Hijos de la luz

Introducción en el día de hoy
  1. Tesalonicences 5

4 Ustedes, en cambio, hermanos, no están en la oscuridad para que ese día los sorprenda como un ladrón. 5 Todos ustedes son hijos de la luz y del día. No somos de la noche ni de la oscuridad. 6 No debemos, pues, dormirnos como los demás, sino mantenernos alerta y en nuestro sano juicio. 7 Los que duermen, de noche duermen, y los que se emborrachan, de noche se emborrachan. 8 Nosotros que somos del día, por el contrario, estemos siempre en nuestro sano juicio, protegidos por la coraza de la fe y del amor, y por el casco de la esperanza de salvación; 

Queridas hermanas y hermanos,

La luz es desde siempre una metáfora para conocimiento, visión y claridad. Quien camina en la luz, de él decimos que es muy sabio y por eso entiende lo que hay que hacer en un tiempo que está lleno de desafíos.

Puede parecernos que algunos contemporáneos se han alejado del camino de la luz. Irritados percibimos que algunas personas en estos días no consideran las reglas y comportamientos generalmente reconocidos, y comienzan a interpretar los derechos fundamentales democráticos según les conviene.

Frotamos nuestros ojos, negamos con nuestras cabezas y nos decimos: ¡No puede ser! Y sin embargo hace mucho tiempo observamos como los derechos fundamentales y las normas, de los que estamos orgullosos y que son la base para una buena convivencia y compañerismo, se afectan cada vez más. Algunos se consuelan diciéndose a sí mismos: eso pasará. Todo ser humano en el fondo es bueno y encontrará el camino de regreso a la senda correcta. ¿De verdad es así? ¿O sencillamente solo nos tranquilizamos, porque no queremos creer lo que vemos y lo que escuchamos?

„Nosotros somos del día“, escribe San Pablo en su carta a los  Tesalonicenses. „No debemos, pues, dormirnos como los demás!“

¿En qué centramos nuestra atención en estos días cuando vemos y escuchamos cosas que nos irritan cada vez más? ¿Nos levantamos? ¿Salimos a la calle para gritarle a los demás lo que está mal?

Eso seguramente muy pocos de nosotros lo harán. ¿Por qué es eso así? ¿Acaso olvidamos lo que ante Dios es correcto y lo que  además él espera de nosotros?

¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios. (Miqueas 6,8)

Todo eso estaría claramente definido. ¿No? Ya veo, algunos de ustedes tienen dudas de que la fe realmente pueda ser el hilo conductor para la vida.  No, debe ser cuando se refiere a Dios – y no hablo de la pequeña y silenciosa habitación para orar.

¿Pero no vemos que justo esa actitud es la que fortalece a aquellos de cuya boca salen muchas palabras pero que en el fondo no tienen realmente ningún interés de conformar un mundo de acuerdo a la imagen de Dios?

¿No lo hacemos de la misma manera que aquellos que degradaron a Dios a un acompañante para tiempos difíciles?

Hagámoslo como San Pablo y sus contemporáneos lo hicieron en su tiempo, quienes pusieron el bienestar personal detrás del bien común.

El Futuro, y no me refiero al del más allá. Y no me consuelo con el comienzo de un tiempo nuevo y diferente. No. Nuestro futuro, el día de mañana, las próximas semanas y meses son los que nos desafían. Es importante hablar claro y dar testimonio en nuestras acciones de que somos hijos de la luz.

Con frecuencia la vida parece ser una lucha para sobrevivir:

Luchar

Para enfrentar 

a otro

Siempre teniéndose 

A si mismo y su 

Propia voluntad 

En la mira

Luchar

Obligar al otro

A arrodillarse

Quitarle su voluntad

Quebrar su columna

Cortar su nervio vital

Luchar

Finalmente nada distinto

A matar

Por amor

Por un ideal

Luchar

Finalmente nada distinto

Que el miedo

De exponerse a la

Incertidumbre

De entregar el 

Futuro

A aquellos que siempre o que a veces piensan así, les respondo:

Levántate

Toma tu esperanza

Llévala a un país lejano

Levántate

Toma tu tiempo

Anda

Ponte en camino

No esperes

Hasta que tu tiempo

Se haya convertido

En pasado

¡Pongámonos en marcha como hijos de la luz!

Protegidos con la fe y el amor, y con el casco de la esperanza de salvación. 

Amén.