Alwine está de pie frente a mi. Parece estar escondiendo algo detrás de su espalda. ¿Qué tienes ahí? ¿Por qué tan curiosa? ¡Espera! ¡Siéntate y cierra los ojos! Sigo sus instrucciones. Ya antes de que haya tomado asiento, caigo al piso. Con un estruendo sordo mi cabeza golpea el suelo. ¡Frida! No estábamos hablando de tirarse. Choqué con mi parte posterior de la cabeza en el piso. El cráneo zumba. Frunzo mi cara, furiosa por mi estupidez. ¡Muéstrame ya! Inmóvil ella está frente a mi mientras tomo asiento en la cama más cuidadosamente y cierro nuevamente los ojos. Mis manos estiradas salen al encuentro de ella. ¡Dale! Su mano sale disparada de detrás de su espalda y me coloca algo del tamaño de un libro en las manos. Lentamente palpo el objeto, trato de medir su peso, lo sacudo con suavidad. Abro los ojos y rompo el papel regalo a toda prisa. Te acordaste. Ya había pensado. ¿Qué? ¿Que lo había olvidado? Tardó un tiempo pero finalmente pude cumplir tu anhelado deseo. Un tablero mágico. El tablero se parece al de los días de mi infancia. Gracias. Nos sonreímos. Difícil de decir cuál alegría es más grande, la del que recibió el regalo o la del que dio el regalo. ¡Ven, siéntate a mi lado! Solo un momento. Estrenémoslo juntas. Pon cuidado, yo pinto algo y tu adivinas qué es. Tomo el lápiz. Nuestros hombros se rozan. El primer intento de dibujo lo borro de una vez. Eso es un cuadrado con una raya. Mas exactamente. El camino al cementerio. Alwine, deja el humor negro. ¡Perdón! La parte de un circuito eléctrico. ¿Estás loca? No lo sé. Sigue. De verdad que no lo sé. Una cadena con amuleto. Ya está mejor. ¡Sigue! Tengo que irme. ¡Un momento mas! Me levanto de un salto me paro delante de ella con los brazos en ángulo. ¿Y eso qué significa? Comienzo a agitar los brazos delante de su cara. ¡Cuidado! ¡No tengas miedo, estoy atenta! Entonces, ¿qué es eso? Desisto. Algo exagerada me hago la resignada. Cuando estoy sentada nuevamente al lado de ella, le doy un pequeño golpe con mi codo en el costado. ¡Frida! Creo que necesitas un saco para boxeo. Correcto, lo adivinaste. ¿Qué? ¿Ah, eso debía ser un saco para boxeo? Así es. Mi próximo encargo para ti. Ella sacude la cabeza. ¿De verdad? ¿Por qué he de contarte historias? Le prometí a una buena amiga de conseguirle exactamente uno así. Alwine me mira escéptica. Voy a ver qué puedo hacer. De tanta dicha la aprieto contra mi. Ella permite que ocurra. Indigo danzante. Creo sentir, cómo su mano acaricia mi espalda. ¡Frida! Abro los ojos. No hay nadie. Estoy sola en mi habitación. Una mirada hacia la ventana me hace comprender que ya está comenzando a oscurecer. ¡Frida! ¡Déjame en paz! ¿Qué quieren decir esas cosas de niños? No sé de lo que hablas. ¿Para que sirven los garabatos? Qué te importa. Es cosa mía. Tengo la responsabilidad por ti. Tengo que cuidarte de ti misma. Sobre todo si corres peligro de ir por mal camino. Tu no tienes ni idea. Claro que si. Para nada. No todo de mis recuerdos es malo de por si. Eso no lo dice nadie. Entonces déjamelos. Es inútil. No te detengas en eso. Se trata de algo más grande. ¿Más grande? Me dan náuseas cuando te escucho hablar así. Se te oye como un latifundista, que manda a sus desprevenidos seguidores a la muerte. Hay que estar dispuesto a darlo todo por algo más grande. Que daría yo por desterrarte de mi cabeza. Me cortaría yo misma mi propia mano. La vas a necesitar. ¿Alguien te ha dicho que gran hijue…eres? Estoy segura que fuiste tu. Muy segura. ¿Qué es eso? Confundida sacudo la cabeza. ¡Mira! Estupefacta miro el tablero mágico. Con dificultad veo una imagen. Una cama. Una persona que está en la cama. Una persona que se acerca. ¿Qué significa eso? ¿Fuiste tu? Admítelo, te alegra atormentarme. Rojo fuego. Ninguna respuesta. Desgraciado. Asume lo que hiciste. Ninguna respuesta. Inconscientemente rozo el tablero con el lápiz hasta que todo desaparece detrás de un mar de rayas. Luego dejo pasar el esfumino con un movimiento abrupto por encima de todo y miro aliviada la superficie limpia de toda huella. Respiro. ¡Escribe todo lo que te acongoja! Y luego bórralo. Escribo y borro, escribo y borro. Un pensamiento da nacimiento al siguiente. Borro. Muy pronto me sorprendo de todo lo que se puede ver en el tablero. Acontecimientos y cosas que parecían sin importancia. Borro. Tengo la sensación de estarme liberando de la costra purulenta de mi vida. El regresa, contradice algo dentro de mi. Y qué, me digo. Entonces puedo volver a borrar todo. Ninguna respuesta. Puedo actuar por mi. No tengo que contárselo a nadie todavía. Pero realmente puedo. Puedo comprenderlo. Tomar mi vida en mis manos. Me asalta la curiosidad. Indigo pálido. Indigo titubeante. Indigo vulnerable. Indigo que comienza a titilar frente a mis ojos, que me envuelve como un abrigo y me susurra: ¡Ven, levántate! Cuando vuelvo en si, estoy parada congelándome delante de un roble en el jardín. Abrazo fuertemente su tronco con mis brazos. Una mezcla de madera húmeda y tierra mohosa. Confiadamente me dejo caer hacia atrás y aterrizo suavemente en una pila de hojas. Me quedo quieta por un momento. El fondo húmedo me moja hasta la piel. Temblando voy corriendo a mi habitación. Muy pronto siento el chorro de la ducha que me calienta sobre mi piel. Solo cuando el baño esta lleno de vapor denso, tomo la toalla y me seco. Estoy dispuesta, me digo. Dispuesta a mirar a mis demonios a la cara.