¿Estuvo otra vez aquí? ¿Quién? Merlin. ¡No lo llame así! El nombre trivializa su existencia. Yo lo llamaría demonio. Está bien. ¿El demonio se apoderó nuevamente de ti? ¿Por qué lo pregunta? Me llegó a los oídos que nuevamente se quebraron algunas cosas. Me pude controlar un poco. Pero hablemos de otra cosa. Como quieras. Escucho. ¿Qué tienes que contarme? Antes de que llegara. ¿Quién? El demonio. Perdóname, primero debería escuchar. No voy a volver a interrumpirte. Yo asiento. Tuve un sueño bastante desagradable. La señora doctora me mira con aire interrogante, pero ahora reprime cualquier comentario. Extraño y a la vez amenazador. En mi apartamento se reunieron toda clase de personas. El estuvo allí. Inmediatamente tuve una mala sensación. Desafortunadamente no lo pude reconocer. Estoy tan acostumbrada a los pequeños comentarios constantes de la señora doctora, que me irrita que esté sentada frente a mi casi indiferente. Tiene las piernas cruzadas. Debajo de sus medias veladas claras se ven sus piernas pálidas. Sus rodillas filosas se asoman como rocas. ¡El estuvo allí! Pausa. ¿Quién es? Bailé con él. ¿Por qué? Era bastante mayor que yo. Pausa. ¿Quién fue? ¿Usted cree que el cuerpo puede retener el recuerdo de tal forma que después de muchos años uno puede ver claramente lo que alguna vez pasó? Ninguna respuesta. Dígame. Ninguna respuesta. Rojo. Doy un salto. Doy un paso hacia ella. Me agacho hacia ella y me acerco a su rostro. Ella me esquiva. Me volteo. Comienzo a moverme de allá para acá como un animal en una jaula. Estoy aquí. En pensamientos sin embargo en otra parte. ¿Qué pasa en realidad cuando mi espíritu se aleja de mi ser? No puedo estar aquí completamente. Algo me retiene. Sin cesar toco el mismo ritmo de una melodía. A veces toco las teclas más suavemente. A veces las golpeo tan fuertemente que me duelen los dedos. Debe de haber una salida. Señora doctora, ya no puedo más. Mis dedos están heridos. Pronto. Pronto. Pronto. ¿Qué? Lo saco de mi gritando. De verdad, ya no puedo más. ¿Estoy condenada por siempre a moverme en círculos? Por qué pregunto. Está decidido hace tiempo. ¡Ríndete! ¿Tu? Pensé que llegó el momento de sellar tu rendición frente a la vida. Jamás. No sigas remilgando. Mientras exista solo una célula, vas a seguir pidiéndolo en vano. Solo la muerte me quitará la última esperanza. Todavía respiro. ¿Ves? Abro la boca bien grande y tomo aire profundamente. Al exhalar mis labios vibran. Siento un ligero cosquilleo. ¡Déjate de tonterías! ¡Ríndete! No voy a llegar a eso. Si puedo decir lo que pienso y lo que siento, lo que soñé, entonces sigo viva. La señora doctora me sonríe. Sin embargo, si vivo no puedo moverme constantemente en círculos. Eso significaría inacción. Eso sería lo mismo que mi muerte. Con todo lo que se repite hay algo que es diferente. Sólo un tono. Ese es el que puede sacarme de la rutina. ¿Lo toco? ¿O es tocado? ¿La presión sobre la tecla está primero que el escuchar? ¿O el tono se me adelanta? No quiero seguir esperando. Indigo. Cada melodía comienza con un tono. Se va a repetir hasta que se añada el siguiente. Me mantengo en movimiento. Eso es lo que importa. ¿Señora doctora, es posible que no esté moviéndome en círculos, sino que mis recuerdos me dan la sensación que todo se mueve en círculos? Si espero me subo al carrusel de mis recuerdos, también de los oscuros. Si toco yo misma, me muevo alejándome de mi pasado. ¡Acompáñeme! Ella asiente. Salimos de la habitación. En el jardín un viento helado sale a nuestro encuentro. Por un momento pienso en devolverme. ¡Adelante! Me dice algo. Tomamos un camino desconocido y luego de un rato llegamos a un claro. Callejón sin salida. Doy algunas vueltas por el claro. Tomo una vereda en el bosque por entre la maleza. A lo lejos me atrae un débil brillo de luz. Llego a otro claro. Sorprendida miro a la señora doctora. Irritada volteo a mirar alrededor de mi. Ya estoy aquí hace rato. Pero. Dudas. Niego con la cabeza. Si, si soy sincera. Está bien que ahora estés aquí. ¿Y ahora cómo sigue? Eso no te lo puedo decir, tu lo tienes que descubrir. ¡Frida! Quiero despedirme de ti. La hora ya pasó. ¿Cómo? ¿En dónde estoy? Sigues estando en donde estabas cuando llegaste a mi. No del todo. Interiormente parece que hiciste un viaje interesante. Estoy desconcertada. ¿Qué te pasa? ¿Cómo puedo? ¿Con qué riñes? Estaba completamente convencida de que hicimos una caminata juntas a través del bosque. Tengo que decepcionarte. Tu estuviste aquí caminando de aquí para allá. Yo te dejé hacer. Estabas inquieta. Como en trance. ¡Ten paciencia contigo! Te lo puedo recomendar una y otra vez. ¡Ahora discúlpame! Tengo que ir a las visitas. Desilusionada la sigo con la mirada. Nuevamente no sé que hacer conmigo. Quiero seguir mi impulso interior de moverme. En el jardín me espera el mismo viento helado. Ahora ya no puedo más. Se me vienen las lágrimas. Sollozando fuertemente me siento en la banca del parque a la orilla del jardín.