundo un lugar mejor.
No podemos hacernos una almohada de Dios y de nuestras oraciones camas de plumas que nos calienten (ibídem página 140). La nuestra es ante todo dedicación activa hacia el prójimo.
Amén.