Génesis 3
9 Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde estás? 10 El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí. 11 —¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? —le preguntó Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer? 12 Él respondió: —La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí. 13 Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho? —La serpiente me engañó, y comí —contestó ella. 14 Dios el Señor dijo entonces a la serpiente: «Por causa de lo que has hecho, ¡maldita serás entre todos los animales, tanto domésticos como salvajes! Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. 15 Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón.» 16 A la mujer le dijo: «Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con dolor. Desearás a tu marido, y él te dominará.» 17 Al hombre le dijo: «Por cuanto le hiciste caso a tu mujer, y comiste del árbol del que te prohibí comer, ¡maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida. 18 La tierra te producirá cardos y espinas, y comerás hierbas silvestres. 19 Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás.» 20 El hombre llamó Eva[1] a su mujer, porque ella sería la madre de todo ser viviente. 21 Dios el Señor hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer, y los vistió. 22 Y dijo: «El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también tome del fruto del árbol de la vida, y lo coma y viva para siempre.» 23 Entonces Dios el Señor expulsó al ser humano del jardín del Edén, para que trabajara la tierra de la cual había sido hecho. 24 Después de expulsarlo, puso al oriente del jardín del Edén querubines, y una espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el camino que lleva al árbol de la vida.
Queridos hermanos,
qué hacemos, tal vez no cada uno y cada una, pero sí cada vez más, qué hacemos cuando queremos encontrar la respuesta a una de las numerosas preguntas que nos afligen? Buscamos en Google, buscamos en el internet.
El concepto que escribí en el campo de búsqueda del navegador fue “pecado original”. Miré con interés algunos videos.
En primer lugar había alguien que basado en el pecado original explicaba como el mal llegó al mundo a través del ángel caído Lucifer. Él tentó a la serpiente y ésta a Eva. Lo demás lo conocemos. Lucifer vive hasta hoy en el infierno y hechiza a las personas para que lo sigan. Pero lo bueno es que Dios nos allanó un camino de salvación a través de Jesús. Al final, cuando Jesús regrese todo estará bien y quien se haya convertido podrá estar con él en el cielo por toda la eternidad.
En otro video el texto bíblico fue leído en un lenguaje moderno de manera patética. La Biblia simplemente hay que escucharla. Se explica por si misma.
Finalmente encontré und diálogo entre dos hijas de pastor. Comprobaron que Eva no le dio una manzana a Adán, sin poder decir qué fruto probaron. Dios, a quien no le parece bien la actitud exclama: “hola. En dónde están? Salgan!” En lo que sigue de la conversación surgen frases como “Adán el viejo cobarde” rechaza toda responsabilidad y culpa a Eva.
Menos sabio concluyo mi búsqueda.
En muchas de las representaciones del pecado original Eva le alcanza a Adán una manzana, que no era una. Pero eso debe mantenerse en segundo plano. A veces vemos, como lo muestra Hieronymus Bosch, como el diablo mismo entrega la manzana a Eva y esta la entrega a Adán.
Por último un cuadro del pintor y dibujante alemán Wilhelm Dürr me llama la atención.
https://www.sammlung.pinakothek.de/de/artist/wilhelm-duerr-d-j/suendenfall
Así como en la historia del pecado original, en donde muchos hasta la fecha creyeron saber lo que está oculto detrás de ella y cómo debe entenderse esta historia del comienzo de la Biblia, llama la atención que el artista se reprime. En el fondo se ven dos árboles. En el primer plano dos personas desnudas. Sus cuerpos son representados de manera borrosa. Hay que mirar con precisión para poder reconocer a Adán y a Eva respectivamente. Dos brazos se encuentran en el aire y una fruta que no se puede reconocer realmente.
Quien se disculpa se delata.
Le suena conocido? De la nada nuestro homólogo comienza a disculparse. Necesitamos de cierto tiempo para adivinar lo que quiere decir. Y al final algunos aspectos permanecen nebulosos.
Quien se disculpa y esto por su propia iniciativa, de alguna manera se vuelve sospechoso… y al final es declarado culpable solo porque quiso rechazar toda culpa.
“Defiende tus errores” me gustaba decirles otrora a mis hijos.
