Verde. Puedo caminar. Ir hacia adelante. Nada me va a detener. Algo me hace avanzar como una semilla que brota. Luego de estar por mucho tiempo en la oscuridad quiere salir a la luz. Me incorporo, me quedo sentada un rato en el borde de la cama. Mi espíritu se despierta con la brisa fría de otoño que entra por la ventana abierta. Yo soy. ¿Qué? Paciente. Con mi admisión forzada luego del intento de suicidio. Estaba en la oscuridad. Negro. Oscura era mi vida. Verde. Esperanza. No quiero desistir de ella. Es todo lo que me queda. Alwine en una bata verde. La veo frente a mi. Un ligero hormigueo. Me quiero aferrar a ella. Frida! ¿Qué te pasa? Madre, que haces aquí. Gritaste durante el sueño. ¿Soñaste algo feo? La miro desconfiada. Tu solo quieres calmar tu mala conciencia. ¿Cómo puedes insinuar algo asi? Soy tu madre. Estoy preocupada y tu me atacas. Soy la persona equivocada. ¿Ah, si? ¿Y quién es la persona correcta? Mi madre se aleja. ¡Lárgate, tranquila! Esa es tu disciplina de desfile. Cuando uno te necesita realmente, eres ilocalizable. Te acuerdas. ¡Frida! Verde. Dentro de la bata está otra persona. Es mas rolliza y no huele tan bien como Alwine. Soy Brunhild, todavía no nos conocemos. ¿Brunhild? No lo puedo creer. Le han dado un nombre muy fino. ¿Destino o programa? ¿Qué? Su nombre. Algo tuvieron que pensar sus padres al ponerle ese nombre. A mi padre le encantaba Wagner y su obra musical el Anillo de los Nibelungos, un ruido de fondo recurrente en nuestra casa. Nos miramos. No quiero ser inoportuna, pero su nombre tampoco es casualidad. Touché! Dejemos de debatir sobre nuestros nombres. Eso no lleva a ninguna parte. ¿Puedo hacer algo por usted? No, debí de haber soñado. Ya estoy bien. Ay si, una taza de la mezcla especial de Alwine estaría perfecto. Oh, lo siento mucho. En el cuidado general de nuestros pacientes estamos todas a cargo. Pero yo soy subordinada del médico en jefe Wittig. No le gustan para nada las mezclas de hierbas de la señora doctora. De eso ya me enteré. Entonces tráigame una taza de agua caliente. Como quiera. Brunhild intenta sonreír. No, déjelo. Me voy a ocupar primero de mi aseo personal matutino y luego ya es tiempo de apurarme para el desayuno. ¿En el comedor? Si, como es usual! Muchísimas gracias por aparecer, pero ahora puede desaparecer rápidamente. Brunhild sale de mi habitación sin hacer comentarios. Envuelta en una toalla me paro al lado de la ventana. No puedo creer lo que veo. Los primeros locos tienen su primera cita. Veo un montón de personas. Están unidos como un ovillo. Una persona más, reconozco al pez bola, está muy cerca e imparte órdenes. El ovillo comienza a moverse. Madre nudo* me pasa por la cabeza. Con ese juego pasamos muchas tardes. Madre nudo ayúdanos! Digo de manera suave para mi. Me alejo de la ventana, me visto y me apuro para ir al comedor. Tal vez logre estar de primeras allí. Todavía quiero mi tranquilidad. Me dan miedo las preguntas curiosas. Soy paciente. Aún es una frase imposible para mi cabeza. Una luz azul fría y estéril me recibe. Suena música en los parlantes de dinosaurio. Sonidos tintineantes que no permiten distinguir lo que está sonando. Fondo de ruidos, nada más. El canto de ballenas me gustaría más de música de fondo. Embuto algo de fruta y yogurt en mi sin apetito y salgo huyendo. En la salida me encuentro con el pez bola con mejillas encendidas. Madre nudo ayúdame! Le grito y me alejo. Paso. Paso. Doble paso. Casi saltando y bailando voy de regreso a mi habitación y me tiro de espalda sobre la cama. Tomo mi libro de notas, lo abro en cualquier parte y leo: cuando un hombre visitó a Tao-hsin dijo: ‘Vivir con la naturaleza y no en contra de ella es mi único camino’ Tao-hsin calló. El hombre preguntó: ‘¿Cuál es tu camino?’ Tao-hsin calló. Más tarde Tao-hsin dijo a Hung-jen ‘quien está parado en una colina, no quiere subir a otra montaña.’ Cuido mi libro de notas como un pequeño sagrario. En el transcurrir de los años he coleccionado varias cosas. ¡Aleja tus manos del libro! Le dije muchas veces a mi madre, hasta que un día la pillé leyendo en él. Si te vuelves a atrever a meter tu nariz en él, te mato. ¿Esperas encontrar información sobre la infamia? A partir de ese momento lo empecé a esconder en diferentes sitios de mi habitación. Rojo fuego. Sudor frío sale de mis poros. La respiración agitada no mitiga las náuseas. Brazos golpean salvajemente. Piernas patean. Un grito. ¡Cálmese! Brunhild me sostiene por los antebrazos. ¡Suélteme! ¿Qué se supone que es esto? Ella no me suelta. El rojo da paso al negro. Cierro los ojos. Cuando vuelvo en sí me mira un hombre mayor con bata blanca. Señora Carlo, le vamos a dar primero algo para calmarla. ¡De ninguna manera! La señora Carlo es mi paciente. Usted sabe muy bien lo que pienso de esas inyecciones. El hombre de bata blanca hace una mueca y se aleja. Al salir de mi habitación cierra la puerta de un golpe. ¡Frida! Puedo decir Frida, verdad? Asiento con la cabeza. Llegué justo a tiempo. La señora doctora se sienta conmigo en la cama y me toma el pulso. Mientras lo hace su mano se desliza por mi muñeca hacia arriba y hacia abajo. Xian-mai**. ¿Cómo dice? Tiene un pulso nervioso, templado como cuerda de guitarra, como me gusta describirlo. ¿Puedo ver tu lengua? Me lo imaginé. Está roja y opaca. Una señal de gran calor en ti. Puedes recordar que te hizo reaccionar así? Yo… rojo. ¿Rojo? Hojee mi libro de notas. Entonces llegaron los recuerdos, me dio claro y sentí náuseas. De pronto la bata blanca estaba a mi lado. Nuestro médico en jefe el doctor Wittig. Pero ahora yo estoy aquí. Te voy a traer un té y entonces vas a descansar un rato. Si no soportas estar acostada entonces da un paseo y mantente en movimiento. La enfermera Brunhild debe acompañarte. Ella está encargada en la estación de ti hoy. Puedes confiar en ella. Más tarde nos vemos para conversar. ¿Es un trato? Vuelvo a asentir. ¿Cómo va el apetito? Yo niego con un movimiento de manos. Algo de fruta y un yogurt. Más no pude comer esta mañana. Y así mi estómago estuvo revuelto. Es lo que pensé. El té te va a ayudar a encontrar tu equilibrio y calmará tu estómago.