Indigo danzante XXIV

Tanzendes Indigo

Mi casa está llena de gente. A muchos de ellos no los conozco. Algunos me sonríen. ¿Qué pasa aquí? Me hago la despreocupada. De los altoparlantes de mi equipo de sonido sale música para bailar hacia mi oído. No puedo decir cuál disco está dando vueltas sobre el tocadiscos. Paul está sentado en el sofá y toquetea a una mujer que yo nunca había visto. Voy hacia él y le hablo. Él no reacciona. Ni siquiera alza su mirada para verme. ¡Paul! ¿Qué haces aquí? Ninguna reacción. Mi madre sale de la cocina. Sostiene un plato con emparedados en sus manos. Su mirada está extrañamente embelesada. Ella me vio pero tampoco muestra reacción alguna. ¿Soy aire? ¿Por qué nadie me percibe? Si estoy en mi casa. ¿Qué se está celebrando aquí? ¿Por qué invité a muchos desconocidos? Me siento mal. Rojo. Negro. Trato de volver a mi, afuera en el balcón. El aire está tibio. Silencio mortal. ¡Señora doctora! ¿Usted aquí? Junto a ella está parada Alwine. Ambas hablan acaloradamente sobre cualesquiera pacientes. Ellas tampoco toman nota de mi. Corte. Encorvada sobre la taza del baño saco a la fuerza los últimos restos del contenido de mi estómago. Fui descuidada. Tal vez tomé demasiado. Corte. Bailo, maraña de voces. Bajos sordos. Rasguños de la aguja. Mi cabeza está recostada sobre el hombro de un cuerpo sudoroso. Siento manos sobre mi trasero. Una mano se desliza bajo mi falda. Grito. La mano retrocede. Alguien se aleja asustado de mi. Hombros se escabullen. Corte. ¡Fuera de aquí! Yo no los invité. ¡Desaparezcan! Ninguna reacción. Todavía nadie me percibe. Tomo una botella y la dejo caer al piso tintineante. Nada. Corte. En la cama me estiré la cobija sobre mi cabeza. Tuve que haber huido a mi habitación. La puerta que cerré al entrar me da la sensación de seguridad. Un golpear me asusta. No estoy aquí, martillea en mi cabeza. ¡Frida! ¿Qué te pasa? Delante de mi la cara preocupada de Alwine. Nada. De verdad nada pronuncio de una forma un tanto vehemente. Nada. ¿Entonces por qué gritaste? Tal vez tuve un mal sueño. Si, debió ser eso. Tu también estabas. ¿Yo, en dónde, cuándo? No lo sé. Mi casa era un infierno. Una cantidad de personas desconocidas. Entre ellos mi madre, mi hermano, la señora doctora y tu. ¿Qué quieres decir? Ustedes estaban hablando. Frida, no comprendo muy bien lo que quieres decir. Olvídalo. ¡Quédate un rato conmigo hasta que me vuelva a dormir! ¿Está bien? Alwine toma asiento a mi lado en el borde de la cama. Su mano pasa de forma tranquilizante sobre mi espalda. ¡Sigue así! Eso hace bien. Estuvimos bailando. ¿Nosotras? No, no tu y yo. Uno de esos desconocidos y yo. ¿Qué había que celebrar? No te lo puedo decir. No invité a nadie. Simplemente estaban allí. Y todos actuaron como si no me percibieran. Horrible. Tu no eras diferente. Tu miraste al igual que los demás a través de mi. Siento la mano cálida de Alwine sobre mi mejilla. Sólo cuando ella me enjuaga algunas lágrimas me percato que estoy llorando. Esas manos repugnantes. ¿Qué quieres decir? La persona, con la que bailé, tenía manos repugnantes. Las metió debajo de mi falda. Mi grito no lo escuchó nadie. Paso saliva. Su olor era incómodamente familiar. Hombros cansados. ¿Hombros cansados? La persona debió ser mucho mayor que yo. ¡Frida! Trata de dormir un poco. Mañana tendrás la oportunidad de hablar con la señora doctora sobre tu sueño. Pero ella tampoco se fijó en mi. En los sueños pueden ocurrir cosas extrañas. ¡Cierra los ojos! Me quedo contigo hasta que te hayas dormido. ¿De verdad? Prometido. ¿Y si el horror sigue ahora? Estoy segura que no será así. Y si es así aquí estaré para protegerte. Gracias. Horas después me despierto agitada. Aún aturdida por la noche tan movida me paro al lado de la ventana. Sobre el prado hay como azúcar en polvo una capa de escarcha. ¿Cómo estuvo la noche? No tan bien, como puedo ver. ¡Deja el sarcasmo! ¿Además, por qué preguntas? Tu estás como siempre al tanto de todo. Nunca afirmé nada distinto. No vas a remilgarte por mucho tiempo. ¿Cómo? Lo que quiero decir es que pronto vas a comprender, que es mejor utilizar un tono amigable conmigo. Tu eterna letanía me irrita cada vez más. Tu eres igual de poco bienvenido como esa manada de extraños en mi sueño. Pero sin embargo estoy aquí, créeme, no te vas a deshacer de mi. Siempre las mismas frases. Me aburres. Rayos de un sol naciente hacen que el pasto emita vapor. Odio tu destructividad. Te haces el preocupado. En verdad no te queda más que revolver en la basura de mi pasado. Qué desdichado. Lo cuidados se ven diferentes. Ellos hacen que el pasado emita vapor. Lo transforma. Tan temprano y ya tan metafórica. ¡Di, qué más se te ocurre! En mi mano sostengo una silla. Tomo impulso y la estrello contra la repisa de la ventana. Te voy a golpear en mil pedazos, si es necesario. ¿A quién? Detrás de mi está Carmen. ¿En dónde está Alwine? Su turno terminó. ¿Estuvo él otra vez aquí? ¿Quién? La otra parte de ti. ¿Tu sabes de eso? No importa. ¿Fui yo? Irritada miro la silla destrozada. Todavía tengo una pata de la silla en la mano. Todo parece indicarlo. De tu habitación no huyó nadie. Las sillas no son especialmente estables. ¿Pasa a menudo? Ocurre una que otra vez. ¿Te acuerdas? Cómo pude olvidar la devastación. Al menos no tomaste la mesa como la vez pasada. Me río. La próxima vez lo haré de nuevo, prometido. Espero que no llegues a eso. Yo también. Estoy harta. A veces quisiera poderme arrancar la cabeza completa, para poder huir de esas constantes voces dentro de mi. Lo entiendo bien. ¿Cómo? Perteneces a los normales. ¿Qué es normal? ¿No somos todos un poco corridos? ¿Como podemos mantenernos normales si la vida que nos rodea se vuelve una pesadilla? Empezamos a correr las cosas hasta que otros nos tildan de corridos. No obstante seguimos siendo los mismos. La señora doctora dijo recientemente algo parecido. ¿No considerar normal algo que nos ocurre, no es corrido, o si? De ninguna manera. A veces me pregunto si los que realmente son corridos viven afuera de estas paredes. Ellos son los que día tras día tuercen las cosas y hablan bonito de ellas hasta que otros les creen. En el fondo estoy muy sola. ¿Tu? No debería decirlo. ¿Va contra las reglas? Exacto. No quiero ahondar en ello. Afuera me gustaría invitarte a un café. Tu eres diferente. ¿Y tu? Te lo revelo cuando estés afuera.