Hubiera Dios sacado a Adán y a Eva del Paraíso si simplemente hubieran nombrado lo que los tentó a ambos a comer la fruta, por qué la probaron aunque sabían de la prohibición?
Esta pregunta me la hice a través de los años una y otra vez. A veces cuando logro despegarme del lado moral de la historia y trato de explicar el comienzo de todo pecado, del pecado original me digo: No. Ambos estarían aún en el Paraíso. Porque el mal no está en el conocimiento.
El mal consiste más bien en algo distinto: en nuestra búsqueda del conocimiento nosotros los humanos nos aferramos a lo que sea, queremos explicar todo, saber todo. Aquí el conocimiento se torna en poder que me eleva por encima de otros. Este conocimiento es de otra naturaleza que el entendimiento del por qué una hoja crece o la luna cambia de apariencia en el transcurso del mes. En el fondo considera a Dios una ilusión. Un avance en el conocimiento del ser humano lo va declarar como superfluo, lo descarta en el ámbito de la magia antigua.
Todo aquel que intente elevarse por encima de los demás a través de conocimientos y teorías fundamentados puede gustarle a la gente que busca respuestas fáciles, pero siempre caerá en la arrogancia de un ismo finamente redactado.
Pecado significa desde siempre nada mas que segregar. Un conocimiento que cree que puede deshacerse de Dios, esa otra realidad que define y determina nuestro ser, vive el pecado original que se describe en la historia de Adán y Eva.
Los conocimientos son y fueron importantes en la historia de la humanidad. Ellos hicieron que, a pesar de todos los efectos secundarios a veces malos, la humanidad avanzara en su desarrollo.
La base misma de todo ser, que llamamos Dios, no puede ser discernido. Él se abstrae de todo conocimiento. Aquí es en donde se origina el pecado del ser humano. Comer del árbol del conocimiento sugiere antes como ahora que podemos ser como Dios y vivir sin él. La expulsión del Paraíso fue una consecuencia lógica. Ella afirma otro conocimiento fundamental: solo en un “estado fundamental paradisiaco”, así lo quiero llamar, se puede experimentar a Dios.
Cada vez más las personas buscan hoy ese entorno “paradisiaco” del comienzo. Muchos entran para ello en el silencio. Buscan el aislamiento del bullicio de este mundo. Allí quieren experimentar a Dios, la base misma del ser, sentir algo de la eternidad que desde siempre está en todo.
Cuando se hace silencio en nuestra alma, cuando nuestro espíritu reposa como la superficie del agua entonces el Eterno puede mostrarse. Este silencio en y ante Dios, Jörg Zink lo transcribió con palabras maravillosas:
Quiero callar Dios y esperarte.
Quiero callar para comprender lo que sucede en el mundo.
Quiero callar para estar cerca de las cosas y de todas las criaturas y escuchar sus voces.
Quiero callar para poder escuchar tu voz entre las otras.
Quiero callar y sorprenderme porque tienes una palabra para mi.
Soy digno de que vengas hacia mi, pero di solo una palabra y mi alma sanará.
En el silencio encontrar el camino de regreso hacia Dios.
(Jörg Zink, Bajo el gran arco, Stuttgart-Zürich 2001, pág. 82-83.)
Una objeción puede surgir aquí: la búsqueda de la autonomía es un impulso natural del ser humano. Separado de los demás me encuentro a mi mismo. Esto no es solo válido para los adolescentes que están en el camino hacia su propia identidad. Es para todos nosotros una condición previa del desarrollo personal y de la madurez. No obstante, el humano que gira al rededor de si mismo, el demasiado consciente de si mismo, solo puede experimentar a su homólogo -finalmente también a Dios – si al mismo tiempo puede prescindir de si mismo. Si sabe que siempre ha existido dentro de un contexto más amplio.
Porque la vida es mas de lo que podemos reconocer e imaginar, el compartir con un tu puede ser sanador. Al estar en la naturaleza, en contacto con Dios, penetraremos en esa otra realidad que nunca podremos crear para nosotros mismos.
En el silencio ante un tu, en el silencio ante la magia de la naturaleza y en el silencio ante Dios, que está en todo, nuestra alma puede encontrar paz y serenidad.
Amén
Nahbollenbach, 1. März 2020