Indigo danzante VII

Tanzendes Indigo

¿Cómo te va hoy en la mañana? Hasta ahora bien. ¿Me lo dirías si no fuera así? Claro. No es tan evidente. No quiero acusarte de nada, pero he trabajado con pacientes por mucho tiempo como para poder decir que no siempre hablan sobre todas las cosas. Aquí en donde nosotros no es muy distinto que afuera en la vida cotidiana. Nos gusta hablar sobre aquello que nos parece agradable. Pero lo desagradable lo tratamos de desterrar de nuestras vidas. Ayer me preguntaste si soy terapeuta o médica. Si se trata de la verdad, soy médica y si se trata de las historias que nos gusta contar unos a otros, entonces soy terapeuta. ¿Disculpe señora doctora, puede expresarse de una manera más comprensible? Usted no querrá decir que acabo de mentirle. De verdad que estoy bien de acuerdo a las circunstancias. Hace pocos días quise ponerle fin a mi vida y ahora puedo ver cómo me levanto. Y usted hasta ahora me ha ayudado mucho para lograrlo. ¿Entonces, esto qué significa? Frida, no hay razón para alterarse. Lo que dije no fue una expresión de desconfianza de mi parte. Creo que es apropiado explicarte primero mi entendimiento fundamental sobre el cuerpo y la psique. ¡Adelante!
¿A ti seguramente también ya te ha ocurrido que no puedes confiar en las palabras de otro? Claro. ¿Además conoces momentos en los que por el motivo que sea no te fue posible decirle toda la verdad a otro? Si. ¿Y finalmente es una experiencia conocida para ti que alguien te dice algo y su cuerpo te da a entender algo distinto? Eso también lo conozco. No se trata de nada más. Mira, el cuerpo es inequívoco en su lenguaje. El nos anuncia hambre, dolor, tensión y muchas cosas más, mucho antes de que podamos decir claramente con nuestra cabeza lo que está ocurriendo. Nuestro cuerpo no puede fingir. Pero nuestra cabeza si. ¿Eso es lo que quiere decir? ¿Que nuestra mente tiene la posibilidad de poner filtros, es así como quiero nombrarlo, delante de lo que está pasando? Son nuestras experiencias y costumbres, las que que ponen todas las nuevas experiencias en un contexto que ya nos es familiar. En ese proceso seleccionamos, lo que puede llevar a… eso no puede ser, lo que no debe ser. Pero todo es mucho más complicado. Porque lo dicho vale para lo que conocemos conscientemente. Junto a eso hay mucho que se hunde en las capas más profundas de nuestra consciencia o ha sido reprimido. Así hay experiencias y acontecimientos que debimos vivir, tan traumáticos que nuestra mente decide, por una especie de auto protección, bloquear cualquier recuerdo relacionado. Recordar, sin embargo, no es un privilegio de la mente. El cuerpo también puede recordar. Las huellas de los recuerdos en el cuerpo pueden ser despertados en cualquier momento por eventos claves. Cuando nos encontramos, conversamos y hacemos ejercicios, entonces tu hablas dirigida por tu mente y a la vez tu cuerpo habla. ¿Frida, me escuchaste? Si, claro. Lo que usted dice es muy extraño para mi. Hasta ahora había considerado que mi cuerpo era solo el forro de mi espíritu. Y ahora usted me dice que ambos son algo así como mis dos personalidades. Así se podría decir. Sin embargo, no te preocupes. Siempre voy a hablarte y a tratarte abiertamente. Todo lo que percibo, así seas consciente o no, te lo voy a revelar abiertamente. ¿Como el Xian-mai? Ella asiente. Quiero que te vuelvas cada vez más y más una experta en ti misma. En algún momento ya no me vas a necesitar. Y en el fondo ya tienes hoy todo lo que necesitas en ti. Tal vez tengas que dejar algunas cosas atrás. Otras cosas, que están dormidas en ti, deberán salir a la superficie. Y te vas a asegurar de aquello que siempre ha sido bueno para ti. ¿Pero ahora cuéntame, que hace el rojo? ¿rojo? La palabra es como un puñetazo que me hace caer al suelo. Si… tartamudeo… ¿Qué sientes? Mi garganta se cierra. Casi no logro respirar. ¡Ven conmigo! La señora doctora me invita a levantarme. Me lleva al centro de la habitación. Allí hay un tapete redondo con ornamentos. Ella toma mi mano. Me dejo llevar sobre el tapete varias veces. ¡Ahora quítate los zapatos y párate en el centro del tapete! ¡Cierra los ojos! Estás firme en pie. No importa lo que pase ahora. Nada va a poder cambiar eso. ¡Rojo! Viene la pesadez. ¡Rojo! Grito. ¡No! ¿Qué surge en este momento? Estás temblando. ¡No, déjame! Quita tus dedos de… ¿Qué está pasando? Alguien me tapa la boca. ¿Lo reconoces? Está oscuro. Negro. Por más que me esfuerzo, no lo reconozco. Tus brazos y piernas se mueven. Trato de defenderme. En vano. Mis fuerzas ceden. Solo me volteo hacia un lado, muerdo la almohada. Un dolor cegador casi me lleva al desmayo. ¡Por favor no! ¡Poooor favoooor! Negro. Me desmayo. ¡Frida! ¿Puedes oírme? Abro los ojos, Estoy acostada en el piso. El tapete es suave. La señora doctora está sentada a mi lado. Te desplomaste y perdiste el conocimiento por corto tiempo. Si te es posible, levántate lentamente. Tambaleante me levanto. La señora doctora me sostiene. ¡Aspira y expira profundamente! ¿qué sientes ahora? Estoy agotada. Mis piernas aún tiemblan un poco. Mi garganta arde. ¿Me puedo sentar? ¡Espera un momento! Ella se para detrás de mi. Sus manos se deslizan sobre mis hombros. Imagínate que tienes grandes alas de pájaro sobre tus hombros. ¡Extiéndelas y vuela lejos! Por un momento estoy tentada a reírme. Me controlo. Cierra los ojos. Siempre he deseado alas de ángel. Tu las tienes. ¡Utilízalas! Te van a llevar a todas partes. Azul. Ligera como una pluma me deslizo.