Exodo, 7-11
7. Moisés tomó una tienda de campaña y la armó a cierta distancia fuera del campamento. La llamó ‚la *Tienda de la reunión con el Señor‘. Cuando alguien quería consultar al Señor, tenía que salir del campamento e ir a esa tienda. 8. Siempre que Moisés se dirigía a ella, todo el pueblo se quedaba de pie a la entrada de su carpa y seguía a Moisés con la mirada, hasta que éste entraba en la Tienda de reunión. 9. En cuanto Moisés entraba en ella, la columna de nube descendía y tapaba la entrada, mientras el Señor hablaba con Moisés. 10. Cuando los israelitas veían que la columna de nube se detenía a la entrada de la Tienda de reunión, todos ellos se inclinaban a la entrada de su carpa y adoraban al Señor. 11. Y hablaba el Señor con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo. Después de eso, Moisés regresaba al campamento.
Queridos hermanos,
Qué tan real es por ejemplo mirar la lista de Twitter y buscar la lista de escalafones de los protagonistas preferidos de la última película de Villanos (Avengers), Juegos Finales (Endgames). El peor villano, Thanos, estaba en el primer lugar, adelante del tan conocido Thor, Iron Man, Capitán América y Hulk, y allí lo muestran en una corta secuencia como estira la mano hacia el público. ¿Los nombres no les dicen nada? En eso no están solos. Yo no he visto ninguna de esas películas. Pero el mundo twittea sobre él. Ya existen más de 50 millones de tweets.
La fascinación de estas películas que contienen bastidores surreales y figuras fantásticas, encantan a millones de personas al rededor del mundo. Cada una y cada uno sabe que tan lejos de la realidad están esas historias traídas por los cabellos. El género de ciencia ficción siempre ha sido bueno para atraer y hechizar a las personas. En el pasado la película „Viaje a las estrellas“ y hoy „Vengadores“. Siempre se trata de héroes que a veces son más malos y a veces más buenos.
Por más fantasioso que se haya podido escuchar el episodio acabado de leer, Moisés no puede seguirle el ritmo a los héroes modernos. Al contrario, no es apto para una película de acción a la Hollywood. Como máximo como figura de cómic en una película de dibujos animados. Demasiado inofensivo, comparado con las batallas y aventuras que los héroes modernos tienen que superar.
De todas maneras, lo que él experimenta es todo menos habitual y si si es así entonces es muy humano.
Ya hace tiempo que Moisés está de viaje con el pueblo de Israel. El ambiente no es el mejor, sobre todo después de que el pueblo se fabricó un ternero dorado durante su ausencia. Faltando tan poco para la llegada a la Tierra Prometida, eligen caminos equivocados. Y Moisés más que frustrado y disgustado está hecho polvo.
Cuando nosotros estamos hechos polvo, buscamos a alguien con quien podemos hablar nuevamente sobre todas las cosas. Esperamos con ese alguien poder tener claridad en medio de la maraña de experiencias. Ante ese alguien queremos desplegar nuestros sentimientos de manera abierta y sin miramientos.
Moisés lo hace de una forma parecida. Se aleja, arma una carpa lejos del campamento de los israelitas y espera poder encontrar una salida de su desagradable situación en diálogo con Dios. No se describe lo que ocurre realmente.
Sólo está escrito: „Y hablaba el Señor con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo“
Ese hablar con Dios lo llamamos orar. También nosotros con frecuencia nos alejamos al silencio de nuestra habitación o a otro lugar especial para nosotros.
Un gran escritor dijo alguna vez: Mi vida comenzó en el instante en el que dejé de huir de las cosas.
Moisés está horrorizado cuando regresa del monte Horeb, aquel lugar en el que Dios le entregó las primeras dos tablas de la ley. Ve a su pueblo danzando al rededor del ternero dorado. Por la ira que siente arroja las tablas al suelo. Se rompen en mil pedazos y con ellas todo lo que parecía sellado.
Así somos los seres humanos, desechamos nuestra vida por un baile alrededor del ternero dorado. Hoy en día diríamos por la patada final. Por último estamos tirados en el suelo y reconocemos arrepentidos: cuando tuve la vida en mis manos, huí.
En la oración nosotros los humanos sufrimos una transformación. En la huída, la cual muchas veces es de nosotros mismos, nos convertimos en buscadores. Buscamos el paraíso perdido, el lugar en el que alguna vez encontramos felicidad. El lugar del que huimos, porque la felicidad, como es sabido, está en el extranjero. Porque nuestra alma en la búsqueda de cada vez más, no encontraba paz allí desde donde tuvo que partir.
La oración nos enseña como primera medida una cosa: es retiro y regreso al lugar de nuestro origen, al manantial de nuestra vida.
Por eso la oración se trata cada vez menos de pedir por expectativas no cumplidas en dirección al cielo. Es comprender una disposición fundamental, de la que surge una actitud básica curativa: No tenemos nuestra vida gracias a nosotros mismos. Siempre hubo algo antes que nosotros, mucho antes de que viéramos la luz.
Por eso orar es también un quedarse callado ante la vida que no se puede abarcar, en la que estamos depositados, a veces nos acostamos en ella… Somos como piedras únicas en un maravilloso pero sobretodo infinito mosaico.
En la vida de cada ser humano llega el día y para muchos de nosotros no se queda en ese día, en el que presenciamos desde muy cerca como es de frágil y volátil nuestro ser.
Para este día nos deseo un lugar, como el que Moisés encontró para si, un lugar en el que el Eterno hable con nosotros como alguien que habla con un buen amigo. Y en el amparo de la columna de nubes vamos a deshacernos de toda pena y preocupación. Vamos a regresar fortalecidos y sabremos en dónde está nuestro lugar, lo que hay que hacer y en qué sitio debemos colocar nuestra piedra de mosaico en el gran mosaico de la vida.
O Señor, que nuestras almas encuentren una y otra vez calma y fortaleza en el encuentro contigo. Amén.